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sábado, 10 de octubre de 2015

XVII

                                   Episodio 17


Narra Paul:

Los azotes del cinturón que recibí me dejó rojo mi trasero.
Una fue por haber mentido y la otra, la más dolorosa, por haberme robado el dinero ajeno.
Nunca tuve esa mala maña de agarrar lo que no me pertenece, pero por el hecho de ver a Janeth complacida lo hice y me valió.
Llegamos a nuestro nuevo hogar, un barrio que tenía una arquitectura tipo victoriana, pues todas las casas se veían del mismo estilo, sobrias, hechas de ladrillo rojo y con tejado obscuro.
Las calles eran tranquilas y solas, sólo se veía un carro en la esquina frente al banco, seguramente del banquero.

_ ¡PAUL! _ oí la fuerte voz de mi papá. _ ¡Ayúdame! _ me empujó dos maletas gordas.
_ Estas maletas las llevarás arriba por lo mientras _ me entregó la llave y se fue con el señor de la mudanza.

Abrí la puerta y la empujé hacia adelante para poder arrastrarlas.
Me imaginé francamente, que el interior de esta casa era más grande.
Hasta sus escaleras eran estrechas.




Después de varias horas en que nos llevó en meter cosas y muebles, salí por décima vez para ver en qué más podía ayudarle a mi padre, pero él ya le había pagado al señor de la mudanza por su servicio que había dado.
Sólo quedaron unas dos cajas por meter. Eran más que nada, cosas de la cocina y algunos cuadros de la sala.

_ Mamá, deja que te ayude con esa caja._ quise cargar la caja de los cuadros mientras Michael cargaba la otra caja.
_ No Paul, la verdad no está pesada. _ se siguió y entró a la casa.

Me puse las manos en la cintura y vi que ya no había nada que cargar.
En seguida mi papá entró y cerró la puerta. Tal vez no se dio cuenta de que aún estaba yo afuera. 
Entonces me puse a observar las orillas de la casa, los pequeños jardines que la adornaban.


Hasta que presentí la presencia de alguien desde la otra casa de al lado.
Era una chica bastante bonita. Sus ojos los tiene pequeños, su cabello es café y sus labios son una belleza.

_ ¡Hola! Disculpa si te sentiste observado por mí. _ Me regaló una sonrisa afable.
_ No, descuida. Yo so-s-sólo veo los jardines. _ tartamudeé.

Pero qué me pasa, yo no tartamudeo en frente de una chica. Ella se empezó a reír.

_ No te pongas nervioso. No te voy a comer. _ reía _ Yo vine para presentarme, es que me doy cuenta que vas hacer mi nuevo vecino.
_ ¿Así? ¡Qué Bien!
_ Soy Karla Rogers.  _ Me tendió la mano.
_ Paul McCartney _ le respondí el saludo.

Crucé la reja de mi entrada al igual que ella cruzó la suya. Y me cogió de la mano para llevarme justo en medio de la calle. 































_ Mira, el que tiene tejado rojo es mi casa. _ me señaló.
_ ¡Vaya! Tienes más patio que yo. _ quise expresar.

_ No te preocupes, lo puedo compartir contigo.


Salió un señor desde su puerta color blanco.

_ El que está desde la entrada saludándote, él es mi abuelo. ¡HOLA ABUELO! _ lo saludó. Su abuelo se veía amable como ella. Parecen ser buena gente.
_ Puedes venir las veces que quieras. Si necesita algo tu familia o tú, no sé, por ejemplo azúcar para su té, mi abuelo y yo te regalamos. _ dijo ella.
_ Oye muchas gracias Karla. Eres muy amable.
_ No hay de qué Paul. Somos vecinos ¿no?
_ Pues sí. Me han tocado buenos vecinos _ me sentí bien a lado de esta chica.                                   

Esa misma mañana...

Narra George:

No hay mejor lugar que el patio principal del hospital para desperdiciar el tiempo de manera muy estúpida.
Si no tengo mi guitarra no tengo nada que hacer, ahora detesto el hospital como la escuela porque no hago nada de provecho.
Sigo con la irónica idea que el mejor lugar del hospital sin duda es su patio, claro, es muy divertido observar personas enfermas y depresivas circulando el espacio, bajo a un sol muy escondido en las nubes. ¡Pero sí la mañana está muy bien para salir!

Aja, sí claro…

Sentado en la orilla de la fuente que está en el centro del patio se me hizo una hora entera, aunque sé que realmente se habrán pasado unos cinco minutos pero para mí fueron largos y enternos.
Y entonces regresé, sin embargo desde el pasillo veía a mis hermanos aún. Ahora se encontraban cerca de Eugenia mientras que Harry hablaba como vieja con ella y Peter lo escuchaba, a la vez él arreglaba mi guitarra.

Me imaginé que Harry reparaba mi guitarra pero no, prefiere incomodar a Eugenia_ pensé

Cómo hago que se vayan esos dos. Principalmente Harry. Él es capaz de inventarle cualquier cosa a Eugenia, con tal de que la ilusione conmigo. Cosa que no quiero, y menos con ella.

Narra Eugenia:

En la hora de visitas del turno matutino, conocí a Harry, el hermano de Peter y George. Que se me acercó hablarme. Era agradable, me platicaba de muchas cosas, sólo que ya después empezó de una manera a incomodarme, porque me preguntó cuál era el tipo de chico que me atraen.  
No logré en entender por qué quería saber eso.

_ Eugenia, entonces tu chico ideal sería uno que tuviera ojos de color azul o verde, piel blanca, alto y cabello blando. ¿No es así?
_ No necesariamente Harry. _ le respondí.
_ ¿Nunca has tenido novio?
_ De hecho, no. _ bajé la mirada. Y Peter lo notó. Él estaba arreglando la guitarra de su hermano George.
_ Harry. Ya cambia de tema _ le pidió Peter.
_ ¿Te hice sentir mal acaso? _ Me preguntó Harry.
_ No, descuida _ lo miré.
_ Bueno, en qué estábamos. Haaa sí, bueno si dices que no es necesario que te guste un chico rubio alto y ojos de color azul o verde… ¿no te gustaría un chico que fuera un poco más moreno, con ojos cafés igual que los tuyos, con un cabello más oscuro y un cuerpo mucho más delgado al que te imaginas?

Me quedé en silencio, ¿acaso Harry me estaba describiendo a George?
_ Eugenia…responde.
_ Harry…
_ ¡Qué Peter! _ volteó Harry hacia atrás. Ellos dos no se esperaban ver a alguien.

Recuerdo que Harry se llevó una gran sorpresa al ver a mi papá en frente de mi cama. Los dos se avergonzaron, más Harry y fue el primero en que se retiró de la estancia, en seguida fue Peter.
Mi padre se les quedó mirando extraño.

_ ¿te estaban  molestando esos dos? _ me preguntó viéndolos como se iban.
_ No papi, descuida. Gracias por haber venido _ lo saludé de beso en la mejilla _ llegaste en el momento en que ya te necesitaba. ¿Por qué no veniste ayer?
_ Pues he tenido cosas que hacer. Pero vengo a decirte que he encontrado un colegio en que estoy seguro que te agradará.
_ ¡Eso es genial papá! _ Lo abracé.

Narra George:

Al papá de Eugenia lo vi entrar. Llegó demasiado tarde a la visita pero lo bueno es que mis hermanos al ver al señor, ellos como liebres huyeron del gran cazador y dejaron en paz a Eugenia.
El señor se les quedó viendo a mis hermanos con una cara muy extraña.
Me dio risa.
Los vi saliendo en el pasillo.

_ Jajaja, con que así se salen _ les dije en una risa notable.
_ Pues es que te fuiste. _ dijo Peter.
_ Y yo gallito, yo quería conocer a mi cuñadita jajaja _ me alzó las cejas Harry.
_ Ya vete Harry, sólo vienes a causarme molestias, ni si quiera vi que arreglaras mi guitarra _ dije después de quitarle la guitarra a Peter.
_ Sí, ya me voy. _ se fue.

¡Al fin se había ido! pero Peter es el que quedaba ahora. Le pedí que también se fuera pero él dijo:

_ Faltan diez minutos para que acabe la visita.
_ No importa, así llegas temprano a casa.

Peter no dijo nada y antes de que se fuera le agradecí por haber arreglado mi guitarra. Él sólo se fue.
Choqué con el papá de Eugenia al momento en que entraba a la estancia para irme a la cama.

_ Oh, lo siento, señor. _ me sentí apenado.
_ No te preocupes hijo _ me sonrió y se fue.

Al parecer su papá tenía demasiada prisa.
Después vi a Eugenia escribiendo muy contenta en una libreta.
Me acerqué muy lentamente a su camilla a sentarme.

_ ¿P-p-por qué estás así de contenta?

“Mierda, me puse nervioso”

_ Porque mi padre, a pesar de que se tuvo que ir pronto, me dio una gran noticia. _ cerró su libreta en la que estaba escribiendo.


No me esperé su tono de voz, sonó bastante tranquila y ligera.


_ Ah, ya v-veo. _ me sentí cortante pero no quise preguntarle. Se pudo haber molestado.
_ ¿Y tú? Dónde estuviste. _ me preguntó después de un silencio.
_ Allá afuera, ya que me guitarra se había roto me fui a dar vueltas por el patio.
_ Pero tu hermano Peter yo vi que la arregló. La puedes volver a tocar. _ me sonrió, ésta vez lo hacía amigable, diferente.

Me animé a decirle:

_ Pensé que me ibas a ignorar o a decirme las cosas con enojo.
_ No, por qué lo haría.
_ Por lo que ya sabes, te he hecho sentir mal a veces.
_ Pero ahora sé que no lo vas a volver hacer porque te perdoné. Así que tranquilo, podemos llevarnos mejor. _ me tocó la mano. No tenía nada que decir, sólo sé que me perdía en sus ojos.

Paso una semana aproximadamente, era 28 de agosto, la mañana se veía fría y triste, me levanté como todos los días y miré hacia la cama de Eugenia, la cual ya estaba tendida. Eugenia no se encontraba y su padre estaba sentado en el sillón de las visitas, leyendo su periódico. Esto me extrañó el verlo tan temprano, sin embargo lo saludé y me fui a bañar.
Cuando regresé en bata y sacudiéndome el cabello mojado con otra toalla, observé desde la ventanilla que ya estaba vestida Eugenia con una falda de cuadros color café con verde y una blusa color beige. 
Me pregunté ¿acaso ya se va Eugenia y no me dijo nada? Vi a su padre como que volteó a verme y algo le dijo a Eugenia que no alcancé a escuchar, ella volteó a verme y me sonrió, su padre le dio una palmada en la espalda y se alejó. Ella se dirigió a mí y me saludó como siempre muy amable, no le respondí, sólo la miré molesto.

“Por qué se tiene que ir precisamente ahora que nos estábamos llevando mejor y convivíamos más”

_ ¿Te pasa algo? _ no le respondí.
_ ¿Acaso estás enojado? _ me dirigí a mi cama sin verla.

Ella me siguió hasta mi cama y me dijo:

_ No sé qué te pasa, no cambias. Como siempre no me contestas, eres un grosero, me das la espalda, ni porque es el último día que estoy en el hospital, pero en fin, sólo quiero darte las gracias por tu compañía y el tiempo que me diste en algunos momentos para platicar conmigo. Anoche escribí esto para ti _ giré hacia ella y me entregó un papel doblado _ espero que lo leas y comprendas lo que quiero decirte en él.
_ No me interesa lo que diga tu papel _ sin embargo tomé el papel y lo aventé al suelo.

Ella se había desvanecido por completo pero con su enojo se resistió.

_ Si quieres rómpelo, adiós _ se marchó.

Quise detenerla, en verdad lo quise hacer pero no quise despedirme de ella ni mucho menos que ella se fuera.

Se había ido. 

No la vi más.                                                                                                                                          

En la noche...                                                                           

Me acobijé con las sábanas después de ir a lavarme los dientes en el baño.
Cuando contemplé mi mirada a la camilla donde ella solía dormir y estar, me sentí afligido y solo. Ya no tenía nadie con quien platicar, o con quien pelearme a la hora de apagar la luz de la lámpara, o molestarla como solía hacerlo todos los días.
Me sentí arrepentido. No debí comportarme así con ella, por qué lo hice.
El papel finalmente lo había guardado en el cajón del buró.

Narra omnisciente:

Tomó la carta que le dejó Eugenia y empezó a leerla.



27/08/1955


“Todos han escogido cuando levantar o no las voces, eres tú quien decide.
El camino que tomarás, mientras sientes que este amor no te preocupa, eres tú quien decide.

Nadie a tu alrededor va a cargar con tu culpa. 
Nadie a tu alrededor va a quererte hoy, y a lanzar todo por la borda. 
Mañana cuando te despiertes otro día para que me tomes en cuenta o me rechaces de nuevo. 
Ahí donde los días comienzan, me tendrás preguntándome como perdí tu amistad pero lo veo en tus ojos. Y aunque esté a tu lado no puedo cargar con tu debilidad. 
Puedo decidir si me iré con tus bendiciones o suposiciones. 
¿Qué tan alto saltaras?
¿Sera suficiente para poder cosecharlo? 
Sólo tú llegaras al final que tú creaste. Con nadie más que tú mismo para ofender.
Eres tú quien decide.”

Eugenia.


  











Conforme iba recorriendo las líneas de aquélla carta su expresión iba cambiando y volvía a releer las líneas.


Al terminarla de leer pensó…



“¿Qué me habrá querido decir Eugenia en esta carta?
¿Habrá leído el papel que yo una vez escribí?
¿Se habrá dado cuenta? Ah, no sé qué pensar”


George dejó la carta a un lado y trató de conciliar el sueño sin embargo en su cabeza seguía pensando en Eugenia, pensando en si ella se había dado cuenta de sus sentimientos que nunca él expresó y que al contrario siempre lo ocultaba con el rechazo hacia ella.
No podía dormir. Se volteaba de un lado, se volteaba del otro. Se ponía la almohada y no conciliaba el sueño.
Desesperado en la almohada se sentó, se levantó, se volvió acostar.
Estaba profundamente inquieto y pensando en Eugenia.


Continuará…
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Hola a todas :D 

Ayer estaría cumpliendo 75 años de aniversario John Lennon. Pero si lo sabían Sean, también nació un nueve de octubre pero del año 1975  y ayer cumplió ¡40 AÑOS!

Espero subir pronto, porque aparte de que ya conocieron a la nueva chica que estará participando en mi fic (que también fue su cumpleaños ayer, ¡feliz cumple Karla, ojalá te la hayas pasado muy bien!) también quiero decirles que en el próximo cap saldrán más nuevos personajes, ¿quisieran saber quiénes serán?

Bueno chicas, yo me despido con esta imagen.


¡Tengan un buen  fin de semana!

Hasta luego.



jueves, 1 de octubre de 2015

XVI

Episodio 16


Narra Eugenia:
Antes de retirarme de la cama de George vi en la ventana una furiosa lluvia que golpeaba allá fuera y…

 _ ¡Hola Eugenia! _ brinqué del susto.
_ Ay perdón te asusté. _ era Peter.
_ Descuida. Hola. _ esbocé una liviana sonrisa cuando lo miré y pregunté en dónde estaba su hermano.

_ Sigue en los laboratorios. ¿Qué hacías? _ se acercó a sentarse a la cama de George.
_ Yo, nada ¿por?
_ Pues veo que estabas haciendo algo _ me miró preocupado.
_ No, pasaba a ver la guitarra de tu hermano y ya. _ me tembló la voz.
_ Mmmm, ¿pues no gustas tocarla? _ preguntó tímido.
_ Está bien _ sonreí gustosamente.


Peter cogió la guitarra.

_ ¿Por qué no te sientas en la cama? _ palmeó a un lado de donde él se sentó. Yo le negué.
_ Vamos Eugenia, yo te ayudo. 
_ Aquí estoy bien, es que me va costar trabajo en pasarme a la cama.

Él no siguió insistiendo.

Me enseñó todas las partes de la guitarra y después me indicó cómo colocar los dedos para hacer un primer acorde.
                                                                                    
_ ¿Así es? _ le mostré la posición.
_ Sí, sólo aprieta más las cuerdas y con la otra mano trata de rasguearlo hacia abajo.
_ Pero es que mis dedos empiezan a dolerme.
_ Al principio, pero te acostumbraras si la practicas seguido. _ me sonrió.
                                                                         
Me sonrojé por lo horrible que se oyeron las cuerdas cuando intenté rasguearlas.

_ Creo que no me sale. _ hablé en voz baja y me quité la guitarra de mis rodillas.
_ No te desanimes, a la primera, obviamente no te va salir. Vuelve hacerlo.

Quise hacerlo pero no me acordaba de la posición. Peter me tuvo que ayudar. Realmente me tenía él mucha paciencia porque para mí era difícil, y sentía que no avanzaba.

_ Sigue y trata de memorizar ese acorde. Recuerda que no te tienes que desesperar, todo con calma. _ me tocó el hombro

… la cortina se deslizó y encontramos a un George muy sorprendido.

_ ¡¿QUÉ HACES CON MI GUITARRA?! _ se puso frente de mí.
_ La estaba tocando, ¿qué no es lógico? _ le contesté molesta.
_ ¿QUIÉN TE LA PRESTÓ? 
_ ¡Tu hermano! _ le alcé la voz como él me la alzó a mí.

George me arrebató la guitarra y reclamó

_ Peter, por qué andas prestando cosas que no son tuyas.
_ Se la presté porque no quería verla aburrida.
_ Y con mis cosas. _ bufó _ No tienes por qué hacerlo.
_ Y tú no tienes por qué gritarle a ella. _ replicó Peter.
_ No la defiendas.
_ No lo hacía.

George se dirigió a las cortinas y las deslizó de un jalón. Parecía estar muy denso.

_ Vete ya aburrida.
_ Por supuesto _ me salí enojada.






Narra George:

_ Ay Peter _ me toqué la frente _ por qué, por qué permitiste que ella estuviera cerca de mi almohada. Para eso te pedí que no me acompañaras a mis estudios del riñón. Pudo haber ella descubierto algo.

_ ¿Algo como qué? No me dijiste. Qué es lo que no quieres que se dé cuenta.
_ Es que... _ empecé a caminar de un lado a otro.
_ Haber George, pareces un tigre enjaulado. Cuál es la preocupación ¿Tus estudios salieron mal?
_ Noooo, los estudios no me preocupan, es ella _ dije desesperado. _ Qué tal si es que ya la leyó.
_ Leyó qué.
_ ¡El papel! Más de lo que le quiero decir y me cuesta mucho trabajo.
_ ¿Te gusta? _ me quedé en silencio después de lo que dijo. _ George. ¿Te gusta o no? _ volvió a decir.

_ No, simplemente quiero disculparme por lo duro que he sido con ella. Por eso es este papel. _ dije finalmente, lo que quiero decirle.
_ Y por qué no se lo dices de frente.

Peter no iba a comprenderme. 

Narra omnisciente: 

Al padre de Eugenia lo citaron en servicio social. Una señora regordeta lo hizo pasar.

_ ¿Es usted el Sr. Larry Le Brun? _ la señora tenía un aspecto agrio y muy seco.

_ Sí, me han citado.
_ Bueno señor, le queremos informar que su hija la Srta. Eugenia Le Brun Arias no tendrá más derecho de permanecer en este hospital, debido a que ya han pasado varios días, y no ha presentado su pago del servicio que se le da.

_ En esta semana le prometo que se lo daré.

_ Las normas de este hospital no permiten posponerlo para después, es hoy señor.
_ Por favor se lo conseguiré lo más pronto que pueda.
_ Lo siento mucho señor si no es hoy a más tardar en la noche, a su hija la tendrán que dar de alta mañana.
_ Sólo tres días, por favor _ Su preocupación se empezaba a notar mucho.  _ No sé a dónde pueda llevarla. Yo trabajo y no tengo a nadie quien pueda cuidar de ella. Sólo tiene 12 años.
_ Señor Le Brun, no me haga perder más el tiempo. ¿Por favor puede retirarse?
_ No lo haré.
_ Entonces tendré que llamar a seguridad.
_ No me puede estar haciendo esto. ¡COMPREDAME!
_ Lo siento señor, váyase ahora. Tengo a otras personas que atender. _ la señora fue a su lugar y lo empezó a sacar a empujones, Larry se resistía.
_ Tenga consideración, deje que se quede más tiempo mi hija, por favor. _ suplicó Larry.
_ No, váyase.

Larry volvió a entrar y nuevamente quiso insistirle.

_ ¡No me marcharé de aquí hasta que usted deje una semana más a mi hija!

Dos hombres más altos que Larry se acercaron a la trabajadora social.

_ Si usted no se larga por las buenas será por las malas. ¡SAQUENLO! _ La trabajadora social les autorizó a los hombres que se lo llevaran afuera.

_  No por favor, no me saquen. ¡Me tienen que ayudar! _ gritó Larry al último.


Narra Janeth:

Estábamos en frente de la valla que eran dos puertas enanas pintadas de blanco. John me había señalado la entrada principal de su casa pero por la lluvia no pude distinguirla bien. Me acerqué más y a través del orificio de la valla pude ver el color de su puerta.



Iba entrar pero John me detuvo.

_ Espera _ me tocó el brazo _ no tengo llaves para abrir esa puerta. Entraremos por la puerta de la cocina. No sé si alcances a ver esa reja negra.
_ Sí, sí la veo.
_ Ah, pues sólo tengo llaves de esa reja. Más atrás se encuentra el escondido césped de mis tíos y la puerta de la cocina. Ven, vamos.

Me bajé de la bici y seguí a John.

Antes de que entraremos por la puerta de su cocina me advirtió una cosa.

_ Tienes que ser muy cuidadosa en lo que hagas y digas adentro de la casa. Mi tía no te va caer bien, tiene el carácter duro, es muy rigorosa y obsesiva en el orden, conmigo hasta exagera _ recargaba su bici en la pared.

Lo último que me dijo me molestó de una manera:

_ Así que demuestra la educación que te hayan ensañado en tu casa.

¿Me ve muy rebelde? ¿Acaso Inquieta?... ¡¿GROSERA?! _ pensé.

_ Sí, sí. Ya entremos, me estoy mojando.  _ dije desesperada. 

_ Entra. _ me dejó pasar. Prendió las luces y sentí una templada temperatura en toda la cocina.

Oí unos pasos que venían.

Una mujer que no pasa de los cincuenta años, media alta, de muy seria cara, cabello corto y ondulado, y vestida con un anticuado vestido color azul marino, entraba con dos tazas de porcelana blanca que tenía en una mano. Se quedó confundida cuando primeramente me miró de pies a cabeza y luego quedó completamente inmóvil.

_ ¿Quién es ella John? _ se dirigió a él seriamente.
_ Una amiga que conocí en la papelería que siempre voy. _ respondió John. _ ¡Y SI ESTÁ LLOVIENDO POR QUÉ SIEMPRE TE SALES! _ le gritó molesta, llevándose una mano a su cintura. _ ¡MIRA CÓMO ANDAS! ¡PARECES PERRO MOJADO! ¡SUBETE A CAMBIAR DE ROPA, RÁPIDO JOHN! _ le ordenó a regañadiates.
_ Espera Mimí. No sabes el nombre de mi amiga.  _ se acerca a mí para que yo me presentara.

_ Soy Janeth. Un gusto señora… Mimí _ fui lo más amable que pude.
_ Igual, pero por ahora no me llames así. Soy la señora Smith para ti. _ me mostró una cálida sonrisa.

 _ Es mejor que te pongas a secar tu ropa. No quiero que me vayas a mojar todo mi suelo.
_ Sí señora Smith. _ asentí.
_ John, llévala al baño de allá arriba. _ le mandó.

Finalmente nos subimos. Él se fue a cambiar a su recámara y yo me quité mi ropa en el baño pero antes, la tía de John había tocado la puerta fuertemente y yo abrí.

_ Por lo mientras ponte esto _ me dio una bata de ducha _ ¿Y tu ropa dónde la dejaste?
_ Ahí _ apunté al toallero.
_ Pues tiéndela en una soga que tengo yo en mi lavadero de abajo, hazlo ya. _ cerró la puerta. Esta vez no me gustó cómo me dijo las cosas pero estaba haciendo algo por mí. Deberé de darle las gracias después.

Fui al lavadero y vi a John torpemente tratando de tender su pantalón corto.

_ ¿Qué haces?, la ropa no se tiende así tonto _ me burlé a risas.
_ Entonces cómo. _ quiso saber.
_ Así, fíjate.

Cogí dos pinzas de ropa para colocarlas en el borde de su pantalón y así pudiera sostenerse en la soga. John observó.

_ Ahora tiende mi ropa _ le dije cuando terminé de hacerlo y le entregué la mía en una canasta.
_ Estás loca, cuélgala tú, es tuya no mía _ la tiró y a mí eso me enojó.
_ Es para que aprendas. ¡Recoge la canasta y cuelga mi ropa!
_ No lo haré, y para que veas que sí aprendí voy demostrarte pero con mis zapatos.
_ Adelante _ sonreí finalmente.

Sabía que ese pequeño bastardo no iba a poder con sus zapatos.

Lo hizo pero no pudo porque los zapatos no se cuelgan en la soga aunque pudo sostenerse uno por el pedacito de piel que le atoró.

_ Mira Janeth, que sí sé. _ John me desafió pero su pobre zapato después se le cayó en su cabeza. Fue tan gracioso.
_ John, los zapatos no se cuelgan con la ropa. _ reí sin parar.

_ Sí, riete burlona. JA-JA.

John era el serio ahora, después de que su sonrisa de mala gana hizo que me burlara yo aún más.

Una media hora después estuve yo en su cuarto. Me enseñaba algunos dibujos que hacía dentro de la escuela. Me dijo que le encantaba hacer caricaturas burlescas hacia los profesores, que era divertido por supuesto, más que las clases. Eran muy chistosas todas las caricaturas.

Me levanté de la cama en la que estaba sentada, y me fui a la ventana a ver la débil luz del sol que salía. Noté que la lluvia había parado.

_ Mi ropa ya se habrá secado. Iré por ella _ le dije a John dirigiéndome a la puerta.

Me cambié y salí del baño, ahí estaba John echándome la mirada de reojo.

_ ¿Qué te traes?
_ Nada, te hubieras dejado la bata.
_ ¿para qué? _ le fruncí el ceño.
_ Para que te estuvieras más tiempo aquí.
_ Pero ya me voy.  _ me fui hacia las escaleras.
_ ¡Hey Janeth! _ lo miré _ ¿Te volveré a ver? _ dijo.
_ No lo sé.

Bajé las escaleras percibiendo un olor a sopa de tomate de la cocina y salía Mimí con unas cucharas.

_ ¿Ya te vas? _ me preguntó deteniéndose al verme.
_ Sí, le agradezco por prestarme su bata y me haya recibido en su casa. Hasta luego.
_ Espérate. Le diré a John que te acompañe a la puerta. ¡JOHN! _ le gritó desde las escaleras.

Bajaba el chico con una cara no muy agradable y lo seguí hasta la puerta.

_ Oye John fue divertido lo que hicimos. _ reí mientras él me abría la puerta y noté que estaba molesto.
_ ¿Estás enojado? _ le pregunté y él me respondió.
_ Por qué no te quedas a comer y seguimos viendo más de mis dibujos que tanto te hicieron reír.
_ No, ya le causé muchas molestias a tu tía. Ahora que me acuerdo tengo que visitar a una amiga.
_ A qué amiga _ seguía molesto.
_ A una que no veo ya hace mucho tiempo y está en el hospital.
_ Lo dices porque ya te quieres ir. _ arrugó la nariz.
_ Sí así fuera ya me hubiera ido, desde mucho antes pero bueno, adiós.

Salí de su propiedad para tomar el camino y vi a John que aún estaba viéndome desde la puerta y le sonreí, pero él sólo me miraba con seriedad. Se notaba triste creeo que le agradé a ese chico pero quizás ya no lo volvería a ver, porque no vive por donde yo vivo y para volvérmelo a encontrar, será difícil después de todo.

 Narra Paul:

Ya no la busqué más, en mi mente pasó una cosa que debo hacerle caso.

“Janeth ya se fue de aquí, sin importarle que te dejara solo”

Me puse desanimado y me marché con el dinero que pude rescatar en mis bolsillos de mis bermudas. Este día había sido de los peores que me haya pasado. El costoso reloj que había conseguido finalmente aquéllos se lo habían quedado.

“Malditos canallas”

 De nada sirvió ese regalo, de nada.
Todo lo que tomé a escondidas de la caja de ahorros de mis padres fue en vano.  

Me sentí todo un idiota, dejé que me golpearan, dejé que Janeth se fuera, dejé que me robaran. ¡ME DEJÉ ANTE TODO!

Cuando llegué a mi casa, ubicada en la calle Western Avenue,  Michael me había cuestionado demasiado como…en dónde yo estaba, por qué había demorado tanto, por qué tengo mi cara larga, por qué lo ignoro. No es que lo ignore simplemente no era el momento en que le explicara todo, mucho menos de que me habían asaltado. Mi padre, mi mamá y él creen que me fui con Eugenia, y no lo sé si era mejor decirles la verdad aunque me hubieran castigado aún más, pero lo único que quise hacer era tirarme a la cama y dormirme.

La puerta de mi cuarto la había cerrado con seguro. Michael quiso entrar pero no quise dejarlo pasar.

Qué es lo que querrá.

_ Mi papá quiere verte abajo. Dice que quiere hablar contigo, igual mi mamá. Baja. _ Lo escuché decir pero no le respondí ningún “Ahí voy” o “Ahora bajo”
_ ¿Sí me oíste? _ no dije nada, y me puse la almohada en mi cabeza. Ya no quería oírlo.
_ Le diré a mis padres que no quisiste _ se marchó.




Diario de Eugenia:

20/08/1955

Querido diario…

Hace tiempo en que no te escribo, no hay mucho que contarte, los días en el hospital son los mismos pero por George, el chico que me tocó conocer en este lugar, hace que los días sean un poco diferentes ya que en la manera en que me molestaba se le hizo divertido y pues a mí.... a mí también, al menos así no tuve que leer el mismo libro que ya había acabado de leer.
Pero ahora me he enojado en serio con él, y supongo que nos evitaremos.

El reloj marcó una de la tarde con cuarenta y siete minutos. Hoy era sábado y los sábados por la tarde me aburren mucho, por eso no me gustan, además de que no hay visitas a esas horas. Pero lo que se me hizo interesante fue el intento de caminar sin necesitar las muletas y la silla de ruedas. La enfermera Denise me ayudaba sosteniéndome de mis brazos.

_ ¿Cuándo podré caminar ya, sin su ayuda? _ le pregunté.
_ Pues cuando ya tu pie haya reposado lo suficiente, Eugenia.

Después George se acercó a la enfermera a pedirle que ya le trajera de comer. Eso me molestó.

_ ¿No ves que está ocupada conmigo? _ fue lo que le dije a George.
_ No siempre te va atender a ti, también a los demás _ arqueó una ceja obviamente enojado.
_ Oigan, no empiecen. _ dijo Denise antes de que los dos nos dijéramos de cosas.

_ A usted Joven Harrison, le traeré de comer cuando den las dos de la tarde por el momento estoy con Eugenia. Sea un poco más comprensivo.
_ De acuerdo _ asintió George. Y se puso a tocar la guitarra pero de tanto tocarla aparte de que los pacientes se molestaron, a la guitarra de George una cuerda se le había reventado. Oí que dijo “DEMONIOS” y se había enfadado demasiado.

_ Eso te pasa por hacer ruido _ le dije con la razón de que no se enfadara, pero él me ignoró yéndose a otro lado y la que terminó más molesta fui yo.

Odio que la gente me ignore, sobre todo George, él lo hace a propósito.
Finalmente nunca regresó y la comida de su mesa se enfrío. Ahora lo único que irá a comer será una ensalada inglesa, no era de antojo ¡pero vaya!, mucha verdura contenía.

Me llevé una gran sorpresa al momento en que estaba a punto de probar el caldo de pollo. Vi a alguien muy familiar que se ocultaba tras cada pared. Desde luego supe quien era por el pelo largo  y rubio, venía hacia mi camilla con tal de llevarse un cubre bocas y una bata de médico con un estetoscopio colgado en su cuello. Nunca me imaginé que viniera a visitarme mi mejor amiga.

_ “Quelle surprise de vous voir!”_ emocionada le hablé en francés pero ella al parecer no me había entendido nada y se me quedó mirando muy rara.

_ Oye, háblame en el idioma que habla Charles Chaplin, que tus frases en francés ya se me olvidaron. ¿Me entendiste? _ me dijo con un acento que nunca había escuchado y me pareció demasiado divertido. 

_ Oh sí, pero Charles Chaplin nunca habló en sus películas. Bueno, quise decirte ¡Qué sorpresa de verte!

Después me calló con un “SHH” y me dijo que era mi nueva doctora.

_ ¿Cómo te dejaron entrar? ¿De dónde sacaste ese disfraz?
_ Digamos que lo tomé prestado de un doctor.
_ Muy bien doctora Charles. _ le sonreí
_ No soy Charles Eugenia, soy tu doctora Chastain. _ reí y ella también.
_ Janeth, en serio déjame darte un abrazo que te extrañé mucho _ ella se inclinó a la cama para abrazarme.

Me dio tanto gusto a mí como a ella que dijo muy feliz:
_ ¡HACE SIGLOS QUE NO TE VEÍA!

Me preguntó cómo había estado y qué ha pasado sobre mí. Bueno total le platiqué todo y al igual quise saber de ella y su mamá cómo habían estado y cómo les iba en esta ciudad.

_ La verdad es que la ciudad está de polvo, no hay nada de interesante, sólo los hombres de navegar que están en el puerto. _ bromeó al último.
_ Ay Janeth jajaja, eres la misma sólo que ese acento de dónde lo sacaste. _ reí  de mucha gana
_ Vivo ¿cuando salga de aquí me enseñarás la ciudad?
_ ¡Por supuesto Eugenia! Hasta te presentaré a los amigos que he hecho en el barrio que vivo. _ me esbozó una sonrisa. Pero después noté que se tocó su abdomen.
_ Oye Jan, ¿gustas? Te veo con mucha hambre.
_ No gracias, mejor me espero hasta la casa, es que si como tu caldo me acabo el plato. _ reí ante su comentario _ Ahora tengo que tocar un tema contigo.
_ ¡Claro! Qué tema quieres hablar.
_ Sobre la carta que recibí. La leí y en verdad lo siento mucho por todo lo que has pasado, pero hay una cosa que me molestó mucho, ¿por qué no nos avisaron con tiempo que mi madrina había fallecido?
_ Perdón, pero fue algo inesperado que yo misma no aceptaba, y te imaginarás como estaba mi padre. _ se me empezó a cortar la voz.
_ Disculpa, no quise remover recuerdos tristes, pero a mí también me afectó mucho cuando me enteré, porque mi madre me entregó la carta un mes después. _ dijo muy irritada.

Entre el llanto le dije yo:
_ No te preocupes, el sólo hecho de recordar a mi madre y el no haber podido despedirme de ella, me causa una gran tristeza.
_ Perdón que te lo diga, pero aunque tu mamá estuviera muerta, te hubieras despedido de ella.  
_ Lo que pasa es que nunca vimos el cuerpo de mi madre, sólo supimos que se ahogó en un canal pero nunca encontraron su cuerpo.
_ ¡¿QUÉ DICES?! _ se levantó sobresaltada de la cama _ Entonces mi madrina podría estar viva.
_ ¿Por qué lo dices? _ fruncí el ceño.
_ Porque si no encontraron su cuerpo ¿entonces dónde está? _ se hizo un silencio profundo en nuestra conversación.
_ Mejor dejemos de hablar de ese tema, y hablemos de otra cosa. _ dije finalmente.


Narra omnisciente:

 Larry no se quedó con los brazos cruzados y fue con el director del hospital, dando la queja que él había sido tratado de muy pésima gana por la trabajadora social y que era válido levantarle un acta.

Sin embargo Larry había conseguido lo que tanto insistía, dejar unos días más a su hija en el hospital. Por ese lado estaba un poco más tranquilo pero aun debía de buscarle un instituto cuando a ella la dieran de alta.

Visitó el instituto femenil que le había recomendado la mamá de Janeth y dicho de esto, también le comentó que la inscribiera lo más pronto posible, pues era uno de los mejores institutos que había en toda la ciudad y el cupo limitado era solamente para novecientos cincuenta niñas.

 La directora del instituto se encargó de darle informes a Larry. Le informó acerca del programa de estudios y le enseñó las instalaciones que ocuparían las alumnas de primer ingreso.

Al cabo del pequeño recorrido que habían hecho aproximadamente de quince minutos, la directora le dijo por último a Larry:

_ ¿Alguna duda o comentario que quisiera decirme señor?
_ No, ninguna señorita. Le agradezco por haberme atendido de esta forma. Fue muy amable.
_ A usted le agradezco por su visita. Su nombre es…
_ Larry _ respondió.
_ Bueno señor Larry, ojalá inscriba a su hija por estas fechas. Aquí la esperare con mucho gusto el día 5 de septiembre que es el inicio de clases. No lo olvide. La entrada es a la siete de la mañana.
_ Muchas gracias señorita. Lo pensaré. Yo estoy seguro que mi hija estará a gusto aquí.

El hombre se retiró del instituto y quedó un poco más relajado. Se había quitado otro peso de encima.

Más tarde después de haber trabajado como encargado de un local de frutas, que fue el anuncio que encontró en un periódico, a su casa llegó demasiado cansado.

Se arrojó al sillón como el tronco de un árbol después de ser talado.

Ahora lo único que ese hombre tenía en su mente era el antojo del tabaco, aunque nunca entró al círculo de los viciosos. Podría decirse que la última vez en que aspiró uno, fue cuando tenía diecinueve años. Pero ésta vez fue excepcional e iría tercamente por una cajetilla de cigarros.

Fue a los abarrotes y exploró todo el pasillo donde se hallaban diferentes marcas de cigarros. Sólo que Larry quería encontrar uno en especial de nombre “Faros”. Pero se acordó que en México es el único país donde se distribuye esa marca.

Buscó alguna otra diferente en la primera repisa.       



 _ “Oooooh. Ninguna caja de cigarros conozco” _ pensó desanimadamente.

Vio debajo de aquéllas y encontró otras marcas.
De ocho cajetillas que se mostraban, sólo de tres reconoció sus marcas.



 _ ¿Cuál cogeré, Lucky Strike, Pall Mall o Camel? _ Se preguntó él mismo en voz baja.

_ Mmmm, supongo que el cigarrillo Pall Mall sin filtro podría ser menos perjudicial que el tradicional _ comentó un hombre dándole la cajetilla sugerida.
_ Parece que alguien me escuchó _ sonrió Larry y cuando éste levantó la mirada se sorprendió.

El hombre que tenía en frente era Harold, aquél hombre que le vendió la casa.

_ Algo me decía que a ti ya te conocía ¿cómo has estado Larry? _ lo palmeó fuertemente en la espalda.

Salieron de los abarrotes los dos hombres en agradable charla, cuando Harold notó la aparente angustia que reflejaba Larry.

_ ¿Te pasa algo?
_ No, sólo que no tengo forma de encontrar un mejor trabajo. En donde estoy me pagan una miseria. _ Larry se colocó el cigarro en la boca después de responderle muy desanimadamente.

_ Oye regalame lumbre. _ pidió Larry. Harold sacó su encendedor y prendió el cigarrillo de Larry.

_ Gracias. _ empezó a salir el humo después de haber dado una fumada.

_ Y exactamente qué haces_ quiso saber Larry.
_ Manejo autobuses públicos. Pero respecto a lo que me comentaste, puede que te consiga un puesto para ti sólo si...sabes manejar.
_ Sé manejar vehículos pero nunca un autobús. ¿No podré mejor administrar?
_ No Larry, el puesto de administrador ya está ocupado. Pero podrías buscar otras alternativas. _ le sonrió _ ¡Animo hombre! ¡Ya pronto tendrás un mejor trabajo! _ tocó su hombro cálidamente.




Al día siguiente…



Narra Paul:

Después de despertar en una mañana con mucho sol me puse las pantuflas y me bajé con pijama a desayunar, ahí estaba Michael comiendo de su cereal.

_ Hola amigo _ lo saludé revolviendo su cabello.
_ Hola. Oye…
_ Qué _ me senté a servir un vaso de leche.
_ Ya que ayer te la pasaste todo el día encerrado en tu cuarto, que ni si quiera bajaste a comer y a cenar tienes que saber algo…
_ Qué _ alcé la mirada.

_ ¡HEY MICHAEL!, ¿YA BAJÓ TU HERMANO? _  se escuchó la voz de mi papá desde allá arriba.
_ Sí papá. _ respondió Michael.
_ ¡DILE QUE VAYA CON SU MADRE! _ Esta vez lo escuché enojado a mi papá.

Por qué será.

_ Ya oíste Paul, ve con mamá
_ ¿En dónde está?
_ Allá atrás en el césped. _ señaló con su pulgar a la puerta de atrás.

Me levanté y salí afuera. Mamá estaba tendiendo sus sábanas blancas, era sábado y le tocaba lavar.

_ Buenos días Paul.  _ me sonrió al verme.
_ Que tal mamá. Dice Michael y mi papá que querías verme.
_ Sí así es, sólo deja que… _ se estiraba _ cuelgue esta sábana y ahora hablamos. 

“¿De qué querrá hablar conmigo?”

Finalmente acabó y me miró.

_ Paul, necesito que me digas la verdad.
_ Sí _ la miré asintiendo.
_ ¿Tú tomaste la gran parte de los ahorros de tu padre y yo?
_ No. _ mentí desde luego.
_ Ya hablé con tu hermano y él dice que no tomó nada.
_ Tal vez rateros entraron y no nos dimos cuenta.
_ No lo creo. _ negó la cabeza _ Tú y Michael son los únicos que saben en dónde guardamos el dinero. Y vi que falta la mitad.
_ Tal vez los rateros le rebuscaron y vieron esa caja de madera.
_ No Paul, de esta casa alguien lo agarró.
_ Yo no fui.
_ ¿Entonces Michael fue? _ me quedé callado. No quería culparlo, no era justo, pero tampoco tenía el valor de decirles que fui yo, quien tomó la gran parte de sus ahorros para un maldito reloj caro.
_ Paul te estoy hablando
_ No. Me iré a desayunar, tengo hambre. _ me iba a ir pero ella me detuvo tocando mi hombro.
_  Aun no te vayas. Tengo que decirte que ese dinero es necesario para pagarle al camión de mudanzas.
_ ¿Qué? _ no comprendí de lo que me dijo. Ella suspiró.
_ Paul, queríamos decírtelo pero ayer nunca bajaste a la sala. Tu padre y yo encontramos una casa y nos vamos a vivir a ella.

Las cosas no estaban explicadas para mí. Mis padres habían planeado cambiarse de casa y me enoja en que no me pudieron decir nada ya hasta después.

_ Entonces hoy viene el camión de mudanza y quieren pagarle, ¿por qué tú y mi papá no me dijeron nada?
_ Porque aún no sabíamos si esa casa iba ser la opción correcta o buscáramos otra.
_ ¿Pero iré al mismo instituto?
_ Sí Paul. Pero me angustia en cómo desapareció ese dinero ahorrado.

Yo sólo me quedaba viendo cómo mi mamá Mary se mordía el dedo. Mi padre salió y había dicho que yo era el único que lo pude haber tomado. Quise negarlo y hacerles creer que yo no era y tampoco no quise culpar a mi hermano, aunque tuve la intención de hacerlo pero me iría peor.

_ Jimmy ya te dijo la verdad.
_ ¡NO MARY! ¡ESTÁ MINTIENDO Y SERÁ MEJOR QUE DIGA YA LA VERDAD! _ Mi padre se empezaba a desabrochar el cinturón, me dio miedo y mejor le dije la verdad.

Mi mamá nunca se lo esperó por su sorpresiva cara que noté, ella se había decepcionado mucho de mí y entiendo el porqué. Ella nunca me dio un ejemplo tan deshonesto como ése  mi padre tampoco pero él se había enojado mucho más, se había quitado el cinturón por completo.

Salió lo mismo.

_ ¡TE DARÉ UNA LECCIÓN JAMES! ¡ENTRA A LA CASA!

Lo tuve que obedecer.

Narra George:

Escuché decir a la enfermera Denise que a Eugenia pronto la darán de alta.

Que bueno, así tendre más privacidad pero debo antes decirle algo.

Me dirigí a la camilla de Eugenia.

_ Sabrás que mi hermano me insistió tanto en que me disculpara contigo. Así que te pido disculpas por lo poco grosero que fui todo este tiempo.

_ ¿Poco? Fuiste muy grosero George. Pero bueno, estás perdonado. _ volvió a lo que estaba haciendo y yo me fui al pasillo con mi hermano que estaba ahí observándome.

_ Está bien, ya me perdonó. Me puedo ir en paz. _ le dije.
_ Si lo dices George. ¿No que muy hombre ibas hablar con ella? _ sonrió burlonamente Peter.
_ No me importa lo que pienses, yo no voy a decirle nada a Eugenia. No por qué te enseñé ese papel que escribí_ me crucé de brazos.
_ No hubo necesidad de que me lo enseñaras hermano. Yo ya me había dado cuenta desde que la empezaste a mirar al rostro por tanto tiempo. Y... _ lo interrumpí.

_ Bueno, ahora que lo sabes, jamás irás a decirle lo que yo te confesé ayer ¿te queda claro? _ le dije en tono de advertencia.
_ Sí, pero yo que tú no dejaría de hablarle. Son sus últimos días de estar aquí, y yo le haría pasar un buen momento, en lugar de molestarla, o que de plano la ignore como tú lo haces. _ también se cruzó de brazos. _ ella no merece ese trato _ desde el pasillo Peter se le quedó mirando a Eugenia con una sonrisa babosa _ ella es muy linda. _ suspiró.

_ ¡HEY! _ le troné los dedos. _ ponme atención, que te diré que esa niña no tiene nada de linda, ¿no ves que ella está gorda? _ Peter iba a decirme algo pero alguien nos hablaba.

_ ¡Hola! Los estuve buscando por todo este piso.
_ Ah, hola Harry _ lo saludó Peter. _ Supongo que vienes a ver a nuestro hermano.
_ No Peter, yo vengo a repararle la guitarra que me dijiste que él rompió.
_ Ah sí. Fue la clavija y la cuerda que se me destrozó. _ le especifiqué.

Harry me dijo con desagrado:

_ Oye no por qué mi padre te compró una si ni quiera sabes cuidarla.
_ Sólo la estaba tocando Harry, ya vete por ella. _ me molesté.

_ Tranquilo gallito, te dije eso para ver si te molestabas _ se empezó a reír_ dime, dónde está. _ no callaba sus risas.
_ A tres camas de aquí  _ apunté con el dedo a donde se encontraba la guitarra.
_ ¿Es la penúltima?
_
_ Ah ya la ubico, y oye gallito ¿la niña gorda que está en la última cama es tu nueva novia?
_ Callate _ le di la espalda.
_ Jajaja, seguro que . Me extraña que a ti te gusten las gordas.

Tanto Peter como Harry se empezaron a reír mucho, que una enfermera que pasaba cerca de nosotros los tuvo que callar.
_ Jóvenes no hagan escándalo. Están en un hospital.

Le bajaron el volumen a sus burlonas risas y la enfermera siguió su camino.

Yo les dije:

_ Si solamente vienen a esto, mejor no vengan a visitarme, par de tontos.
_ Te gustan las gordas, jajaja. _ Harry me empezaba irritar.
_ Para nada me gustan las gordas ya te lo dije.
_ Entonces ¿por qué te encelaste de Peter hace rato?
_ No es cierto Harry, yo no me encelé de nadie, deja de molestarme.
_ es cierto, a Peter lo vi que la miraba con ojos de enamorado, y a ti George que le tronaste los dedos, parece que no te gusta que nadie vea a tu noviecita del hospital. Jajaja.

_ A me gustan las niñas que tengan el cabello blando y no tengan tanta panza como aquélla niña. _ le dije a Harry.

_ Lo , por eso me acuerdo de la Jennifer. Pero mira... _ se acercó más a para susurrarme_ no puedes estar soltero sin que pase ni si quiera una semana. ¿Verdad? _ me empujó con el codo.

_ Tienes razón Harry jajaja._ llegó a escuchar Peter.

_ Y la tengo Peter, George  consigue novia en la playa y ahora en el hospital que es esa gorda.
_ Oye Peter, de qué lado estás. _ empujé su hombro.
_ De ninguno, pero Harry dice la verdad. Te gusta Eugenia, hermano.
_ George, tu novia tiene nombre de rancho _ se burló este Harry_ aparte no se ve que es de aquí.

_ Creeo que ninguno de los dos recapacitan de lo que les estoy diciendo. Adiós _ me marché de ahí.

Ellos seguían riendo.

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¡Mis queridas SOCIAS!  ¡HOLA!

Después de tanto tiempo ya pude subir por fin mi capítulo, sé que es Jueves y  debería subir cada sábado o viernes pero ...¿para qué esperar? Mejor ¡AHORA! y  no me atrase. 
Ojalá les siga gustando la trama.  Si quieren sugerir algún tip no duden escribirme en el comentario .

A mi hermosa hermana Andrea   , le agradezco de  que me  haya dado un consejo en su fic, lo estoy siguiendo ;)  y también por hacerme esta portada: 

                                  Si le dan click a la portada, encontraran una sorpresa ^_^
La encuentran en la parte de hasta abajo.



Agradezco a mis socias por comentar, GRACIAS. 

Y aaah, antes que concluya esta entrada,  hay una nueva miembro que quiero darle la bienvenida.

¡CON USTEDES...SALMA MC!  

¡GRACIAS POR SER MI SOCIA  Y SIÉNTETE  BIENVENIDA EN ESTA PÁGINA! 

Tengan un buen inicio de mes, feliz día.
Muy pronto estaré nuevamente por acá.




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