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martes, 18 de abril de 2017

XXIII

Episodio 23


Eugenia

“Era difícil entender qué era exactamente lo que trataste de decirme en tu carta. Y creo que hasta ayer lo reflexioné. Pero te haré saber algo…” dijo y por un momento quedó en silencio desviando su mirada a los asientos de adelante.
“Te escucho, George”.
Si él estaba por confesarme lo que realmente piensa acerca de mí ya se estaba tardando.
“Es si…”
“¿Si…?”
“…Si…”
“Venga, qué es lo que quieres hacerme saber”.
“…Es que… sí fue agradable hacerte enojar las veces que fuera posible. Creo que esas veces en que no te ignoraba me gustaba hacerte enojar”.
~¿¿¡¡Eso es lo que se tardaba tanto en decirme!!??~
Ansiaba escuchar de él otra cosa que a mí me hubiera gustado que dijera como “me gustas pero no he sabido cómo expresártelo” o por lo menos me dijera “me gustaría mucho comenzar ahora sí una buena amistad contigo”.
Baaah, creo que he llegado lejos con mis estúpidas ilusiones.
“¿Entonces te sentías bien al hacerme enojar, ah? George, por eso no te soportaba y no te quise cerca de mí. Tan mal nos llegamos a caer que hasta tú también te enojabas porque sí y eras horriblemente grosero. Total, el tiempo seguirá pasando y es posible que en algún momento se nos olvide esa parte de nuestra etapa”.
“Jajaja, creo que será una de las anécdotas que podré contar a mis futuros nietos. Después de todo tuvimos momentos divertidos”.
“Más bien tuviste tú los momentos divertidos”.
El chofer hizo una parada a la cual se le oyó gritar “Arnold Grove”. Ya debía de levantarme del asiento antes que volviera avanzar, por lo que le dije rápido a George.
“Como sea, no creo ya verte, pues este fue el último pago que mi papá realizó de la casa. Así que…”
“Adiós”. Respondió él.
“Adiós”. Respondí.
Bajé del autobús y quedé un tanto parada a la esquina del poste. George al parecer lograba verme a través del apañado vidrio de la ventana trasera y quedó así por un largo momento hasta que el bus se distanciara más allá de la siguiente calle.
Era mejor meterme a casa antes de que mi padre empezara a contar los minutos del reloj.

“¡Eugenia! Hasta que al fin has llegado. Ahora a la cama, mañana tienes colegio”.
Serví un vaso de leche en la cocina y me subí finalmente a dormir, aunque tardé en eso, pues no lograba conciliar el sueño ya que me quedé pensando si era posible en que George llegara a verme otra vez.
~Un sí~, pensé, ya que esta fue su casa y nadie le quita el derecho en que la volviera visitar.

Al día siguiente…

Una mañana del jueves durante el descanso me decidí ir a los campos de atrás con mi almuerzo en la mano. Ahí Andrea yacía sentada bajo la sombra de un árbol solitario y dibujando.
Me acerqué a hablarle en castellano aunque Andrea respondió de distinta manera que no alcancé a entender.
“¿Qué dijiste?”
Bon dia, senyoreta”, lo que quise decir en castellano buenos días, señorita”.
“Ah, ¿y eso fue italiano?”
“No, fue catalán”. Se echó a reír. “No te he platicado que soy de Cataluña”.
“No. Me habías contado que eras de España”. Después de contestarle Andrea se echó a reír.
“No no no, Eugenia. Creo que estás un poco confundida. Te explicaré, claro, si te facilita entenderme el castellano”.
“Sí, Andrea. Adelante”.
Me fui a sentar junto a ella al pasto y entonces ella me empezó a explicar en castellano.
“Cataluña no es un país sino una comunidad autónoma de España”.
“Ah, qué ignorante seré. Juro haber pensado que era un país”.
“Bueno, ahora sabes que no”. Sonrió gentilmente.
Por encima de la gruesa hoja blanca de su bloc de dibujo, visualicé unos grandes ojos que me resultaron haberlos visto antes.
“¿De quién son los ojos a los que has acabado de dibujar?”
“Mmmmm, no me he aprendido el nombre del tío pero le habla muy bien a nuestra amiga Karla. Creo que es su vecino”. Contestó.
“Me hace pensar en un chico a quien conocí un poco antes de ingresar al hospital”. Comenté con reserva.
“¿Sí?”
“Sí. Oye, te han quedado muy reales”.
“Es lo que veo”. Dijo alzando el dibujo a la altura de sus hombros.
“Parece que los tiene completamente fijos a cualquiera que se los quede mirando”. Le comenté.
“¿Y quién es el tío  que conociste en el verano?” Preguntó mientras estaba por sacar su almuerzo de la bolsa.
“Era…”
Alguien se había acercado a saludar a Andrea de beso en la mejilla y noté que era Karla.
“Hola, Eugenia”. Saludó de beso a mi mejilla. “¿Qué hacen?”
“Yo dibujo y hablaba con Eugenia en castellano. ¿Tú qué cuentas?”
“Nada, saliendo de la dirección por mi primer reporte. Ya saben, por la babosa de Lucy que quiso jalarme los cabellos nada más porque le haya dicho que su cabello era artificial. Ah, y Andrea, qué ojos tan más lindos hayas dibujado. ¿Acaso son de mi vecino?” Preguntó Karla refiriéndose al bloc que había dejado Andrea abierto. Ella le respondió con un sí.
“Muy bien. Se los deberías de enseñar algún día”. Sugirió Karla.
“Pues cuando me invites a salir con él yo con gusto se los enseño”.
Solté una risa ligera cuando estas dos intercambiaban sonrisas pícaras.
“Vale, pero conste de que no te eches a corres cuando lo veas y te invite a salir con él”.
“Vale, no lo haré”. Sonrió traviesamente Andrea.
En ese momento dos chicas a las que conozco muy bien pasaron en frente de mí carcajeándose dentro de una conversación animada sin que alguna de ellas, la más alta y de pelo muy largo percatara mi presencia, hablo de Janeth Palacios.
“Ay, Dot, por eso me caes muy bien porque eres tan graciosa y no te tomas las cosas tan en serio como otras que tú ya conocerás”. Y me lanzó una mirada severa. Me pongo a pensar:
~ ¿Me habrá lanzado también esa indirecta?~
Mis amigas con quienes estaba sólo se las quedaron mirando.
“Ésa… era tu amiga, ¿no?”. Apuntó Karla a Janeth.
“Era, Karla. Ésa ya no es mi amiga”.
“¡Qué indiferente se comportó cuando te vio!”. Comentó Andrea. Sin embargo quise desviar a otra parte el punto de conversación preguntándole a Karla si había logrado entrar a danza.
“De hecho tengo que irme. Hoy se abre el taller y el profesor quien la parte me solicita. Las veo en clase”.
“Hey, antes que te vayas, ¿cómo se llama ese amigo tuyo que una vez me presentaste? Es que Eugenia no está muy segura si lo conoce”.
“¿Te refieres a Paul, Andrea?”
“¡¡Exacto!!”. Dijo Andrea apuntando el dedo.
“¿Paul? ¡Paul McCartney!”. Dije al momento de acordarme de él.
“Qué… ¿lo conoces, Eugenia?? Bueno, luego me platicas, tengo prisa en llegar al taller. Nos vemos”. Dijo Karla y se levantó del pasto dejándonos.
 Una vez que se haya acabado el descanso entramos a la clase de química. La clase de química para mí era una de mis peores clases aparte de las matemáticas. El profesor quien la partía no tenía ninguna intención de enseñarnos a nosotras sus alumnas, sólo ayudarnos con lo que él supuestamente le correspondía. 
Yo jamás había estudiado anteriormente química en mi vida, ni si quiera en “Argot”, el colegio internado de París que fui hace un par de años atrás. Nos había dejado una tarea pero la verdad no tuve el mínimo interés de hacerla por lo que le hablé a Andrea.
“Estoy apenada por lo que estoy a punto de pedirte pero… ¿me podrías pasar la tarea?”
“¿Por qué no la hiciste?” Musitó.
“No le he entendido”.
Andrea sacó el formato con el que debía entregarse la tarea de los problemas. Sin embargo estuvo por dármelo cuando unas hábiles manos pasan y le a rebatan el formato.
“¡Vaya! ¡Con que pasando la tarea a la más burra de esta aula!”
“¡Dámela, Lucy!”. Exclamé molesta. Intenté quitarle el formato pero ella lo había escondido detrás de su espalda para así no haberlo yo alcanzado.
“Qué lástima le has de dar a tu amiga Andrea para que te esté pasando la tarea a última hora, Eugenia, o mejor dicho ballena”.
“¡Deja de llamarme así!”
“Si me disculpan voy con el profesor”. Ignoró lo que le había dicho y pasó en medio de las dos.
El profesor había apenas colocado su portafolio encima del escritorio cuando ésta fastidiosa se le acercó acusarnos de inmediato. Entonces todo el mundo calló y el profesor empezó a decir:
“Si ha sido así, ésta tarea queda completamente anulada”.
Después de haber escuchado eso Andrea engrandeció los ojos tanto como pudo y se levantó de su pupitre.
“No, profesor. Por favor no me lo anule, me ha costado hacerla y no se vale”.
“Eso lo hubieras dicho a tu amiga antes, a ver si a la próxima no regalas tu esfuerzo a los demás pasándoles tu tarea”.
Andrea no volvió a dirigirme la palabra durante toda la clase y de las posteriores.


Aprendí a preparar el té de la tarde para calmar un poco mi ansiedad porque estaba por decirle cuando él llegara, y es que tal vez se moleste un poco con mi irresponsabilidad dentro del instituto y sobre todo con las asignaturas que me van mal.
Fui al espejo del baño y me empecé a hablar a mí misma.
“¡¡Hola, padre!! ¿Quieres té el que preparé? Así lo pruebas y te diré lo que pasó hoy, ¡me dieron un reporte!”
~Qué sarcasmo usaste, Eugenia…. No, el hombre es capaz de atragantarse con lo que le tengo que decir. Intentaré de otra manera. ~
“¿Papá, cómo te fue? ¿Bien?, porque a mí me dieron hoy esta tarde un reporte en el instituto”.
~No… seré demasiado brusca en decírselo. ¡Ya sé! ¿Por qué no le digo algo bueno para distraer un poco su enojo y su estrés que a diario lleva? Le diré entonces~:
Papá, te tengo dos noticias. Una buena y una mala. La mala es que tengo un reporte en el instituto por mi irresponsabilidad de no traer tareas en la asignatura de química, aparte de mi deshonestidad por pretender que me pasaran  la tarea. La buena es…”
~Buena pregunta Eugenia. ¿Qué noticia buena le darás a tu querido padre?~
Me quedé pensando en silencio hasta que logré encontrar una noticia cierta y buena que podría decirse:

¡Saber preparar por fin el té de la tarde!



Suaves brisas hacían presencia en una tarde de París y niños aprovecharon a salir a jugar con la encontrada débil luz del sol. Ahí pasaba el joven apuesto a quien hace unas semanas se hacía enterar quién era la hija de su estimado amigo Larry Le Brun. Y es que desde esa primera llamada a principios del nuevo año, Fabien Marcel no había dejado de pensar en lo que le había dicho esa inofensiva voz por teléfono. Durante días había estado buscando el teléfono de Larry Le Brun en los papeles de casa y en el cajón de su escritorio pero jamás lo había encontrado. Decidió ir a la casa donde vivía sólo que en esa casa habitaba ahora una familia ajena a él entonces como última opción era ir a la casa de los padres de Larry y nadie le había abierto un frío atardecer de febrero. 

~Si tan sólo me hubiera dado el número de donde ella llamó~

Cuando pasaba él en frente de los niños detuvo el paso y quedó observándolos, como si uno de ellos le daría la solución a su problemilla, pero quizás un poco más atrás de los niños podría ser. Un alto señor de rubios cabellos caminaba por la acera y se le estaba yendo al hombre por lo tanto lo alcanzó apresurando el paso hasta poderle tocar el hombro y haberlo saludado.
“Salut, Fabien! Comment ça va?!”
“Bien, merci!”. Se estrecharon la mano y abrazaron.
“¿Lleva prisa, señor?”
“No, ¿por qué?”
“Quiero preguntarle ¿Es cierto que Larry se haya ido del país?”
“Es cierto, muchacho. Él ya no vive en este país desde hace ya más de un año”.
“Sí me enteré sólo quería comprobar si era cierto de que él se haya ido a vivir creo a Inglaterra con su hija”.
“Así que lo sabes, ¿cómo es que te enteraste? Haber platícame y vayamos a sentarnos a una banca de parque”.
Fueron hacia el noreste y empezaron a caminar por el pequeño parque de ahí.
“Mire, ¿creerá que hablé con su hija hace dos semanas?”
“¡Eugenia! ¿Cómo es que la contactó?”
“Ella me contactó a mí pero por desgracia la llamada se cortó y ella no volvió a hablarme. Me gustaría volverle a llamar, pues quisiera saludar a Larry y saber cómo le ha ido por allá, después de todo él más que un amigo fue un padre para mí y ha pasado una difícil situación respecto al fallecimiento de su esposa. Lo que se rumora por ahí es que él quedó en banca rota lo que le impulsó a suicidarse, y a su hija la mandaran de vuelta al internado”.
Encontraron una banca sola y fueron hacia ella a sentarse tranquilamente. Entonces Géroux le comentó:
“Más que rumores son falacias, muchacho. Como tú mismo lo has dicho solamente se fueron del país. Tengo que ahorrar dinero para irlos a visitar pero será dentro de dos años hasta que junté una buena cantidad, ya que ando muy gastado con los trámites y arreglos de mi nueva casa que compré en Ottawa”.
“¿También se piensa ir?”
“Dentro de una semana, muchacho”.
“¿Y su trabajo en Nueva York?”
“Con Nueva York ya no tengo nada que ver, ya finalicé ahí mis negocios”.
“¡¿Pero por qué señor?, si le iba tan bien!”
“He decidido comenzar mis negocios y mis propios proyectos a otro país. Es por eso que me voy a Canadá, tengo un socio que me está ayudando a poner una plaza comercial allá por la ciudad, y la verdad me espera otro gran gasto para la construcción de la plaza”.
“Bueno, señor. Eso sí que me da gusto escucharlo, felicidades”.
“Gracias. He estado juntando dinero durante siete años para este plan”.
“Pues que su plan lo lleve a cabo con éxito”.
Lo volvió a felicitar con un abrazo.
“Ah, y a propósito Fabien, ¿no te interesaría progresar conmigo? Digo, creo que ahí en tu puesto de archivista no te ha dejado ver más allá”.
“¿Por qué no mejor se lo pregunta a Larry?, creo que él si le interesaría y aparte sé que saldría ganando con usted”.
“Se lo propuse durante una llamada a larga distancia pero él me dijo que ya se había adaptado a su nueva vida con su hija. Asimismo no puede marcharse así de fácil de la casa que él ya había comenzado a comprar en Inglaterra con su crédito guardado en el banco. Y en parte pues un poco de culpa siento por no haber pensado bien las cosas y ayudara de la mejor manera a Larry y a su hija, pero es que nunca me imaginé que la plaza comercial lograra hacerse.
Él tiene una gran responsabilidad de cuidar a su hija, Fabien. Así que para mí es más sencillo que trabajes tú conmigo puesto que eres joven, audaz y que sabe hacer muchas cosas. Te podría sacar de esa mugrosa oficina de cuatro paredes”.
“En verdad se lo agradezco pero tengo una misión que no pienso dejar al pendiente”.
“Ah, me he olvidado que quieres jugar aún a ser el Sherlock Holmes de París” Brotó risas.
“No precisamente, señor, pero sí hacer algo por el estilo. No sólo en París sino en toda Europa. Es lo que no me niego a ser”. Sonrió Fabien.
“Bueno, suerte es lo que te puedo decir porque éxito no lo sé”.
“En unos futuros años me verá en las más polémicas notas rojas y reportajes policiacos. Se lo aseguro”.
“Está bien, muchacho” Le palmeó el hombro. “Una puesta de mil francos”.
“Ya propuso, créame cuando sea ya un profesional me…”
“Irás a pagar” Dijo Géroux interrumpiéndolo.
“No, al contrario usted me irá a pagar”.
“Busque otra cosa, Fabien, ser detective no te dejará nada”.
“Ya verá que sí”.
Después de un rato más de conversación se hizo un diminuto silencio cuando Fabien aprovechó a pedirle un teléfono donde se pudiera comunicar con Larry.
“Suerte has de tener, Fabien, puesto que aquí en mi portafolio tengo la agenda de mis contactos. La última vez que hablé con Larry, él me llamó y aprovechó en esa llamada para darme su nuevo teléfono que tiene ahora. Con gusto te lo daré”.
Es entonces que Fabien había logrado conseguir el teléfono de la casa de Larry cuando lo había obtenido en un pedazo de papel regalado por la libreta de Géroux. Regresó al edificio rápidamente donde trabaja para usar el teléfono de su oficina. Le urgía llamarlo para tratar el tema con él sobre su esposa que al parecer está desaparecida y no muerta, descubrir si en verdad estaría embarazada y comprobar si no era una broma de mal gusto por parte de la hija de Larry. Todo lo que había recordado de esa llamada lo tenía en mente todo este tiempo, la congoja voz y las palabras de la chica.
El caso que se abriría en investigación le intrigaba y aparte le resultaba muy buen inicio de empezar serio en su nueva labor.




Después de haber hablado con la operadora para hacer una llamada a Inglaterra comenzó a dar línea.
“Sí, ¿quién habla?”
Bonne nuit, me habló una jovencita hace unas semanas y si lo recuerdo bien me dio su nombre. Era Eugenia, hija del señor Larry LeBrun, ¿se encontrará por ahí’?”
“Soy ella, señor”.
 “Salut, Eugenia. No te había dicho mi nombre pero je suis Fabien Marciel, el muchacho con quien habías hablado la vez que marcaste y habías comentado acerca de tu madre.
“…”
“¿Me escuchas?”
Oui. Disculpe, me quedé pensando de cómo había conseguido mi número.
“Oh, no sé si conozcas al amigo de tu padre el Monsieur Géroux.
“Oui”.
“Él me lo dio. Me gustaría saludar a tu padre, aparte quisiera mencionarle acerca de lo que me dijiste. No sé qué tan cierto sea lo que me hayas comentado y quiero consultárselo a él”.
“¿Me está haciendo pensar que no cree lo que le digo?”
“No, Eugenia. Sólo quisiera tratar el tema con tu padre porque al parecer es un poco delicado.
“Escuche, señor…”
“Por favor dime Fabien, no soy tan viejo como me imaginas”.
“Fabien, le agradezco que haya hecho esta llamada que en verdad fue para mí una sorpresa y quizás un poco inesperada. Yo traté de comunicarme con usted pero su número telefónico no sé dónde pudo haberlo guardado mi padre. Sé que lo tiene él pero no me lo quiere dar. Sin embargo qué gusto me da de volver hablar con usted, quiere decir que tiene interés propio de ayudarnos con este caso, aunque me temo que no será posible si no hay una entrega a cambio… ¿verdad?”.
“No, el dinero no me importa ahora. Sé cómo es perder a una madre y yo estoy dispuesto ayudarte a ti y a tu padre”.
De nuevo un silencio volvió a oírse.
“¿Sigues ahí?”
“Creo que se lo había dicho. Mi padre no se tiene que enterar, si usted hablara con él y le dijera todo lo que yo le dije, simplemente le diría que no perdiera el tiempo”.
 “¿Pero por qué me diría eso? Tu padre aceptaría que lo apoyara con cualquier cosa. Te diré, yo no me había enterado sobre tu madre. Quisiera comprobarlo si ella falleció o no. Si realmente ella está muerta entonces mi único trabajo sería encontrar el cuerpo y que sea entregado legalmente a los familiares de la fallecida.
“¿Usted cómo sabe sobre el desparecido cuerpo de mi madre? ¿Mi padre se lo dijo?”
“No, los mismos rumores de por aquí me lo platicaron. Quiero hablar con tu padre y no estaré jugando contigo.
“¡Él no está!”. Colgó.
“¿Eugenia?”.
La línea se empezó a escuchar cortada y entonces él colgó el auricular.
“Bueno, intentaré llamar más tarde”.


En una calmada hora de las siete y treinta en punto, Fabien llegaba a la casa de sus suegros para una cena formal que tenía acordado con ellos esta noche. Mientras ellos se alistaban, Fabien les esperaba sentado en un comedor colosal que al mismo tiempo jugaba con una delicada copa de cristal hasta que ésta cayera a la alfombra. Y es que en ese momento él había escuchado acelerados pasos afuera de la puerta, como si se tratase de alguien que huyera. Entonces llamó a la criada para que fuera abrir y viera quién era.
Al momento de abrir la puerta no se esperaba Fabien ni la propia criada ver a la hija de los señores de esta casa corriendo a los brazos de su legítimo prometido.
“¡Fabien! ¡Te tengo una noticia!”
“Seguramente muy buena porque estás muy fervorosa, dime qué”.
“¡Seremos padres!”.
“¡¡¿QUÉ?¡¡” La dejó de abrazar al momento de escucharla. “¡No lo puedo creer!”
“¡Sí, Fabien! ¡Estoy embarazada!


“¡Ah, qué feliz me haces, Melanie!”
“Estoy tan feliz, Fabien. Esta noche se lo diremos a mis padres. Ya verás que con esta noticia ellos por fin aceptarán la relación que tengo y que tendré contigo. Pídeme si quieres esta noche matrimonio y yo te diré si es que es necesario mil veces que sí”.  
“Amor, quiero solemnemente jurar ante ti que sí seré tu esposo… pero a condición que aceptes vivir conmigo a otro país y hablo de Inglaterra”.  
“A qué quieres ir a Inglaterra, somos felices aquí”.
“Pero no cerca de tus padres o ¿me dirás que sí?”
“Fabien, ni si quiera tienes para darme una casa, menos para un viaje a Inglaterra”.
“Te equivocas, tengo el dinero para irnos sólo que no he podido contarte”.
“Contarme qué y de qué dinero me hablas si apenas ganas un quinto a la semana”. Habló sobresaltada.
“Deja que te diga. Tengo una gran herencia que me dejó mi padrastro antes de que él muriera a causa de su enfermedad del corazón. Le iba heredar a su única familia que tuvo, su hijo de su anterior mujer, quien jamás lo había querido y reconocido como padre, sin embargo su hijo junto a la mamá de él terriblemente fallecieron en un accidente de tránsito. Supiste bien que el señor sufrió mucho con su enfermedad del corazón y que en cualquier momento él podía morir de un infarto. No tuvo a quién heredarle, ni a un pariente aun así el más lejano, más que a mí.
“La suerte que corre en ti, Fabien”.
“Pero no de mi padrastro”. Miró hacia abajo.
“Ese hombre te trataba mal”
“Sí, Melanie, pero al menos cumplía su papel con mi madre y conmigo en darnos de comer y darnos un techo en donde vivir”.
“Aun así no comprendo por qué quieres irte a vivir a Inglaterra si es difícil vivir allá, más si no sabes su idioma y como allá estén el costo de las cosas”.
“Tengo el dinero requerido, tengo el lugar pensado en donde viviremos mientras, tengo las agallas de conseguir un empleo, sé hablar inglés gracias a un gran señor que precisamente se encuentra allá y tengo el deber de ir a verlo para ayudarlo porque me necesita, porque a él se la debo por las cosas que ha hecho por mí”.
 “Fabien... ¿todo esto se lo dirás a mis padres ahora en la cena? Me imagino que sí porque te corresponde como mi futuro esposo decirles tus planes conmigo y quieres formar una vida allá”.
“Es buen momento pero a ti te corresponderá decirles tu decisión.
“Entonces Fabien, prepara los fuertes comentarios que te dirán mis padres si en verdad dejamos Francia por un largo tiempo”.


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¡Hola!

Estudio Guitarrístico + Tareas domésticas + Tareas escolares + Visitas al museo + Estudio de exámen para la Universidad = Abandono del fanfic.
Preparatoria + Química + Matemáticas + Pereza = Propenso a recursamiento

En pocas palabras...






Si Janeth, Sylvia, Salma, Andrea, Ruby, que son las que leen, (aunque ya no he visto comentarios de Syl :"c) pasan por aquí quiero decirles GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO Y SEGUIR APOYANDO MI HISTORIA, LAS QUIERO UN MONTÓN A CADA UNA DE USTEDES Y A LAS QUE ME FALTA MENCIONAR.

Como dice el chef Benito en master chef kids "no dejen de cocinar"



 Yo a ustedes les digo:

NO DEJEN DE ESCRIBIR 




Espero saber algo de ustedes en sus historias o comentarios que dejen abajo.




LAS QUIERE SU SOCIA KAREN!!!!!



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