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martes, 18 de abril de 2017

XXIII

Episodio 23


Eugenia

“Era difícil entender qué era exactamente lo que trataste de decirme en tu carta. Y creo que hasta ayer lo reflexioné. Pero te haré saber algo…” dijo y por un momento quedó en silencio desviando su mirada a los asientos de adelante.
“Te escucho, George”.
Si él estaba por confesarme lo que realmente piensa acerca de mí ya se estaba tardando.
“Es si…”
“¿Si…?”
“…Si…”
“Venga, qué es lo que quieres hacerme saber”.
“…Es que… sí fue agradable hacerte enojar las veces que fuera posible. Creo que esas veces en que no te ignoraba me gustaba hacerte enojar”.
~¿¿¡¡Eso es lo que se tardaba tanto en decirme!!??~
Ansiaba escuchar de él otra cosa que a mí me hubiera gustado que dijera como “me gustas pero no he sabido cómo expresártelo” o por lo menos me dijera “me gustaría mucho comenzar ahora sí una buena amistad contigo”.
Baaah, creo que he llegado lejos con mis estúpidas ilusiones.
“¿Entonces te sentías bien al hacerme enojar, ah? George, por eso no te soportaba y no te quise cerca de mí. Tan mal nos llegamos a caer que hasta tú también te enojabas porque sí y eras horriblemente grosero. Total, el tiempo seguirá pasando y es posible que en algún momento se nos olvide esa parte de nuestra etapa”.
“Jajaja, creo que será una de las anécdotas que podré contar a mis futuros nietos. Después de todo tuvimos momentos divertidos”.
“Más bien tuviste tú los momentos divertidos”.
El chofer hizo una parada a la cual se le oyó gritar “Arnold Grove”. Ya debía de levantarme del asiento antes que volviera avanzar, por lo que le dije rápido a George.
“Como sea, no creo ya verte, pues este fue el último pago que mi papá realizó de la casa. Así que…”
“Adiós”. Respondió él.
“Adiós”. Respondí.
Bajé del autobús y quedé un tanto parada a la esquina del poste. George al parecer lograba verme a través del apañado vidrio de la ventana trasera y quedó así por un largo momento hasta que el bus se distanciara más allá de la siguiente calle.
Era mejor meterme a casa antes de que mi padre empezara a contar los minutos del reloj.

“¡Eugenia! Hasta que al fin has llegado. Ahora a la cama, mañana tienes colegio”.
Serví un vaso de leche en la cocina y me subí finalmente a dormir, aunque tardé en eso, pues no lograba conciliar el sueño ya que me quedé pensando si era posible en que George llegara a verme otra vez.
~Un sí~, pensé, ya que esta fue su casa y nadie le quita el derecho en que la volviera visitar.

Al día siguiente…

Una mañana del jueves durante el descanso me decidí ir a los campos de atrás con mi almuerzo en la mano. Ahí Andrea yacía sentada bajo la sombra de un árbol solitario y dibujando.
Me acerqué a hablarle en castellano aunque Andrea respondió de distinta manera que no alcancé a entender.
“¿Qué dijiste?”
Bon dia, senyoreta”, lo que quise decir en castellano buenos días, señorita”.
“Ah, ¿y eso fue italiano?”
“No, fue catalán”. Se echó a reír. “No te he platicado que soy de Cataluña”.
“No. Me habías contado que eras de España”. Después de contestarle Andrea se echó a reír.
“No no no, Eugenia. Creo que estás un poco confundida. Te explicaré, claro, si te facilita entenderme el castellano”.
“Sí, Andrea. Adelante”.
Me fui a sentar junto a ella al pasto y entonces ella me empezó a explicar en castellano.
“Cataluña no es un país sino una comunidad autónoma de España”.
“Ah, qué ignorante seré. Juro haber pensado que era un país”.
“Bueno, ahora sabes que no”. Sonrió gentilmente.
Por encima de la gruesa hoja blanca de su bloc de dibujo, visualicé unos grandes ojos que me resultaron haberlos visto antes.
“¿De quién son los ojos a los que has acabado de dibujar?”
“Mmmmm, no me he aprendido el nombre del tío pero le habla muy bien a nuestra amiga Karla. Creo que es su vecino”. Contestó.
“Me hace pensar en un chico a quien conocí un poco antes de ingresar al hospital”. Comenté con reserva.
“¿Sí?”
“Sí. Oye, te han quedado muy reales”.
“Es lo que veo”. Dijo alzando el dibujo a la altura de sus hombros.
“Parece que los tiene completamente fijos a cualquiera que se los quede mirando”. Le comenté.
“¿Y quién es el tío  que conociste en el verano?” Preguntó mientras estaba por sacar su almuerzo de la bolsa.
“Era…”
Alguien se había acercado a saludar a Andrea de beso en la mejilla y noté que era Karla.
“Hola, Eugenia”. Saludó de beso a mi mejilla. “¿Qué hacen?”
“Yo dibujo y hablaba con Eugenia en castellano. ¿Tú qué cuentas?”
“Nada, saliendo de la dirección por mi primer reporte. Ya saben, por la babosa de Lucy que quiso jalarme los cabellos nada más porque le haya dicho que su cabello era artificial. Ah, y Andrea, qué ojos tan más lindos hayas dibujado. ¿Acaso son de mi vecino?” Preguntó Karla refiriéndose al bloc que había dejado Andrea abierto. Ella le respondió con un sí.
“Muy bien. Se los deberías de enseñar algún día”. Sugirió Karla.
“Pues cuando me invites a salir con él yo con gusto se los enseño”.
Solté una risa ligera cuando estas dos intercambiaban sonrisas pícaras.
“Vale, pero conste de que no te eches a corres cuando lo veas y te invite a salir con él”.
“Vale, no lo haré”. Sonrió traviesamente Andrea.
En ese momento dos chicas a las que conozco muy bien pasaron en frente de mí carcajeándose dentro de una conversación animada sin que alguna de ellas, la más alta y de pelo muy largo percatara mi presencia, hablo de Janeth Palacios.
“Ay, Dot, por eso me caes muy bien porque eres tan graciosa y no te tomas las cosas tan en serio como otras que tú ya conocerás”. Y me lanzó una mirada severa. Me pongo a pensar:
~ ¿Me habrá lanzado también esa indirecta?~
Mis amigas con quienes estaba sólo se las quedaron mirando.
“Ésa… era tu amiga, ¿no?”. Apuntó Karla a Janeth.
“Era, Karla. Ésa ya no es mi amiga”.
“¡Qué indiferente se comportó cuando te vio!”. Comentó Andrea. Sin embargo quise desviar a otra parte el punto de conversación preguntándole a Karla si había logrado entrar a danza.
“De hecho tengo que irme. Hoy se abre el taller y el profesor quien la parte me solicita. Las veo en clase”.
“Hey, antes que te vayas, ¿cómo se llama ese amigo tuyo que una vez me presentaste? Es que Eugenia no está muy segura si lo conoce”.
“¿Te refieres a Paul, Andrea?”
“¡¡Exacto!!”. Dijo Andrea apuntando el dedo.
“¿Paul? ¡Paul McCartney!”. Dije al momento de acordarme de él.
“Qué… ¿lo conoces, Eugenia?? Bueno, luego me platicas, tengo prisa en llegar al taller. Nos vemos”. Dijo Karla y se levantó del pasto dejándonos.
 Una vez que se haya acabado el descanso entramos a la clase de química. La clase de química para mí era una de mis peores clases aparte de las matemáticas. El profesor quien la partía no tenía ninguna intención de enseñarnos a nosotras sus alumnas, sólo ayudarnos con lo que él supuestamente le correspondía. 
Yo jamás había estudiado anteriormente química en mi vida, ni si quiera en “Argot”, el colegio internado de París que fui hace un par de años atrás. Nos había dejado una tarea pero la verdad no tuve el mínimo interés de hacerla por lo que le hablé a Andrea.
“Estoy apenada por lo que estoy a punto de pedirte pero… ¿me podrías pasar la tarea?”
“¿Por qué no la hiciste?” Musitó.
“No le he entendido”.
Andrea sacó el formato con el que debía entregarse la tarea de los problemas. Sin embargo estuvo por dármelo cuando unas hábiles manos pasan y le a rebatan el formato.
“¡Vaya! ¡Con que pasando la tarea a la más burra de esta aula!”
“¡Dámela, Lucy!”. Exclamé molesta. Intenté quitarle el formato pero ella lo había escondido detrás de su espalda para así no haberlo yo alcanzado.
“Qué lástima le has de dar a tu amiga Andrea para que te esté pasando la tarea a última hora, Eugenia, o mejor dicho ballena”.
“¡Deja de llamarme así!”
“Si me disculpan voy con el profesor”. Ignoró lo que le había dicho y pasó en medio de las dos.
El profesor había apenas colocado su portafolio encima del escritorio cuando ésta fastidiosa se le acercó acusarnos de inmediato. Entonces todo el mundo calló y el profesor empezó a decir:
“Si ha sido así, ésta tarea queda completamente anulada”.
Después de haber escuchado eso Andrea engrandeció los ojos tanto como pudo y se levantó de su pupitre.
“No, profesor. Por favor no me lo anule, me ha costado hacerla y no se vale”.
“Eso lo hubieras dicho a tu amiga antes, a ver si a la próxima no regalas tu esfuerzo a los demás pasándoles tu tarea”.
Andrea no volvió a dirigirme la palabra durante toda la clase y de las posteriores.


Aprendí a preparar el té de la tarde para calmar un poco mi ansiedad porque estaba por decirle cuando él llegara, y es que tal vez se moleste un poco con mi irresponsabilidad dentro del instituto y sobre todo con las asignaturas que me van mal.
Fui al espejo del baño y me empecé a hablar a mí misma.
“¡¡Hola, padre!! ¿Quieres té el que preparé? Así lo pruebas y te diré lo que pasó hoy, ¡me dieron un reporte!”
~Qué sarcasmo usaste, Eugenia…. No, el hombre es capaz de atragantarse con lo que le tengo que decir. Intentaré de otra manera. ~
“¿Papá, cómo te fue? ¿Bien?, porque a mí me dieron hoy esta tarde un reporte en el instituto”.
~No… seré demasiado brusca en decírselo. ¡Ya sé! ¿Por qué no le digo algo bueno para distraer un poco su enojo y su estrés que a diario lleva? Le diré entonces~:
Papá, te tengo dos noticias. Una buena y una mala. La mala es que tengo un reporte en el instituto por mi irresponsabilidad de no traer tareas en la asignatura de química, aparte de mi deshonestidad por pretender que me pasaran  la tarea. La buena es…”
~Buena pregunta Eugenia. ¿Qué noticia buena le darás a tu querido padre?~
Me quedé pensando en silencio hasta que logré encontrar una noticia cierta y buena que podría decirse:

¡Saber preparar por fin el té de la tarde!



Suaves brisas hacían presencia en una tarde de París y niños aprovecharon a salir a jugar con la encontrada débil luz del sol. Ahí pasaba el joven apuesto a quien hace unas semanas se hacía enterar quién era la hija de su estimado amigo Larry Le Brun. Y es que desde esa primera llamada a principios del nuevo año, Fabien Marcel no había dejado de pensar en lo que le había dicho esa inofensiva voz por teléfono. Durante días había estado buscando el teléfono de Larry Le Brun en los papeles de casa y en el cajón de su escritorio pero jamás lo había encontrado. Decidió ir a la casa donde vivía sólo que en esa casa habitaba ahora una familia ajena a él entonces como última opción era ir a la casa de los padres de Larry y nadie le había abierto un frío atardecer de febrero. 

~Si tan sólo me hubiera dado el número de donde ella llamó~

Cuando pasaba él en frente de los niños detuvo el paso y quedó observándolos, como si uno de ellos le daría la solución a su problemilla, pero quizás un poco más atrás de los niños podría ser. Un alto señor de rubios cabellos caminaba por la acera y se le estaba yendo al hombre por lo tanto lo alcanzó apresurando el paso hasta poderle tocar el hombro y haberlo saludado.
“Salut, Fabien! Comment ça va?!”
“Bien, merci!”. Se estrecharon la mano y abrazaron.
“¿Lleva prisa, señor?”
“No, ¿por qué?”
“Quiero preguntarle ¿Es cierto que Larry se haya ido del país?”
“Es cierto, muchacho. Él ya no vive en este país desde hace ya más de un año”.
“Sí me enteré sólo quería comprobar si era cierto de que él se haya ido a vivir creo a Inglaterra con su hija”.
“Así que lo sabes, ¿cómo es que te enteraste? Haber platícame y vayamos a sentarnos a una banca de parque”.
Fueron hacia el noreste y empezaron a caminar por el pequeño parque de ahí.
“Mire, ¿creerá que hablé con su hija hace dos semanas?”
“¡Eugenia! ¿Cómo es que la contactó?”
“Ella me contactó a mí pero por desgracia la llamada se cortó y ella no volvió a hablarme. Me gustaría volverle a llamar, pues quisiera saludar a Larry y saber cómo le ha ido por allá, después de todo él más que un amigo fue un padre para mí y ha pasado una difícil situación respecto al fallecimiento de su esposa. Lo que se rumora por ahí es que él quedó en banca rota lo que le impulsó a suicidarse, y a su hija la mandaran de vuelta al internado”.
Encontraron una banca sola y fueron hacia ella a sentarse tranquilamente. Entonces Géroux le comentó:
“Más que rumores son falacias, muchacho. Como tú mismo lo has dicho solamente se fueron del país. Tengo que ahorrar dinero para irlos a visitar pero será dentro de dos años hasta que junté una buena cantidad, ya que ando muy gastado con los trámites y arreglos de mi nueva casa que compré en Ottawa”.
“¿También se piensa ir?”
“Dentro de una semana, muchacho”.
“¿Y su trabajo en Nueva York?”
“Con Nueva York ya no tengo nada que ver, ya finalicé ahí mis negocios”.
“¡¿Pero por qué señor?, si le iba tan bien!”
“He decidido comenzar mis negocios y mis propios proyectos a otro país. Es por eso que me voy a Canadá, tengo un socio que me está ayudando a poner una plaza comercial allá por la ciudad, y la verdad me espera otro gran gasto para la construcción de la plaza”.
“Bueno, señor. Eso sí que me da gusto escucharlo, felicidades”.
“Gracias. He estado juntando dinero durante siete años para este plan”.
“Pues que su plan lo lleve a cabo con éxito”.
Lo volvió a felicitar con un abrazo.
“Ah, y a propósito Fabien, ¿no te interesaría progresar conmigo? Digo, creo que ahí en tu puesto de archivista no te ha dejado ver más allá”.
“¿Por qué no mejor se lo pregunta a Larry?, creo que él si le interesaría y aparte sé que saldría ganando con usted”.
“Se lo propuse durante una llamada a larga distancia pero él me dijo que ya se había adaptado a su nueva vida con su hija. Asimismo no puede marcharse así de fácil de la casa que él ya había comenzado a comprar en Inglaterra con su crédito guardado en el banco. Y en parte pues un poco de culpa siento por no haber pensado bien las cosas y ayudara de la mejor manera a Larry y a su hija, pero es que nunca me imaginé que la plaza comercial lograra hacerse.
Él tiene una gran responsabilidad de cuidar a su hija, Fabien. Así que para mí es más sencillo que trabajes tú conmigo puesto que eres joven, audaz y que sabe hacer muchas cosas. Te podría sacar de esa mugrosa oficina de cuatro paredes”.
“En verdad se lo agradezco pero tengo una misión que no pienso dejar al pendiente”.
“Ah, me he olvidado que quieres jugar aún a ser el Sherlock Holmes de París” Brotó risas.
“No precisamente, señor, pero sí hacer algo por el estilo. No sólo en París sino en toda Europa. Es lo que no me niego a ser”. Sonrió Fabien.
“Bueno, suerte es lo que te puedo decir porque éxito no lo sé”.
“En unos futuros años me verá en las más polémicas notas rojas y reportajes policiacos. Se lo aseguro”.
“Está bien, muchacho” Le palmeó el hombro. “Una puesta de mil francos”.
“Ya propuso, créame cuando sea ya un profesional me…”
“Irás a pagar” Dijo Géroux interrumpiéndolo.
“No, al contrario usted me irá a pagar”.
“Busque otra cosa, Fabien, ser detective no te dejará nada”.
“Ya verá que sí”.
Después de un rato más de conversación se hizo un diminuto silencio cuando Fabien aprovechó a pedirle un teléfono donde se pudiera comunicar con Larry.
“Suerte has de tener, Fabien, puesto que aquí en mi portafolio tengo la agenda de mis contactos. La última vez que hablé con Larry, él me llamó y aprovechó en esa llamada para darme su nuevo teléfono que tiene ahora. Con gusto te lo daré”.
Es entonces que Fabien había logrado conseguir el teléfono de la casa de Larry cuando lo había obtenido en un pedazo de papel regalado por la libreta de Géroux. Regresó al edificio rápidamente donde trabaja para usar el teléfono de su oficina. Le urgía llamarlo para tratar el tema con él sobre su esposa que al parecer está desaparecida y no muerta, descubrir si en verdad estaría embarazada y comprobar si no era una broma de mal gusto por parte de la hija de Larry. Todo lo que había recordado de esa llamada lo tenía en mente todo este tiempo, la congoja voz y las palabras de la chica.
El caso que se abriría en investigación le intrigaba y aparte le resultaba muy buen inicio de empezar serio en su nueva labor.




Después de haber hablado con la operadora para hacer una llamada a Inglaterra comenzó a dar línea.
“Sí, ¿quién habla?”
Bonne nuit, me habló una jovencita hace unas semanas y si lo recuerdo bien me dio su nombre. Era Eugenia, hija del señor Larry LeBrun, ¿se encontrará por ahí’?”
“Soy ella, señor”.
 “Salut, Eugenia. No te había dicho mi nombre pero je suis Fabien Marciel, el muchacho con quien habías hablado la vez que marcaste y habías comentado acerca de tu madre.
“…”
“¿Me escuchas?”
Oui. Disculpe, me quedé pensando de cómo había conseguido mi número.
“Oh, no sé si conozcas al amigo de tu padre el Monsieur Géroux.
“Oui”.
“Él me lo dio. Me gustaría saludar a tu padre, aparte quisiera mencionarle acerca de lo que me dijiste. No sé qué tan cierto sea lo que me hayas comentado y quiero consultárselo a él”.
“¿Me está haciendo pensar que no cree lo que le digo?”
“No, Eugenia. Sólo quisiera tratar el tema con tu padre porque al parecer es un poco delicado.
“Escuche, señor…”
“Por favor dime Fabien, no soy tan viejo como me imaginas”.
“Fabien, le agradezco que haya hecho esta llamada que en verdad fue para mí una sorpresa y quizás un poco inesperada. Yo traté de comunicarme con usted pero su número telefónico no sé dónde pudo haberlo guardado mi padre. Sé que lo tiene él pero no me lo quiere dar. Sin embargo qué gusto me da de volver hablar con usted, quiere decir que tiene interés propio de ayudarnos con este caso, aunque me temo que no será posible si no hay una entrega a cambio… ¿verdad?”.
“No, el dinero no me importa ahora. Sé cómo es perder a una madre y yo estoy dispuesto ayudarte a ti y a tu padre”.
De nuevo un silencio volvió a oírse.
“¿Sigues ahí?”
“Creo que se lo había dicho. Mi padre no se tiene que enterar, si usted hablara con él y le dijera todo lo que yo le dije, simplemente le diría que no perdiera el tiempo”.
 “¿Pero por qué me diría eso? Tu padre aceptaría que lo apoyara con cualquier cosa. Te diré, yo no me había enterado sobre tu madre. Quisiera comprobarlo si ella falleció o no. Si realmente ella está muerta entonces mi único trabajo sería encontrar el cuerpo y que sea entregado legalmente a los familiares de la fallecida.
“¿Usted cómo sabe sobre el desparecido cuerpo de mi madre? ¿Mi padre se lo dijo?”
“No, los mismos rumores de por aquí me lo platicaron. Quiero hablar con tu padre y no estaré jugando contigo.
“¡Él no está!”. Colgó.
“¿Eugenia?”.
La línea se empezó a escuchar cortada y entonces él colgó el auricular.
“Bueno, intentaré llamar más tarde”.


En una calmada hora de las siete y treinta en punto, Fabien llegaba a la casa de sus suegros para una cena formal que tenía acordado con ellos esta noche. Mientras ellos se alistaban, Fabien les esperaba sentado en un comedor colosal que al mismo tiempo jugaba con una delicada copa de cristal hasta que ésta cayera a la alfombra. Y es que en ese momento él había escuchado acelerados pasos afuera de la puerta, como si se tratase de alguien que huyera. Entonces llamó a la criada para que fuera abrir y viera quién era.
Al momento de abrir la puerta no se esperaba Fabien ni la propia criada ver a la hija de los señores de esta casa corriendo a los brazos de su legítimo prometido.
“¡Fabien! ¡Te tengo una noticia!”
“Seguramente muy buena porque estás muy fervorosa, dime qué”.
“¡Seremos padres!”.
“¡¡¿QUÉ?¡¡” La dejó de abrazar al momento de escucharla. “¡No lo puedo creer!”
“¡Sí, Fabien! ¡Estoy embarazada!


“¡Ah, qué feliz me haces, Melanie!”
“Estoy tan feliz, Fabien. Esta noche se lo diremos a mis padres. Ya verás que con esta noticia ellos por fin aceptarán la relación que tengo y que tendré contigo. Pídeme si quieres esta noche matrimonio y yo te diré si es que es necesario mil veces que sí”.  
“Amor, quiero solemnemente jurar ante ti que sí seré tu esposo… pero a condición que aceptes vivir conmigo a otro país y hablo de Inglaterra”.  
“A qué quieres ir a Inglaterra, somos felices aquí”.
“Pero no cerca de tus padres o ¿me dirás que sí?”
“Fabien, ni si quiera tienes para darme una casa, menos para un viaje a Inglaterra”.
“Te equivocas, tengo el dinero para irnos sólo que no he podido contarte”.
“Contarme qué y de qué dinero me hablas si apenas ganas un quinto a la semana”. Habló sobresaltada.
“Deja que te diga. Tengo una gran herencia que me dejó mi padrastro antes de que él muriera a causa de su enfermedad del corazón. Le iba heredar a su única familia que tuvo, su hijo de su anterior mujer, quien jamás lo había querido y reconocido como padre, sin embargo su hijo junto a la mamá de él terriblemente fallecieron en un accidente de tránsito. Supiste bien que el señor sufrió mucho con su enfermedad del corazón y que en cualquier momento él podía morir de un infarto. No tuvo a quién heredarle, ni a un pariente aun así el más lejano, más que a mí.
“La suerte que corre en ti, Fabien”.
“Pero no de mi padrastro”. Miró hacia abajo.
“Ese hombre te trataba mal”
“Sí, Melanie, pero al menos cumplía su papel con mi madre y conmigo en darnos de comer y darnos un techo en donde vivir”.
“Aun así no comprendo por qué quieres irte a vivir a Inglaterra si es difícil vivir allá, más si no sabes su idioma y como allá estén el costo de las cosas”.
“Tengo el dinero requerido, tengo el lugar pensado en donde viviremos mientras, tengo las agallas de conseguir un empleo, sé hablar inglés gracias a un gran señor que precisamente se encuentra allá y tengo el deber de ir a verlo para ayudarlo porque me necesita, porque a él se la debo por las cosas que ha hecho por mí”.
 “Fabien... ¿todo esto se lo dirás a mis padres ahora en la cena? Me imagino que sí porque te corresponde como mi futuro esposo decirles tus planes conmigo y quieres formar una vida allá”.
“Es buen momento pero a ti te corresponderá decirles tu decisión.
“Entonces Fabien, prepara los fuertes comentarios que te dirán mis padres si en verdad dejamos Francia por un largo tiempo”.


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¡Hola!

Estudio Guitarrístico + Tareas domésticas + Tareas escolares + Visitas al museo + Estudio de exámen para la Universidad = Abandono del fanfic.
Preparatoria + Química + Matemáticas + Pereza = Propenso a recursamiento

En pocas palabras...






Si Janeth, Sylvia, Salma, Andrea, Ruby, que son las que leen, (aunque ya no he visto comentarios de Syl :"c) pasan por aquí quiero decirles GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO Y SEGUIR APOYANDO MI HISTORIA, LAS QUIERO UN MONTÓN A CADA UNA DE USTEDES Y A LAS QUE ME FALTA MENCIONAR.

Como dice el chef Benito en master chef kids "no dejen de cocinar"



 Yo a ustedes les digo:

NO DEJEN DE ESCRIBIR 




Espero saber algo de ustedes en sus historias o comentarios que dejen abajo.




LAS QUIERE SU SOCIA KAREN!!!!!



sábado, 3 de septiembre de 2016

XXII

Episodio 22



“La mala  espina”


Orlando estaba en Garstone, un lugar incorporado de Liverpool desde ya hace muchos siglos; exactamente vagando por un escondido y olvidado barrio de negros que desde Norteamérica migran para trasportar mercancía en sus ingentes barcos. Sus familias viven en la vecindad de la morada, llamada así popularmente por quienes conocen el barrio y donde Orlando empezó a ver como el nuevo hogar al que debía de acostumbrarse. Vivía con su madre en una misma habitación reducida y rentada por la familia Stovall, una familia afroamericana originaria de la ciudad Kentucky, que se decidieron llevar a cabo una vida más tranquila en un lugar donde la gente no tomara mucha importancia su color de piel.

La casa era vieja y maltratada; estaba construida de materiales muy pobres que con la fuerte lluvia de un sólo día podía arruinarla.
Antes de haberse acercado a la puerta de la casa, su madre deslizó con cautela la cortina de la ventana que yacía en frente de él.














Entró y se quitó el saco al sentir el calor dentro de la casa. Era por la hervida sopa de la cacerola que dentro del pequeño lugar de la cocina se mantenía un absorbente calor.
“Madre, he llegado”. Expresó el muchacho.
 “¡Oh, sorpresa la mía en que llegues a estas horas!”. Contestó la madre con cierta ironía, sin despegar la vista del suéter que estaba tejiendo.
Orlando debió haber pensado que su madre lo esperaba hasta más tarde.
“Madre, a qué no adivinas a quién me encontré en el centro. A una chica hermosa que jamás imaginé verla en Liverpool”.
“Es muy fácil de adivinar, querido. Su nombre es Janeth, la niña que te llegó a enamorar hace unos años atrás”.
“Te equivocas, madre”. Repuso Orlando. “Pensaste en Janeth porque sabemos los dos que ella se fue a vivir aquí con su mamá”.  
“Debe ser tu otra amiga llamada Françoise. Estoy segura que también te robó el corazón en algún tiempo”. Afirmó su mamá pero Orlando nuevamente negó la cabeza.
“No, madre. Es alguien más a quien no olvido”.

Al ver que ninguna y otra era, la madre dejó de tejer y se dedicó a mirar a su hijo pensando si acaso esa amiga que le hablaba la habría conocido.
Por un momento su madre quedó tan pensativa hasta que su boca lentamente dibujó una gran sonrisa.
“¡Puedo recordarlo! ¡¿Te encontraste a  Eugene?”. Exclamó sobresaltada y Orlando le asintió.
“No exactamente se llama así, mamá”.
“Así siempre la hemos  llamado, querido. Ahora dime, ¿qué pasó cuando te la encontraste?” Su madre ésta vez parecía estar más interesada a la conversación que de lo habitual.
“Ésta vez la noté un poco más delgada aunque muy triste y apagada, sus ojos la delatan. No lo sé, me imagino por sus padres. No han de estar con ella otra vez y supongo que los ha de extrañar demasiado”. Contó Orlando.
“Pero qué ha de extrañar de ellos si siempre la han abandonado. Yo resulté más madre que su misma madre biológica. Es más, también hice el papel del papá. Le di todo lo que ellos no pudieron darle”. Mencionó la mujer cruzando los brazos.
“Sí, madre, pero recuerda que sólo me tuviste a mí”. Le acordó el muchacho.
“Ay Orlando, debiste una vez más romperme la ilusión. ¿Nunca te diste cuenta que siempre añoré tener a una niña tan hermosa como Eugene? Aparte tiene un poco el parecido a tu padre, sólo un poco.”
“Quieres decir que se parece a mí y soy hermoso.” Sonrió Orlando, no obstante su madre le comentó:
“Más hermosa que tú y tu padre por supuesto que sí, Orlando. Ella debió ser tu hermana”. El chico frunció ligeramente el ceño.
“Ya te hace falta dormir, empiezas a decir cosas imposibles”. Le dijo esto a su madre riendo con suavidad.
“Pues aunque vengamos de distinta sangre, a Eugene la consideraré siempre como mi hija. Y más vale Orlando, que tú la consideres como la hermana que nunca tuviste”. Dijo su madre.
“Hasta pienso que has de quererla más que a mí. Y no lo dudo, madre”. Comentó por último el muchacho y se levantó por un vaso de agua a la cocina; cuando lo bebió volvió a escuchar la voz de su madre.
“Si fuiste lo bastante listo seguro le pediste su dirección para después visitarla, ¿o no?” 
“No le pedí su dirección pero sí fui lo bastante listo para pedirle su teléfono. Si quieres luego te doy el papel donde está su número anotado para que le llames más tarde”. Respondió Orlando desde la cocina.
A su madre le pareció bien la idea y no siguió hablando más del tema.




Narra Eugenia:


Me había encontrado a Janeth en la panadería de Penny Lane, estaba de espaldas pagándole a la cajera.
“Hola”. Me acerqué a saludarla mientras ella cogía su bolsa de pan y yo ponía mi charola en la repisa.
“¡Ah, hola Eugenia!”. Volteó a verme con una sonrisa. “¿Comprando pan francés para la cena, ah?”.
“Sí, ya conoces a mi padre”. Dijo Janeth.
“Y tú a mi madre”. Contestó.
“Adoran este tipo de pan”. Ambas habíamos reído por decir al mismo tiempo dicho fragmento. Recibí de la cajera el cambio que había sobrado y me dirigí con Janeth a la puerta de la panadería.
“Eugenia, ya no te he visto en los descansos. Me pregunto, ¿cómo te ha ido con la jabalina?”.
“¿A quién te refieres?”. Le arqué una ceja.
“A Winslet, a tu horrible compañera de clases”. Especificó Janeth.
“Ah, sí”. Hice una mueca al recordar a Lucy. “Me molesta mucho, sobre todo en la clase de matemáticas. Sabe que se me complica la materia y entonces me exhibe en frente de todas las demás niñas. Aparte no me deja concentrar cuando yo intento entenderle a los ejercicios del libro. A veces...desearía que la cambiaran de grupo”. Dije esto último con un devastado suspiro.
“¿Y por qué no mejor te cambias tú de grupo?”. Cuestionó Janeth. “Así no convives más con Lucy”.
A Janeth le expliqué y la razón era porque había entablado una muy buena amistad con Karla y Andrea. No pienso dejarlas cuando ahora me han apoyado mucho en las tareas y en los trabajos de clase. Sin embargo Janeth no le hizo mucho caso a eso.
“Es mejor que te cambies, Eugenia. Estarías conmigo y también con Dot”. Sonrió ampliamente Janeth.
Había las posibilidades poderme cambiar de grupo. Me sería muy magnífico compartir con Janeth todas las clases del curso sólo sin que Dot estuviera. Lo que llevo conociendo a ésa niña de diminutos dientes y pelo descolorado en los descansos del instituto, he descubierto que no le agrado mucho. Aunque lo disimula con una sonrisa cada vez que me ve. Aun así me ha dado entender que le incomoda mucho mi presencia.
Salimos de la panadería y antes que fuéramos a despedirnos, Janeth volvió hablar sobre el mismo tema.
“En serio, Eugenia. Si no te cambias de grupo ¿quién te va defender las próximas veces que te molesten?”.
“Tengo a Karla. Ella también es muy buena defendiéndose y no se deja ante nadie. Es como tú, sólo que Karla tiene sus estilos de golpear”.
Janeth presionó sus labios con tanta fuerza como si aquello le hubiera molestado demasiado. Le pregunté por qué se ponía así y Janeth no me respondió hasta dentro de unos minutos después.
“Siendo yo tu mejor amiga me comparas, Eugenia”. Dijo ahora cerrando lentamente los puños.
En cuanto la vi así, le dije que en ningún momento la estaba comparando. Puse mis manos en sus hombros para tranquilizarla pero ella se apartó y me dijo:
“Ya sé por qué no quieres estar en el grupo conmigo. Seguramente me estás cambiando por esas dos, ¿verdad?”.


En ese momento pensé:

¿Cómo se le ocurre pensar eso mi mejor amiga?

“Deja decirte, Janeth. Karla y Andrea sólo…”.
“¡Karla y Andrea!”. Gritó sin que me dejara terminar. “¡Me tienes fastidiada con esos dos nombres de mierda! Siempre me estás hablando de ellas cuando ahora pocas veces nos hemos visto en el descanso. Casi ya no hablamos de nosotras”.
“Sí, ¿sabes por qué? Por Dot. Siempre está al tanto de las conversaciones que tengo contigo. Es a ti quien le platico sobre mis cosas personales, no a Dot. Por algo tú eres mi mejor amiga”.
“Sí, pero ya te dije que puedes confiar en Dot también”.
Guardé aire. Aún Janeth no entendía que Dot es algo difícil tenerle confianza.
“Muy bien, Janeth. Confiaré en Dot cuando primeramente deje de comportarse como toda una hipócrita conmigo”.
“Dot no es ninguna hipócrita. Tú eres la hipócrita porque juzgas mal a sus espaldas y cuando la vez parece que te esfuerzas demasiado en sonreírle”. Exclamó nuevamente molesta.
“Bueno, si tanto estás a su favor por qué no vas y la buscas. Si después de todo con esa Dot te estás juntando más”. Dije con dureza.
Janeth no podía quedarse callada por lo que respondió:
“Buena idea, Eugenia. Es mejor no hablarnos más”. Janeth dio la vuelta y se marchó.
Me sentí muy mal, mi mejor amiga dejándome aquí como si nada. Definitivamente la estaba perdiendo y ella a mí. No puede estar pasando esto otra vez, enojarnos por tener otras amigas, realmente es estúpido. Pelearnos así y no hablarnos solía pasar cuando éramos más pequeñas. Pero honestamente Dot me da mala espina. Sus actitudes me hacen pensar que puede ser quien me haga los rumores en el instituto. La miro y su vista está puesta en cualquier lugar menos a la mía. A cada rato la veo susurrarle cosas al oído a Janeth sin dejar de verme que hasta pienso que habla mal de mí. Janeth queda casi todas las veces desconcertada diciendo cosas como: “nunca me lo imaginaba”, “qué tonterías pero pueden que sean ciertas”, “no me hagas reír”.
Uno de los rumores que he escuchado sobre mí es no bañarme a diario y que llevo una vida similar a la de una vagabunda.
Sea quien diga eso es una mentirosa.
Le llamaría por teléfono a Janeth y le explicaría por qué Dot no me agrada. Así también me gustaría oír sus razones por que no le agradan mis amigas del grupo.

Únicamente lo estaba pensando porque nunca le llamé por teléfono.
En la noche vi a mi padre llegar exhausto y hambriento. Todavía no me enseñan a cocinar en el taller del instituto por lo que me sentía un poco mal por no hacerle la cena, sin embargo a mi padre trato de hacerle sentir mejor en casa.
Cada que llega le quito sus zapatos para darle un breve masaje a sus hinchados pies. Luego pongo a humedecerlos en una tina repleta de agua caliente. Después de hacerlo mi papá estaba por marcharse a la cama ya que mañana debía de madrugar cuando el reloj marcaba más de las siete y cuarto cuando Larry engrandeció sus ojos.
“¡No es posible!”. Se llevó una mano a su frente. “¡Prometí hoy pasarle a dejar el resto de la casa al Sr. Harrison!”
“Pensé que ya habías acabado de pagarle”.
“No, hija. Mientras estabas en el hospital estuve todo ese tiempo hallando la forma de requerir un préstamo para terminar el pago de la casa. Ese hombre es muy buena gente, me pidió que no me preocupara hasta que encontrara cómo pagarle. Cuando me dijo eso yo prometí acabarle de pagar antes de la navidad pero ya estamos en otro año y me avergüenzo que hasta ahora pude completarle”. Explicó.
“No te preocupes más, papá. Éste es el último pago que haces ¿o no?”. Él asintió.
Notaba a mi padre gravemente estresado.

_ Papá, yo voy a ver al señor. Has estado todo el día en la calle matándote horas y horas en el trabajo, mientras tanto yo sólo he estado en la escuela y en la casa casi sin hacer nada, más que los deberes. Yo te puedo hacer el favor.
_ Pero no sabes llegar a Upton Green, Eugenia. Aparte está obscuro y no voy arriesgarme a que te pase algo allá afuera. Recuerda la razón por qué llegaste al hospital.
_ Pero papá, si ésta vez no me voy a llevar la bici. Insisto en que te quedes aquí. _ me levanté por mi abrigo y me preparé para salir.
_ No seas terca. Te vas a la cama en este instante _ dijo molesto deteniendo mi brazo para no abrir la puerta.
_ Papá, en serio voy yo a dejarle el dinero, confía en mí. Sabes que me sé cuidar.

Insistí varias veces con ésta misma frase para que finalmente él se diera por vencido.
_ Está bien _ echó el aire por la boca. _ Pero si te tardas tendré que castigarte cuando llegues. Por favor, regresa lo más pronto posible. _ advirtió.
_ Prometo volver lo más pronto posible para no preocuparte. Dime sólo cómo llegar  a Upton Green.

 Mi papá me explicó el camino cuidadosamente para no confundirme y tomara por otro rumbo. Después me dio un pequeño sobre amarillento y me hizo que lo guardara adentro de mi abrigo.

_ Eugenia, cuidado con ese sobre. Recuerda que ahí llevas una cierta cantidad de dinero, así que no vayas a dejar que te lo quite algún maleante._ asentí segura y me salí con los pasajes necesarios para tomar el autobús.

Upton Green estaba rodeada de casas independientes más grandes de las que uno conoce en Arnold Grove.
Saqué el sobre de mi abrigo para ver una vez más la dirección y recordara el número de la puerta de los Harrison. Después de haber tocado el timbre de su casa unos minutos pasaron y alcancé a escuchar unos susurros que decían "abre tú"  "no, que abras tú"  "abre la puerta, no seas cobarde".
Parecía que ya habían visto a través del visor quién era. Abrieron y vi a Peter.
_ ¡Hola! _ estaba tan nervioso cuando me saludó, al igual que su otro hermano Harry porque noté que no dejaba de mirarme.
_ Oh, ustedes dos dejen pasar a la chica _ llegó la señora Louis detrás de ellos rápidamente con una pala de cocina.
_ Oh cariño, qué haces por aquí tan tarde _ preguntó con cierta preocupación.
_ Buenas noches, lamento mucho molestarla a estas horas, señora Louis. Pero apremio ver a su marido._ dije azorada.
_ Ay querida, él aún no ha llegado. Si gustas esperarlo...ya no debe de tardar. Por favor ve a sentarte con mi hija a la sala. Está de visita y sirve que las dos se conocen. Mientras, pongo a hervir la tetera.
_ Está bien, señora. Con permiso.
_ Propio, querida.
Me sentí en un ambiente sumamente cómodo y agradable gracias a la cordialidad de esta mujer, que me había ayudado a quitar el abrigo para colgarlo en el perchero.
Me fui a la sala de estar a sentarme junto a la joven de pelo claro y de ojos muy parecidos a los de su madre.
_ Tú debes de ser Eugenia. Me llamo Louis, la hermana mayor de estos tres varones que tú ya conocerás. _ me tendió la mano cuando vio sentarme en el otro sillón.
_ Mucho gusto en conocerte. _ respondí _ Veo que te han hablado sobre mí.
_ Así es. No te imaginas lo mucho que mis hermanos se acuerdan de ti. Especialmente George, si es que todavía te acuerdas tú de él. _ me ruboricé al escuchar eso.
_ Claro...no lo he visto desde hace mucho tiempo pero sigo acordándome de él. _ respondí pero traté de no sonar tan tímida.

Tal la magnitud de dos cuerpos fantasmales pasaron a la sala Peter y Harry, ambos muy divertidos subiendo a las escaleras con demasiada prisa.
_ Éstos hombres...son todo un alboroto. _ echó una risa la hermana Louis, moviendo ligeramente la cabeza. Su madre cruzó la sala con la tetera de porcelana y estaba por servir mi taza.
_ Mamá, yo le sirvo. _ Se ofreció su hija.
_ Está bien. Sólo tengan cuidado, está muy caliente. _ Nos acordó la señora y después se retiró de la sala.
_ ¿Azúcar?
_ Por favor.
Louis echó un cubito de azúcar y empezó a revolverle con una cuchara pequeña. Probé y me sabía como si fuera café con leche. Jamás había probado un té tan rico como éste. 
_ Oye Eugenia, sé que tú sí dirás la verdad, sólo si antes puedo hacerte una pregunta.
_ Claro, dime qué quieres preguntarme. 
_ ¿Verdad que no fuiste novia de mi hermano en el tiempo en que los dos estuvieron en el hospital? _ me atraganté el sorbo de té que di y empecé a toser leve. Me quedé un tanto sorprendida ante su pregunta.
_ P-por supuesto que no. ¿Tus hermanos te dijeron esa gran mentira?
_ Sí, fue Harry. Decía todo el tiempo eso pero lo conozco bien. Sé que sólo lo hacía por molestar a George. Oye, ¿estás bien? Parece que no esperabas que te hiciera esta pregunta. Disculpa que te haya hecho casi ahogar. No era mi intención, Eugenia. Pero bueno, dime qué tal Liverpool. ¿Les ha ido mejor a ti y a tu papá?
_ Sí. Trata de sacarme adelante_ demostré una sonrisa, ésta vez no tan notable. Todavía tenía la sorpresa de aquello que escuché.
_ Qué bueno, ojalá tenga la oportunidad de conocerlo algún día. Mi papá dice que es un buen hombre y muy trabajador. Como veras, a él le gusta hablar muy bien de todo el mundo”. Soltó una leve risa.
Sonaron unas llaves desde la puerta.
_ Por cierto, creo que ha llegado. _ dijo asomando su vista hacia la entrada.

Entró el hombre encorvado con los pies arrastrando. Demasiada fatiga se traía encima. Metió las llaves al bolsillo de su saco y una cara de asombro mostró cuando se introdujo a la sala.
_ Vaya, dos sorpresas me iluminan la noche. _ el hombre no dejaba de sonreírnos.
Elevó un poco los brazos para abrazar primeramente a su hija que al parecer no veía tanto tiempo.
_ Papá, por fin conozco a la hija del señor que te compró la casa. Es amigable, me cayó súper bien. _ dijo Louis a su padre sin soltarse de sus brazos.
_ Me alegro, hija. Por supuesto no esperaba verte también a ti, Eugenia. _ vino hacia a mí y me levantó para poderme abrazar.
Es la primera vez que me saluda de esa  manera el señor Harold.
_ Vamos, mientras estés en esta casa tendrás que acostumbrarte a los saludos de abrazo. Recuerda que a los Harrison ya no les debes de tratar como desconocidos.
_ Peter, no lo sueltes.
_ Eso hago pero se pone bien pesado.
_ ¡No me molesten!
_ Vamos George, yo sé que tienes unas ganas de bajar.
_ A que no, Harry. Deja de jalar mi brazo.
_ Niños, ¿qué está pasando? _ Su padre se acercó a las escaleras donde estaban Peter, Harry y…George, que lo obligaban a bajar.
_ Es George, papá. Que no quiere bajar a cenar. _ dijo Harry a su padre.
_ Porque todavía no es la hora _ escuché la voz de George. No podía verlo bien porque estaba más arriba de los escalones.
_ ¡Bajen ya los tres a cenar, ya es hora! _ ordenó su padre.
_ Iré ayudar a la cocina. _ Me musitó Louis.
Seguían sus hermanos obligando a George a que bajara. Seguro no quiere verme, ni yo a él por supuesto.
_ Señor Harrison, me retiro. Me dio mucho gusto saludarlo. Ah, y tenga el sobre. Es el último pago que le entrega mi padre. _ él lo recibió y lo guardó en el cajón de un mueble delgado que estaba de su lado. Yo ya me estaba yendo de la sala.
_ Espera, Eugenia, ¿no te quedas a cenar?
_ No, muchas gracias. Mi padre me espera en casa y me dijo que no me tardara.
Escuchamos un fuerte golpe en las escaleras. Se habían caído Harry y Peter de cabeza.
_ ¡OH PAGARÁS POR ÉSTA, GEORGE! _ Se quejó Harry sobando su cabeza.
_ Iré por él _ dijo Peter levantándose.
Harold fue ayudarlo y le dijo que fuera ya a poner la mesa para la cena. Él lo obedeció y antes que saliera de la sala me dijo:
_Disculpa a mi hermano. Se pone así cada vez que sabe algo sobre ti. _ sonrió sutilmente y se fue.
Se oyó una discusión fuerte desde allá arriba. George le gritaba a Peter que dejara de obligarle a que bajara.
_ Haber George, por qué no quieres bajar. _ oí a Peter preguntarle.
_ ¿Todavía lo preguntas, sabiendo por qué? _ habló muy irritado George.
 Se escuchó que los dos se tiraron al suelo para golpearse. Su padre subió rápidamente para detenerlos.
_ ¡Qué les pasa! ¡Tenemos visitas y ustedes como si nada se comportan como dos salvajes! _ escuché al señor gritarles.
_ Lo siento papá, pero George me atacó en el suelo. _ justificó Peter.
_ Baja ahora. En un momento hablo con tu hermano.

Peter fue el siguiente en bajarse y pasó en frente de mí, tenso sin decirme nada. Pensé que ya debía irme. Me dirigía a la puerta cuando la señora Louis me vio pasar desde su cocina. Estaba sentada junto con sus hijos esperando a los otros que faltaban para cenar.
_ Eugenia, ¿a dónde vas si la cena ya está servida?
_ Me debo de ir, señora. Ante mano muchas gracias.
La señora Louis se desanimó pero ya no siguió insistiendo. Mandó a uno de sus hijos a que me acompañara a la puerta. Era Harry quien se paraba de su silla. Harry a pesar de saber las maneras cómo molestarme, era muy caballeroso y muy amable conmigo. Me puso el abrigo con cuidado sin estropear mucho mi cabello. Después me abrió la puerta y salí. Él iba atrás de mí bajando las pocas escaleras de su casa.
_ Te acompañaré por lo menos aquí al autobús de tu casa. _ dijo.
_ Harry. _ Lo llamó su madre abriendo la puerta _ tu padre te habla.
_ Aguarda un momento _ dijo. Yo le asentí.
_ Eugenia, no te quedes allá afuera. Entra. _ Me hizo señas la señora Louis de que volviera entrar a la casa.
La verdad es que si quería volver a entrar porque lo poco que me salí ya me estaba congelando.
_ Harry, tú no la vas acompañar. La va acompañar tu hermano. _ dijo el señor Harold. Pensé en un momento que era Peter el que se había referido, pero no. Era George que aparecía detrás de su padre con una cara total de enfado.
_ George se tomará la molestia de llevarla hasta su casa. Es su castigo, Harry. _ dijo su padre.
Tanto Harry como Peter no dejaban de sonreírle a George en forma de burla. George no soportaba ver sus caras y les dio la espalada cruzado de brazos.
_ Pero cariño, ¿no crees que es algo peligroso dejarlos ir solos?
_ Louis, es más peligroso que Eugenia se vaya sola. Aparte ya es noche y no debemos dejarla con ese riesgo. Al menos nuestro George ya conoce bien por aquí y ya se sabe andar solo por la calle.
_ Harold, sólo tiene doce años. Deja que vaya mejor Harry, él que es mayor que George. O nuestra hija. _ cogió el brazo de su esposo con fuerza.
_ No, querida. Harry no es el castigado ni tampoco nuestra hija. Ellos no golpearon a Peter, fue George, y ahora que cumpla con lo que le ordené hacer. _ cogió a George por el brazo y se lo llevó para que cogiera su abrigo del perchero. Él de mala gana se lo puso y abrió la puerta para salirse.
_ Ve con él, Eugenia. _ me sonrió su padre y yo tuve que salir.
_ Váyanse con mucho cuidado, niños. No quiero que les pase nada. _ acordó la señora Louis con la preocupación en su rostro.
_ Ya, tranquila, cielo. No les pasará nada. _ vi al señor Harold besar a su esposa y en eso también escuché a Harry decirle a George en tono de burla:
_ Disfruta el momento, hermanito.


Doblamos la calle, él me dejaba atrás como sin nada y le decía una y otra vez que me esperara. Él parecía no oír nada, sólo seguía caminando rápido y estábamos por llegar a la parada de autobuses.
Subiendo él primero al autobús pago sus pasajes y se fue a sentar por el medio de los asientos mirando a la ventana. Yo me subí y pagué mis pasajes también. El autobús aún no iba avanzar debido a que se llenaran los lugares de pasajeros. Por lo tanto me senté junto con George.
Por el silencio que me empezaba ya a incomodar le pregunté:
_ ¿Y si sabes dónde vivo?
_ Por supuesto que sí, tonta. Yo ahí viví por casi seis años._ contestó molesto.
_ Qué mal genio tienes. Mil veces prefiero que Peter me acompañara o Harry, o Louis, que todos ellos me agradan. Y no tú, que me caes tan mal.
_ Pues eso le hubieras dicho a mi padre, porque no sabes cuánto yo…yo
_ ¡Tú qué! _ le dije sobresaltada pero después él dejó de mirar a la ventana y se dedicó a mirarme sólo a mí. Me puso los pelos de punta porque algo estaba expresando en su mirada, algo que no sabía cómo yo responderle. Total, lo dejé de ver. Me estaba poniendo muy nerviosa.
_ Pensé que había logrado tener una buena amistad contigo en el hospital. _ dijo con una voz sumamente débil.
_ Deja decirte que yo también pero la verdad es que no sé qué te hice, nos estábamos llevando bien hasta que te dije que debía de abandonar ya el hospital. Parece que eso te molestó demasiado, ahora, el tiempo que ha pasado sigo cayéndote mal como si te hubiera lastimado en verdad cuando tú lo hiciste, de manera no importándote leer mi carta que escribí para ti. _ dije entre cortada la voz. Me levanté y me fui hacia los asientos de hasta atrás para no dejar que me viera llorar.   
En un instante él se levantó después y se fue a sentar al mismo asiento de hasta atrás conmigo.
_ En verdad… sí leí tu carta.

...




 MIS SOCIAS!!!!!! <3 

¡MUCHO LAS EXTRAÑÉ EL TIEMPO QUE PASÓ DEMASIADO RÁPIDO!

¡¡POR FAVOR SIGAN LEYENDO MI NOVELA PORQUE NO PIENSO DEJARLA!!


OJALÁ LES HAYA AGRADADO. 

Como veran éste es el primer capítulo que le pongo un título y al que le cambié el tipo de letra (es que estoy pensando hacerle unos ajustes). 

Por favor dejen sus comentarios.

Ahora, voy aclararles porque me desaparecí un buen ratote.

El motivo de mi ausencia fue que desde la muerte de nuestro querido George Martin no he escrito nada y me involucré a una gran organización sobre un evento que en mi vida marcó para siempre, MIS DULCES XVI. Aquí en México a las chicas que cumplen quince años les hacen una mega fiesta pero MEGA FIESTA donde va mucha gente y que son muy bonitas de celebrar; en este caso mis padres no tenían tanto presupuesto cuando había cumplido los quince años y no se hizo la fiesta, aparte de que no estaba muy segura sí quería que me festejaran a lo grande o no. Después de año nuevo decidí que sí quería al menos una reunión familiar, una comida o una sencilla fiesta para festejar ahora los 16 años. Sin embargo llega febrero y la expo 15 se realiza en el palacio de los deportes aquí en la Ciudad de México, es entoces que me animo a entrar con mi mamá pero sólo con la casualidad de ver qué encontrábamos adentro. Resumo muy rápido: el caso es que después de la EXPO yo salí más convencida que nunca de que sí quería la fiesta de XV años como se celebra (aunque en realidad eran 16). Que tuviera mi vestido, mi vals, el ultimo juguete, el pastel, la corona, las zapatillas, etc. Por lo cual un mes después empiezan los preparativos ya que la fiesta se tendrá que celebrar a lo GRANDE.
Fue un sábado 6 de agosto mi gran día, el mejor día que tuviera en mi vida.

Estuvo tan bonito todo que desearía que se repitiera ese primer sábado de agosto otra vez :"( 
Por eso quiero compartirles después A DETALLE cómo me la pase en mi fiesta, debido a que ustedes son mis SOCIAS y mis AMIGAS de blogger. La verdad es que SÍ PENSÉ EN USTEDES pero eso de que no tenemos tanto contacto y comunicación no pude cómo invitarlas :(

Me hubiera gustado que estuvieran conmigo porque vinieron LOS BEATLES, y si no me creen visiten mi facebook, hay un vídeo donde lo comprueba ;)



Finalmente les dejo dos imagenes: primera una foto de mi fiesta donde voy enterando al salón (en este caso era un castillo, no quiero estar de presumida pero era un castillo muy bonito y grande) y la otra imagen es una sesión de fotos que se realizó por a mediados de julio, hay leugo les comparto toda la galería, jajaja.










¡¡ABRAZOS CALUROSOS A TODAS USTEDES!!



Las extrañé 







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