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sábado, 3 de septiembre de 2016

XXII

Episodio 22



“La mala  espina”


Orlando estaba en Garstone, un lugar incorporado de Liverpool desde ya hace muchos siglos; exactamente vagando por un escondido y olvidado barrio de negros que desde Norteamérica migran para trasportar mercancía en sus ingentes barcos. Sus familias viven en la vecindad de la morada, llamada así popularmente por quienes conocen el barrio y donde Orlando empezó a ver como el nuevo hogar al que debía de acostumbrarse. Vivía con su madre en una misma habitación reducida y rentada por la familia Stovall, una familia afroamericana originaria de la ciudad Kentucky, que se decidieron llevar a cabo una vida más tranquila en un lugar donde la gente no tomara mucha importancia su color de piel.

La casa era vieja y maltratada; estaba construida de materiales muy pobres que con la fuerte lluvia de un sólo día podía arruinarla.
Antes de haberse acercado a la puerta de la casa, su madre deslizó con cautela la cortina de la ventana que yacía en frente de él.














Entró y se quitó el saco al sentir el calor dentro de la casa. Era por la hervida sopa de la cacerola que dentro del pequeño lugar de la cocina se mantenía un absorbente calor.
“Madre, he llegado”. Expresó el muchacho.
 “¡Oh, sorpresa la mía en que llegues a estas horas!”. Contestó la madre con cierta ironía, sin despegar la vista del suéter que estaba tejiendo.
Orlando debió haber pensado que su madre lo esperaba hasta más tarde.
“Madre, a qué no adivinas a quién me encontré en el centro. A una chica hermosa que jamás imaginé verla en Liverpool”.
“Es muy fácil de adivinar, querido. Su nombre es Janeth, la niña que te llegó a enamorar hace unos años atrás”.
“Te equivocas, madre”. Repuso Orlando. “Pensaste en Janeth porque sabemos los dos que ella se fue a vivir aquí con su mamá”.  
“Debe ser tu otra amiga llamada Françoise. Estoy segura que también te robó el corazón en algún tiempo”. Afirmó su mamá pero Orlando nuevamente negó la cabeza.
“No, madre. Es alguien más a quien no olvido”.

Al ver que ninguna y otra era, la madre dejó de tejer y se dedicó a mirar a su hijo pensando si acaso esa amiga que le hablaba la habría conocido.
Por un momento su madre quedó tan pensativa hasta que su boca lentamente dibujó una gran sonrisa.
“¡Puedo recordarlo! ¡¿Te encontraste a  Eugene?”. Exclamó sobresaltada y Orlando le asintió.
“No exactamente se llama así, mamá”.
“Así siempre la hemos  llamado, querido. Ahora dime, ¿qué pasó cuando te la encontraste?” Su madre ésta vez parecía estar más interesada a la conversación que de lo habitual.
“Ésta vez la noté un poco más delgada aunque muy triste y apagada, sus ojos la delatan. No lo sé, me imagino por sus padres. No han de estar con ella otra vez y supongo que los ha de extrañar demasiado”. Contó Orlando.
“Pero qué ha de extrañar de ellos si siempre la han abandonado. Yo resulté más madre que su misma madre biológica. Es más, también hice el papel del papá. Le di todo lo que ellos no pudieron darle”. Mencionó la mujer cruzando los brazos.
“Sí, madre, pero recuerda que sólo me tuviste a mí”. Le acordó el muchacho.
“Ay Orlando, debiste una vez más romperme la ilusión. ¿Nunca te diste cuenta que siempre añoré tener a una niña tan hermosa como Eugene? Aparte tiene un poco el parecido a tu padre, sólo un poco.”
“Quieres decir que se parece a mí y soy hermoso.” Sonrió Orlando, no obstante su madre le comentó:
“Más hermosa que tú y tu padre por supuesto que sí, Orlando. Ella debió ser tu hermana”. El chico frunció ligeramente el ceño.
“Ya te hace falta dormir, empiezas a decir cosas imposibles”. Le dijo esto a su madre riendo con suavidad.
“Pues aunque vengamos de distinta sangre, a Eugene la consideraré siempre como mi hija. Y más vale Orlando, que tú la consideres como la hermana que nunca tuviste”. Dijo su madre.
“Hasta pienso que has de quererla más que a mí. Y no lo dudo, madre”. Comentó por último el muchacho y se levantó por un vaso de agua a la cocina; cuando lo bebió volvió a escuchar la voz de su madre.
“Si fuiste lo bastante listo seguro le pediste su dirección para después visitarla, ¿o no?” 
“No le pedí su dirección pero sí fui lo bastante listo para pedirle su teléfono. Si quieres luego te doy el papel donde está su número anotado para que le llames más tarde”. Respondió Orlando desde la cocina.
A su madre le pareció bien la idea y no siguió hablando más del tema.




Narra Eugenia:


Me había encontrado a Janeth en la panadería de Penny Lane, estaba de espaldas pagándole a la cajera.
“Hola”. Me acerqué a saludarla mientras ella cogía su bolsa de pan y yo ponía mi charola en la repisa.
“¡Ah, hola Eugenia!”. Volteó a verme con una sonrisa. “¿Comprando pan francés para la cena, ah?”.
“Sí, ya conoces a mi padre”. Dijo Janeth.
“Y tú a mi madre”. Contestó.
“Adoran este tipo de pan”. Ambas habíamos reído por decir al mismo tiempo dicho fragmento. Recibí de la cajera el cambio que había sobrado y me dirigí con Janeth a la puerta de la panadería.
“Eugenia, ya no te he visto en los descansos. Me pregunto, ¿cómo te ha ido con la jabalina?”.
“¿A quién te refieres?”. Le arqué una ceja.
“A Winslet, a tu horrible compañera de clases”. Especificó Janeth.
“Ah, sí”. Hice una mueca al recordar a Lucy. “Me molesta mucho, sobre todo en la clase de matemáticas. Sabe que se me complica la materia y entonces me exhibe en frente de todas las demás niñas. Aparte no me deja concentrar cuando yo intento entenderle a los ejercicios del libro. A veces...desearía que la cambiaran de grupo”. Dije esto último con un devastado suspiro.
“¿Y por qué no mejor te cambias tú de grupo?”. Cuestionó Janeth. “Así no convives más con Lucy”.
A Janeth le expliqué y la razón era porque había entablado una muy buena amistad con Karla y Andrea. No pienso dejarlas cuando ahora me han apoyado mucho en las tareas y en los trabajos de clase. Sin embargo Janeth no le hizo mucho caso a eso.
“Es mejor que te cambies, Eugenia. Estarías conmigo y también con Dot”. Sonrió ampliamente Janeth.
Había las posibilidades poderme cambiar de grupo. Me sería muy magnífico compartir con Janeth todas las clases del curso sólo sin que Dot estuviera. Lo que llevo conociendo a ésa niña de diminutos dientes y pelo descolorado en los descansos del instituto, he descubierto que no le agrado mucho. Aunque lo disimula con una sonrisa cada vez que me ve. Aun así me ha dado entender que le incomoda mucho mi presencia.
Salimos de la panadería y antes que fuéramos a despedirnos, Janeth volvió hablar sobre el mismo tema.
“En serio, Eugenia. Si no te cambias de grupo ¿quién te va defender las próximas veces que te molesten?”.
“Tengo a Karla. Ella también es muy buena defendiéndose y no se deja ante nadie. Es como tú, sólo que Karla tiene sus estilos de golpear”.
Janeth presionó sus labios con tanta fuerza como si aquello le hubiera molestado demasiado. Le pregunté por qué se ponía así y Janeth no me respondió hasta dentro de unos minutos después.
“Siendo yo tu mejor amiga me comparas, Eugenia”. Dijo ahora cerrando lentamente los puños.
En cuanto la vi así, le dije que en ningún momento la estaba comparando. Puse mis manos en sus hombros para tranquilizarla pero ella se apartó y me dijo:
“Ya sé por qué no quieres estar en el grupo conmigo. Seguramente me estás cambiando por esas dos, ¿verdad?”.


En ese momento pensé:

¿Cómo se le ocurre pensar eso mi mejor amiga?

“Deja decirte, Janeth. Karla y Andrea sólo…”.
“¡Karla y Andrea!”. Gritó sin que me dejara terminar. “¡Me tienes fastidiada con esos dos nombres de mierda! Siempre me estás hablando de ellas cuando ahora pocas veces nos hemos visto en el descanso. Casi ya no hablamos de nosotras”.
“Sí, ¿sabes por qué? Por Dot. Siempre está al tanto de las conversaciones que tengo contigo. Es a ti quien le platico sobre mis cosas personales, no a Dot. Por algo tú eres mi mejor amiga”.
“Sí, pero ya te dije que puedes confiar en Dot también”.
Guardé aire. Aún Janeth no entendía que Dot es algo difícil tenerle confianza.
“Muy bien, Janeth. Confiaré en Dot cuando primeramente deje de comportarse como toda una hipócrita conmigo”.
“Dot no es ninguna hipócrita. Tú eres la hipócrita porque juzgas mal a sus espaldas y cuando la vez parece que te esfuerzas demasiado en sonreírle”. Exclamó nuevamente molesta.
“Bueno, si tanto estás a su favor por qué no vas y la buscas. Si después de todo con esa Dot te estás juntando más”. Dije con dureza.
Janeth no podía quedarse callada por lo que respondió:
“Buena idea, Eugenia. Es mejor no hablarnos más”. Janeth dio la vuelta y se marchó.
Me sentí muy mal, mi mejor amiga dejándome aquí como si nada. Definitivamente la estaba perdiendo y ella a mí. No puede estar pasando esto otra vez, enojarnos por tener otras amigas, realmente es estúpido. Pelearnos así y no hablarnos solía pasar cuando éramos más pequeñas. Pero honestamente Dot me da mala espina. Sus actitudes me hacen pensar que puede ser quien me haga los rumores en el instituto. La miro y su vista está puesta en cualquier lugar menos a la mía. A cada rato la veo susurrarle cosas al oído a Janeth sin dejar de verme que hasta pienso que habla mal de mí. Janeth queda casi todas las veces desconcertada diciendo cosas como: “nunca me lo imaginaba”, “qué tonterías pero pueden que sean ciertas”, “no me hagas reír”.
Uno de los rumores que he escuchado sobre mí es no bañarme a diario y que llevo una vida similar a la de una vagabunda.
Sea quien diga eso es una mentirosa.
Le llamaría por teléfono a Janeth y le explicaría por qué Dot no me agrada. Así también me gustaría oír sus razones por que no le agradan mis amigas del grupo.

Únicamente lo estaba pensando porque nunca le llamé por teléfono.
En la noche vi a mi padre llegar exhausto y hambriento. Todavía no me enseñan a cocinar en el taller del instituto por lo que me sentía un poco mal por no hacerle la cena, sin embargo a mi padre trato de hacerle sentir mejor en casa.
Cada que llega le quito sus zapatos para darle un breve masaje a sus hinchados pies. Luego pongo a humedecerlos en una tina repleta de agua caliente. Después de hacerlo mi papá estaba por marcharse a la cama ya que mañana debía de madrugar cuando el reloj marcaba más de las siete y cuarto cuando Larry engrandeció sus ojos.
“¡No es posible!”. Se llevó una mano a su frente. “¡Prometí hoy pasarle a dejar el resto de la casa al Sr. Harrison!”
“Pensé que ya habías acabado de pagarle”.
“No, hija. Mientras estabas en el hospital estuve todo ese tiempo hallando la forma de requerir un préstamo para terminar el pago de la casa. Ese hombre es muy buena gente, me pidió que no me preocupara hasta que encontrara cómo pagarle. Cuando me dijo eso yo prometí acabarle de pagar antes de la navidad pero ya estamos en otro año y me avergüenzo que hasta ahora pude completarle”. Explicó.
“No te preocupes más, papá. Éste es el último pago que haces ¿o no?”. Él asintió.
Notaba a mi padre gravemente estresado.

_ Papá, yo voy a ver al señor. Has estado todo el día en la calle matándote horas y horas en el trabajo, mientras tanto yo sólo he estado en la escuela y en la casa casi sin hacer nada, más que los deberes. Yo te puedo hacer el favor.
_ Pero no sabes llegar a Upton Green, Eugenia. Aparte está obscuro y no voy arriesgarme a que te pase algo allá afuera. Recuerda la razón por qué llegaste al hospital.
_ Pero papá, si ésta vez no me voy a llevar la bici. Insisto en que te quedes aquí. _ me levanté por mi abrigo y me preparé para salir.
_ No seas terca. Te vas a la cama en este instante _ dijo molesto deteniendo mi brazo para no abrir la puerta.
_ Papá, en serio voy yo a dejarle el dinero, confía en mí. Sabes que me sé cuidar.

Insistí varias veces con ésta misma frase para que finalmente él se diera por vencido.
_ Está bien _ echó el aire por la boca. _ Pero si te tardas tendré que castigarte cuando llegues. Por favor, regresa lo más pronto posible. _ advirtió.
_ Prometo volver lo más pronto posible para no preocuparte. Dime sólo cómo llegar  a Upton Green.

 Mi papá me explicó el camino cuidadosamente para no confundirme y tomara por otro rumbo. Después me dio un pequeño sobre amarillento y me hizo que lo guardara adentro de mi abrigo.

_ Eugenia, cuidado con ese sobre. Recuerda que ahí llevas una cierta cantidad de dinero, así que no vayas a dejar que te lo quite algún maleante._ asentí segura y me salí con los pasajes necesarios para tomar el autobús.

Upton Green estaba rodeada de casas independientes más grandes de las que uno conoce en Arnold Grove.
Saqué el sobre de mi abrigo para ver una vez más la dirección y recordara el número de la puerta de los Harrison. Después de haber tocado el timbre de su casa unos minutos pasaron y alcancé a escuchar unos susurros que decían "abre tú"  "no, que abras tú"  "abre la puerta, no seas cobarde".
Parecía que ya habían visto a través del visor quién era. Abrieron y vi a Peter.
_ ¡Hola! _ estaba tan nervioso cuando me saludó, al igual que su otro hermano Harry porque noté que no dejaba de mirarme.
_ Oh, ustedes dos dejen pasar a la chica _ llegó la señora Louis detrás de ellos rápidamente con una pala de cocina.
_ Oh cariño, qué haces por aquí tan tarde _ preguntó con cierta preocupación.
_ Buenas noches, lamento mucho molestarla a estas horas, señora Louis. Pero apremio ver a su marido._ dije azorada.
_ Ay querida, él aún no ha llegado. Si gustas esperarlo...ya no debe de tardar. Por favor ve a sentarte con mi hija a la sala. Está de visita y sirve que las dos se conocen. Mientras, pongo a hervir la tetera.
_ Está bien, señora. Con permiso.
_ Propio, querida.
Me sentí en un ambiente sumamente cómodo y agradable gracias a la cordialidad de esta mujer, que me había ayudado a quitar el abrigo para colgarlo en el perchero.
Me fui a la sala de estar a sentarme junto a la joven de pelo claro y de ojos muy parecidos a los de su madre.
_ Tú debes de ser Eugenia. Me llamo Louis, la hermana mayor de estos tres varones que tú ya conocerás. _ me tendió la mano cuando vio sentarme en el otro sillón.
_ Mucho gusto en conocerte. _ respondí _ Veo que te han hablado sobre mí.
_ Así es. No te imaginas lo mucho que mis hermanos se acuerdan de ti. Especialmente George, si es que todavía te acuerdas tú de él. _ me ruboricé al escuchar eso.
_ Claro...no lo he visto desde hace mucho tiempo pero sigo acordándome de él. _ respondí pero traté de no sonar tan tímida.

Tal la magnitud de dos cuerpos fantasmales pasaron a la sala Peter y Harry, ambos muy divertidos subiendo a las escaleras con demasiada prisa.
_ Éstos hombres...son todo un alboroto. _ echó una risa la hermana Louis, moviendo ligeramente la cabeza. Su madre cruzó la sala con la tetera de porcelana y estaba por servir mi taza.
_ Mamá, yo le sirvo. _ Se ofreció su hija.
_ Está bien. Sólo tengan cuidado, está muy caliente. _ Nos acordó la señora y después se retiró de la sala.
_ ¿Azúcar?
_ Por favor.
Louis echó un cubito de azúcar y empezó a revolverle con una cuchara pequeña. Probé y me sabía como si fuera café con leche. Jamás había probado un té tan rico como éste. 
_ Oye Eugenia, sé que tú sí dirás la verdad, sólo si antes puedo hacerte una pregunta.
_ Claro, dime qué quieres preguntarme. 
_ ¿Verdad que no fuiste novia de mi hermano en el tiempo en que los dos estuvieron en el hospital? _ me atraganté el sorbo de té que di y empecé a toser leve. Me quedé un tanto sorprendida ante su pregunta.
_ P-por supuesto que no. ¿Tus hermanos te dijeron esa gran mentira?
_ Sí, fue Harry. Decía todo el tiempo eso pero lo conozco bien. Sé que sólo lo hacía por molestar a George. Oye, ¿estás bien? Parece que no esperabas que te hiciera esta pregunta. Disculpa que te haya hecho casi ahogar. No era mi intención, Eugenia. Pero bueno, dime qué tal Liverpool. ¿Les ha ido mejor a ti y a tu papá?
_ Sí. Trata de sacarme adelante_ demostré una sonrisa, ésta vez no tan notable. Todavía tenía la sorpresa de aquello que escuché.
_ Qué bueno, ojalá tenga la oportunidad de conocerlo algún día. Mi papá dice que es un buen hombre y muy trabajador. Como veras, a él le gusta hablar muy bien de todo el mundo”. Soltó una leve risa.
Sonaron unas llaves desde la puerta.
_ Por cierto, creo que ha llegado. _ dijo asomando su vista hacia la entrada.

Entró el hombre encorvado con los pies arrastrando. Demasiada fatiga se traía encima. Metió las llaves al bolsillo de su saco y una cara de asombro mostró cuando se introdujo a la sala.
_ Vaya, dos sorpresas me iluminan la noche. _ el hombre no dejaba de sonreírnos.
Elevó un poco los brazos para abrazar primeramente a su hija que al parecer no veía tanto tiempo.
_ Papá, por fin conozco a la hija del señor que te compró la casa. Es amigable, me cayó súper bien. _ dijo Louis a su padre sin soltarse de sus brazos.
_ Me alegro, hija. Por supuesto no esperaba verte también a ti, Eugenia. _ vino hacia a mí y me levantó para poderme abrazar.
Es la primera vez que me saluda de esa  manera el señor Harold.
_ Vamos, mientras estés en esta casa tendrás que acostumbrarte a los saludos de abrazo. Recuerda que a los Harrison ya no les debes de tratar como desconocidos.
_ Peter, no lo sueltes.
_ Eso hago pero se pone bien pesado.
_ ¡No me molesten!
_ Vamos George, yo sé que tienes unas ganas de bajar.
_ A que no, Harry. Deja de jalar mi brazo.
_ Niños, ¿qué está pasando? _ Su padre se acercó a las escaleras donde estaban Peter, Harry y…George, que lo obligaban a bajar.
_ Es George, papá. Que no quiere bajar a cenar. _ dijo Harry a su padre.
_ Porque todavía no es la hora _ escuché la voz de George. No podía verlo bien porque estaba más arriba de los escalones.
_ ¡Bajen ya los tres a cenar, ya es hora! _ ordenó su padre.
_ Iré ayudar a la cocina. _ Me musitó Louis.
Seguían sus hermanos obligando a George a que bajara. Seguro no quiere verme, ni yo a él por supuesto.
_ Señor Harrison, me retiro. Me dio mucho gusto saludarlo. Ah, y tenga el sobre. Es el último pago que le entrega mi padre. _ él lo recibió y lo guardó en el cajón de un mueble delgado que estaba de su lado. Yo ya me estaba yendo de la sala.
_ Espera, Eugenia, ¿no te quedas a cenar?
_ No, muchas gracias. Mi padre me espera en casa y me dijo que no me tardara.
Escuchamos un fuerte golpe en las escaleras. Se habían caído Harry y Peter de cabeza.
_ ¡OH PAGARÁS POR ÉSTA, GEORGE! _ Se quejó Harry sobando su cabeza.
_ Iré por él _ dijo Peter levantándose.
Harold fue ayudarlo y le dijo que fuera ya a poner la mesa para la cena. Él lo obedeció y antes que saliera de la sala me dijo:
_Disculpa a mi hermano. Se pone así cada vez que sabe algo sobre ti. _ sonrió sutilmente y se fue.
Se oyó una discusión fuerte desde allá arriba. George le gritaba a Peter que dejara de obligarle a que bajara.
_ Haber George, por qué no quieres bajar. _ oí a Peter preguntarle.
_ ¿Todavía lo preguntas, sabiendo por qué? _ habló muy irritado George.
 Se escuchó que los dos se tiraron al suelo para golpearse. Su padre subió rápidamente para detenerlos.
_ ¡Qué les pasa! ¡Tenemos visitas y ustedes como si nada se comportan como dos salvajes! _ escuché al señor gritarles.
_ Lo siento papá, pero George me atacó en el suelo. _ justificó Peter.
_ Baja ahora. En un momento hablo con tu hermano.

Peter fue el siguiente en bajarse y pasó en frente de mí, tenso sin decirme nada. Pensé que ya debía irme. Me dirigía a la puerta cuando la señora Louis me vio pasar desde su cocina. Estaba sentada junto con sus hijos esperando a los otros que faltaban para cenar.
_ Eugenia, ¿a dónde vas si la cena ya está servida?
_ Me debo de ir, señora. Ante mano muchas gracias.
La señora Louis se desanimó pero ya no siguió insistiendo. Mandó a uno de sus hijos a que me acompañara a la puerta. Era Harry quien se paraba de su silla. Harry a pesar de saber las maneras cómo molestarme, era muy caballeroso y muy amable conmigo. Me puso el abrigo con cuidado sin estropear mucho mi cabello. Después me abrió la puerta y salí. Él iba atrás de mí bajando las pocas escaleras de su casa.
_ Te acompañaré por lo menos aquí al autobús de tu casa. _ dijo.
_ Harry. _ Lo llamó su madre abriendo la puerta _ tu padre te habla.
_ Aguarda un momento _ dijo. Yo le asentí.
_ Eugenia, no te quedes allá afuera. Entra. _ Me hizo señas la señora Louis de que volviera entrar a la casa.
La verdad es que si quería volver a entrar porque lo poco que me salí ya me estaba congelando.
_ Harry, tú no la vas acompañar. La va acompañar tu hermano. _ dijo el señor Harold. Pensé en un momento que era Peter el que se había referido, pero no. Era George que aparecía detrás de su padre con una cara total de enfado.
_ George se tomará la molestia de llevarla hasta su casa. Es su castigo, Harry. _ dijo su padre.
Tanto Harry como Peter no dejaban de sonreírle a George en forma de burla. George no soportaba ver sus caras y les dio la espalada cruzado de brazos.
_ Pero cariño, ¿no crees que es algo peligroso dejarlos ir solos?
_ Louis, es más peligroso que Eugenia se vaya sola. Aparte ya es noche y no debemos dejarla con ese riesgo. Al menos nuestro George ya conoce bien por aquí y ya se sabe andar solo por la calle.
_ Harold, sólo tiene doce años. Deja que vaya mejor Harry, él que es mayor que George. O nuestra hija. _ cogió el brazo de su esposo con fuerza.
_ No, querida. Harry no es el castigado ni tampoco nuestra hija. Ellos no golpearon a Peter, fue George, y ahora que cumpla con lo que le ordené hacer. _ cogió a George por el brazo y se lo llevó para que cogiera su abrigo del perchero. Él de mala gana se lo puso y abrió la puerta para salirse.
_ Ve con él, Eugenia. _ me sonrió su padre y yo tuve que salir.
_ Váyanse con mucho cuidado, niños. No quiero que les pase nada. _ acordó la señora Louis con la preocupación en su rostro.
_ Ya, tranquila, cielo. No les pasará nada. _ vi al señor Harold besar a su esposa y en eso también escuché a Harry decirle a George en tono de burla:
_ Disfruta el momento, hermanito.


Doblamos la calle, él me dejaba atrás como sin nada y le decía una y otra vez que me esperara. Él parecía no oír nada, sólo seguía caminando rápido y estábamos por llegar a la parada de autobuses.
Subiendo él primero al autobús pago sus pasajes y se fue a sentar por el medio de los asientos mirando a la ventana. Yo me subí y pagué mis pasajes también. El autobús aún no iba avanzar debido a que se llenaran los lugares de pasajeros. Por lo tanto me senté junto con George.
Por el silencio que me empezaba ya a incomodar le pregunté:
_ ¿Y si sabes dónde vivo?
_ Por supuesto que sí, tonta. Yo ahí viví por casi seis años._ contestó molesto.
_ Qué mal genio tienes. Mil veces prefiero que Peter me acompañara o Harry, o Louis, que todos ellos me agradan. Y no tú, que me caes tan mal.
_ Pues eso le hubieras dicho a mi padre, porque no sabes cuánto yo…yo
_ ¡Tú qué! _ le dije sobresaltada pero después él dejó de mirar a la ventana y se dedicó a mirarme sólo a mí. Me puso los pelos de punta porque algo estaba expresando en su mirada, algo que no sabía cómo yo responderle. Total, lo dejé de ver. Me estaba poniendo muy nerviosa.
_ Pensé que había logrado tener una buena amistad contigo en el hospital. _ dijo con una voz sumamente débil.
_ Deja decirte que yo también pero la verdad es que no sé qué te hice, nos estábamos llevando bien hasta que te dije que debía de abandonar ya el hospital. Parece que eso te molestó demasiado, ahora, el tiempo que ha pasado sigo cayéndote mal como si te hubiera lastimado en verdad cuando tú lo hiciste, de manera no importándote leer mi carta que escribí para ti. _ dije entre cortada la voz. Me levanté y me fui hacia los asientos de hasta atrás para no dejar que me viera llorar.   
En un instante él se levantó después y se fue a sentar al mismo asiento de hasta atrás conmigo.
_ En verdad… sí leí tu carta.

...




 MIS SOCIAS!!!!!! <3 

¡MUCHO LAS EXTRAÑÉ EL TIEMPO QUE PASÓ DEMASIADO RÁPIDO!

¡¡POR FAVOR SIGAN LEYENDO MI NOVELA PORQUE NO PIENSO DEJARLA!!


OJALÁ LES HAYA AGRADADO. 

Como veran éste es el primer capítulo que le pongo un título y al que le cambié el tipo de letra (es que estoy pensando hacerle unos ajustes). 

Por favor dejen sus comentarios.

Ahora, voy aclararles porque me desaparecí un buen ratote.

El motivo de mi ausencia fue que desde la muerte de nuestro querido George Martin no he escrito nada y me involucré a una gran organización sobre un evento que en mi vida marcó para siempre, MIS DULCES XVI. Aquí en México a las chicas que cumplen quince años les hacen una mega fiesta pero MEGA FIESTA donde va mucha gente y que son muy bonitas de celebrar; en este caso mis padres no tenían tanto presupuesto cuando había cumplido los quince años y no se hizo la fiesta, aparte de que no estaba muy segura sí quería que me festejaran a lo grande o no. Después de año nuevo decidí que sí quería al menos una reunión familiar, una comida o una sencilla fiesta para festejar ahora los 16 años. Sin embargo llega febrero y la expo 15 se realiza en el palacio de los deportes aquí en la Ciudad de México, es entoces que me animo a entrar con mi mamá pero sólo con la casualidad de ver qué encontrábamos adentro. Resumo muy rápido: el caso es que después de la EXPO yo salí más convencida que nunca de que sí quería la fiesta de XV años como se celebra (aunque en realidad eran 16). Que tuviera mi vestido, mi vals, el ultimo juguete, el pastel, la corona, las zapatillas, etc. Por lo cual un mes después empiezan los preparativos ya que la fiesta se tendrá que celebrar a lo GRANDE.
Fue un sábado 6 de agosto mi gran día, el mejor día que tuviera en mi vida.

Estuvo tan bonito todo que desearía que se repitiera ese primer sábado de agosto otra vez :"( 
Por eso quiero compartirles después A DETALLE cómo me la pase en mi fiesta, debido a que ustedes son mis SOCIAS y mis AMIGAS de blogger. La verdad es que SÍ PENSÉ EN USTEDES pero eso de que no tenemos tanto contacto y comunicación no pude cómo invitarlas :(

Me hubiera gustado que estuvieran conmigo porque vinieron LOS BEATLES, y si no me creen visiten mi facebook, hay un vídeo donde lo comprueba ;)



Finalmente les dejo dos imagenes: primera una foto de mi fiesta donde voy enterando al salón (en este caso era un castillo, no quiero estar de presumida pero era un castillo muy bonito y grande) y la otra imagen es una sesión de fotos que se realizó por a mediados de julio, hay leugo les comparto toda la galería, jajaja.










¡¡ABRAZOS CALUROSOS A TODAS USTEDES!!



Las extrañé 







miércoles, 9 de marzo de 2016

Recordemos en nuestra memoria a...

George Henry Martin


Anteriormente había puesto un comentario en la otra entrada sobre esta noticia que a todos nosotros como fans de los Beatles nos afectó. 
Pues otro grande de los grandes se nos ha ido, y entonces decidí hacer este espacio en donde recordemos al fabuloso George Martin. 

Un hombre que muchos lo hemos llamado "el quinto beatle" . Un verdadero caballero que merece ganar el respeto de todos nosotros, un hombre a quien se le admira y agradece por toda su larga y asombrosa trayectora musical. Por su trabajo que nos ha regalado con los Beatles, y no sólo con ellos sino también por su trabajo con Elton John, Mary Hopkin, Cilla Black, Celine Dion (una talentosa cantante de Canadá) Kenny Rogers y entre otras celebridades. 


En el video escucharan la pista que más me gustó en lo personal de George Martin y su orquesta:

"Elefantes y Castillos"











Extraordinario maestro y productor musical: 

Gracias por esa maravillosa creatividad que nos ha demostrado en las canciones del cuarteto de Liverpool, sus buenos consejos y arreglos que aportó en varias orquestas y piezas musicales. 
Realmente fue alguien quien hizo la magia en todo un estudio.

¡Buen viaje!



Descance en paz eternamente Sir George Martin. 



















martes, 8 de marzo de 2016

XXI

Episodio 21

Narra Janeth:

¡Demonios! Me he perdido.
¿Por dónde está la casa de John?
Ah… lo recuerdo. Es por Mendips. Sólo podré llegar allá si encuentro antes un W.C.
Ó al menos que apriete más el útero, si es así como se puede uno aguantar de la meada.

“¡Carajo, no debí de tomar tanta agua después de salir a correr!”

Me hallé en Mendips y faltaba localizar el número en donde la casa se encontraba. Si la memoria no me fallaba era el No. 251. Aunque finalmente no fue necesario encontrarlo porque a John lo vi y posaba en las puertas enanas mientras me veía llegar.  Qué raro no ver ahora en la entrada de su casa, la valla blanca de la otra vez.


_ Me imagino que ya estuviste un buen rato en esa posición. _ dije acercándome.
_ Para esperarte por casi media hora, sí_ se cruzó de brazos. _ Quedamos a la una en punto. _ dijo algo molesto.
_ Disculpa por mi impuntualidad pero sólo te hice esperar unos veinte minutos. No fue mucho. Y bien, ¿qué es lo que haremos? _ dije empujando la puerta enana para entrar.
_ Pues… yo sé que ayer te dije que te invitaría a mi casa pero en realidad prefiero que vayamos a un lugar abierto. Mira, hoy salió el sol, cosa que pasa muy rara vez. _ Lo escuché decir mientras yo me sentaba en el pasto.
_ ¿Estás pensando ir a Strawberry Filds? _ pregunté.
_ No, a otro lugar pero en compañía de unos cuántos más. Llevaremos unas sodas y frituras para compartir. _ sonrió.
Hice una mueca porque no estaba muy convencida de ir con otros que no conocía. Finalmente sin mover tanto las piernas para no orinarme, me levanté y dije _ Está bien John, ¿sólo me dejas pasar a tu baño? Es que desde que me bajé del autobús tengo unas ganas de mear. _ John se echó a reír _ Claro, ten la llave.
Antes de haber girado la cerradura de la puerta con su llave, le pregunté a John si su tía estaba ahí. Me respondió que no me preocupara porque ella salió a comprar la despensa. Agarró un balón de fútbol y se puso a jugar.
Cuando me terminé de secar las manos, a John lo vi desde la sala leyendo entretenidamente el diario, cosa que se me hizo gracioso y no sé por qué.
_ ¿Ya viste este anuncio? _ me señaló desde el periódico. _ Rebelde sin causa se estrenará este mes. _ le quité el periódico y vi la portada. John tenía razón, la película se estrenara a finales de octubre.
_ Espero muy pronto su estreno y ojalá la puedan pasar en alguno de los cines de Liverpool porque ni loca me perdería esa película. _ expresé mirando la portada. El rostro de James Dean me provocó todavía nostálgia por tan sólo recordar la devastadora noticia de ayer.  Ni si quiera el estreno de la película él alcanzó a ver.






Al salirnos noté luminosos rayos del sol destellar en las ventanas de su casa.
_ Tu casa es la más bonita de aquí._ comenté admirada.
_ Es verdad, nadie tiene más bonita casa que yo _ expresó John con mucha arrogancia.
_ Ay sí, como si fuera una mansión para decirme eso. _ le dije.
_ No la es pero cuando sea famoso y millonario, compraré una mansión y te lo diré de esa manera. _ Lo ignoré.
John sacó la bici y me coloqué en el asiento de atrás, que por cierto era un asiento muy duro para sentarse.
_ Entonces, ¿a dónde vamos?
_ ¿Has escuchado de Quarry Bank School?
_ Sí, tengo algunos amigos que van ahí. ¿Pero para qué quieres ir allá si hoy es sábado?
_ Te lo explico cuando lleguemos. _ se subió a la bici.
Después de salirnos de una calle y continuar con la siguiente, John se empezó a quejar por lo que él se a orilló en la banqueta.
_ Oye me he cansado, hay que turnarnos. Así uno descansa y el otro continúa manejando _ propuso.
Acepté y entonces intercambiamos lugares. Subí mi otro pie al pedal para avanzar pero al ver que inmediatamente la bici se iba de lado puse de nuevo el pie para detenerme. Lo volví a intentar pero por el peso de John me seguía desequilibrando, aparte sentía mucha carga. Seguí con un tercer intento que no resultó por lo que John se desesperó y me empujó la espalda con la frase diciendo que avanzara de una vez por todas. Tenía las ganas de azotarle su bici e irme, pero guardé la calma y me dije a mí misma de que podía avanzar. Intenté otra vez y pude. Sólo que después la bici se volvió a ir de lado. Tuve que parar.
_ ¡No pierdas el tiempo rubia! ¡Avanza! _ gritó de nuevo empujando mi espalda.
_ ¡Eso trato de hacer John! ¡¿Cuál es tu jodida prisa?! _ giré a verlo muy irritada.
_ Ninguna, pero ya me hiciste esperar veinte minutos antes, que no se te olvide.
_ No se me olvida _ respondí molesta.

Volví a intentarlo y si no podía pues dejaría a John en la calle. Sin embargo ese último intento valió la pena aunque ésta vez con mucho esfuerzo. Por fin pude equilibrarme con el peso de John en su bici. Él vio que pude avanzar aunque lento pero pude, y se mantuvo callado casi en toda la calle. Después al final de cruzar la siguiente avenida llamada Harthill, John volvió a molestar.
_ Eres muy lenta y eso que no llevas a un obeso. Maneja más rápido.
_ ¡John sí pesas, no creas que eres de vara! _ exclamé enojada _ Aparte a ti ya te toca.
_ No me digas que te has cansado.
_ ¡Por supuesto que no! _ dije _ pero ya descansaste _ paré la bici y esperé a que se bajara.
A pesar de que ya estábamos por llegar a Quarry Bank School, una vez más John se quejó y me pidió que manejara. Sentí que se estaba pasando de abusivo porque él sólo manejó la bici a media calle.
_ Si te cansas ahora, quiere decir que yo aguanto más que tú y eso que pesas más que yo.
_ Pero tú eres lenta _ se reía _ y eso dice todo.
_ ¿Qué dice?
_ Que soy más rápido que tú Janeth.
_ Te puedo demostrar que no _ respondí. John paró la bici y giró a verme con una sonrisa.
_ ¿Me estás desafiando? 
_ Si así lo tomas… puede que sí. _ aventé mi cabello hacia atrás para mostrarle que estaba dispuesta a retarlo de esa manera.
_ Entonces tenemos pendiente una carrera de bicis. _ guiñó el ojo.
Finalmente John siguió manejando.
Cuando llegamos fuimos a donde se oían trabajar unos cuantos chicos afuera del instituto. Uno que estaba sentado giró a vernos. Vi que era Eric Griffiths.
_ ¡Mira, ha llegado por nosotros John y creo que viene con una chica! _ golpeó el brazo del otro chico que se encontraba de espaldas.
_ ¿Con una chica? _ volteó a ver. Era un chico con gafas. _ ¿Janeth? _ acomodó sus gafas para verme mejor.
_ Sabes mi nombre, ¿quién eres…?_ después me sorprendí llevando una mano a mi boca porque pude reconocer al chico de gafas y era Rod Davis.
_ ¿Oye Rod esa chica sí es Janeth? 
_ Veo que sí Eric, es ella. _ Me sonrió el chico de gafas.

 _ ¡Entonces hola Jan! Ah… y hola John _  borró esa sonrisa Eric cuando miró a John.
_ ¿Hola? _ estaba confundido John.
_ Ho-ola Jan _ me saludó tímido Rod.
_ ¡Qué tal Rod! _ le respondí.
John volteó a verme.
_ Haber, espera ¿Cómo conoces a ellos dos? _ cuestionó.
_ Mejor dime cómo tú los conociste.
_ Son parte de mi pandilla. _ respondió.
_ ¿Pandilla? _ arqué una ceja _ Interesante, cuentame más.
_ No, ahora no Janeth. ¿Dime, cómo se conocen?
_ A Janeth la conocimos en un barrio pobre porque una vez un idiota la estaba molestando y Eric y yo pensamos en ayudarla, pero al darnos cuenta que podía defenderse sola nos quedamos observándola _ respondió Rod _ Janeth es muy buena peleando.
_ Sí, y esa tarde nos dio todo un espectáculo _ agregó Eric. John los miró incrédulo.
_ ¿Ah sí?, pues cuando la vea en una pelea y ella gane les creeré. _ me miró severamente  John.
_ Ya te tocara ver _ palmé su espalda. _ En fin. A ustedes dos extraño verlos hoy _ me dirigí a Eric y a Rod mientras me iba a sentar a la banca que tenían en frente _ ¡Por favor chicos es sábado!, qué diablos andan haciendo por acá.
_ Pues cumpliendo con nuestro castigo Janeth _ dijo desanimado Rod, volviendo a lo que estaba haciendo.
_ Por eso venimos hoy. Desde la mañana estamos aquí._ dijo Eric _ Y tenemos que terminar de limpiar esas pizarras que están muy sucias por el polvo del gis, y las mesas _ me señaló las mesas de madera que estaban muy rayadas.
_ Pensé que ya habían acabado _ dijo John sentándose a un lado mío.
_ Pues has visto que aún no _ dijo Rod ocupándose de llevar una pizarra que ya había acabado de limpiar.
_ Se nos va ir la tarde y entonces para qué vengo aquí. _ bufó John.
_ ¿Tú por qué no estás con ellos? _ cuestioné.
_ Porque yo me salvé de los maestros. _ sonrió y me subió varias veces las cejas como si se tratara de una maldad que ocasionó. Eric y Rod lo voltearon a ver molestos.
_ Por culpa de John por eso a nosotros nos castigaron, Jan. _ Eric me dijo un poco molesto.
_ Y es por eso que hoy… _ aclaró su garganta John _ les compararé comida y los invitaré al parque para demostrarles que me siento tan apenado que sufran por mí. _ reí por la forma en que lo había dicho, imitando muy chistosamente la voz de una mujer desamparada que incluso a los chicos les hizo gracia.
_ ¡Ah, entonces con ellos iremos al parque! _ expresé animada _ ¡Nunca pensé que tus amigos fueran los míos! _ dije levantándome para ayudarles.
Vi que John no hacía lo mismo.
_  Venga John, hay que ayudarles y así a lo mejor nos podemos ir más pronto.
_ No me queda de otra. Me iré a sentir castigado. _ respondió con un pesado fruncido de ceño.

Sólo Eric tuvo que encargarse de limpiar las mesas porque creímos que John le ayudaría pero él se había encontrado en el suelo un gis partido en dos, que se puso a perder el tiempo dibujando en la pizarra no sé qué cosas tan desagradables.
Rod y yo nos encargamos de limpiar las pizarras con los algodones que no estaban tan húmedos. Al terminar de limpiar y recargar todas las pizarras en la pared, quedamos totalmente con el polvo del gis en nuestras ropas, que a la vez nos hacía estornudar y que sin embargo nos hacía reír.
_ Bien, sólo falta recoger y acabamos. _ dijo Eric jugando con el trapo en sus manos.
_ ¡Ahí viene el director! _ avisaron unos chicos cuando vieron avecinarse la sombra de un adulto.
_ ¡Escóndanse! _ nos dijo Rod un poco alterado.
Inmediatamente me metí debajo de la mesa con John.
 Rod había colocado una manta blanca encima de la mesa y la deslizo hacia abajo hasta casi arrastrarla, para asegurarnos en que el director no se asomara y nos encontrara. A continuación únicamente pudimos ver pies circular alrededor del patio. Los pies más cercanos que teníamos en frente eran los de Rod, quien era el que principalmente nos estaba ayudando a escondernos.
Los pies del director aparecieron y sabía que eran aquéllos con zapatos de agujetas color beige. Porque eran los que se diferenciaban al resto de los demás, y los únicos comparados con los pies de un gorila.

_ Más vale que hayan terminado después de verlos trabajar por cuatro horas.
 _ De hecho hemos acabado señor. _ escuché la voz de Griffiths.
_ Bueno jóvenes entonces ya se pueden marchar a casa. _ vi los pies del director yendose hacia la izquierda pero se detuvieron al girarse a las mesas. 
_ ¡¿Pero qué niño fue el que me dibujó con estas barbiridades?! _ estalló un tanto enojado, haciendo aventar en el suelo una pizarra que Rod y a mí nos faltaba de limpiar. Precisamente porque alguien la estaba ocupando y ese era John, el único que no puso para nada de su parte.
_ Ops, sí vió mis garabatos _ musitó John tratando de contener la risa.
Me lo quedé mirando unos segundos molesta.
Pensé:
"¿Todo lo estaba haciendo para meternos en problemas otra vez?"

Era momento de abandonar a John porque la risa que se cargaba en su rostro en cualquier momento la iba dejar salir y a , no me iba a convenir.
Descubrí entonces un escape debajo de la mesa. No podía quedarme al menos cerca de John para que luego también me castigaran a mí.
Al salirme de la mesa me fui a la parte de atrás y antes, John había hecho otro gran error. Nunca debió seguirme en el momento que yo me ocultaba en otra parte. Porque fue ahí donde el director lo descubrió salirse de la mesa para esconderse conmigo, pero fue una muy mala idea en que intentara seguirme. John peligraba ahora que mandaran a llamar a su tía de inmediato. El director le sujetó de la oreja y se lo llevó hasta la dirección. Ahora las cosas con John iban peores.  Eric fue a buscarme después.
_ ¿Qué pasó con John? _ pregunté.
Eric suspiró.
_ Janeth, él se tendrá que ir hasta que su tía llegue, y estoy seguro que después se lo llevará a casa. También es probable que varias semanas no lo deje salir.
_ Qué mala suerte. ¿Entonces no iremos al parque?
_ Yo creo que no Janeth, aunque Rod fue hablar con John en la dirección, para haber si al menos nos recompensa con el dinero que tenía guardado para nosotros. Tal vez podemos ir aunque sea sólo nosotros tres, ¿no crees?
_ No. _ negué la cabeza _ Yo pienso que con John hubiera estado más genial. _ bajé la mirada al suelo.


Narra omnisciente:


En una calle desolada y muy pocas veces mencionada en la ciudad de París, se hallaba situado un abandonado, enorme y antiguo edificio en donde lo alto se hacía presente la resonante campanilla de un teléfono. Un joven que se hacía llamar Fabien Marcel se había encargado de contestar.
_  Bonjour?
_ Muy buen día. Disculpe las molestias que le he causado. Llamo desde Inglaterra de la ciudad de Liverpool. _ escuchó responder en el auricular. Era una angelical y dulce voz que venía de una menor. El joven había quedado completamente extrañado. Nunca esperó atender a una niña casi la edad de una adolescente.
_ ¿Con quién tengo el gusto de hablar? _ El joven le había preguntado.
_ Mi nombre es Eugenia Le Brun y he llamado para contratar un detective _ El joven soltó una leve risa por escuchar esa tierna voz que intentaba ser más seria.
_ Oye tu voz me hace imaginar que eres muy pequeña para hacer este tipo de llamadas. Dime ¿cómo es que hallaste este número?
_ Me encontré con su teléfono en la agenda de mi padre. Seguro que lo conoce de algún lado.
_ ¿Quién es tu papá?
_ Larry Le Brun.
_ Larry... _ aparecía de repente aquél hombre en sus recuerdos después de ser mencionado._ Es verdad, a tu padre lo conocí cuando yo sólo tenía 9 años y él casi 20. Fue una de los pocas personas que se puede decir, realmente se preocuparon por este pobre hombre con quien hablas. Siempre me vio como un hermano menor, me cuidaba todo el tiempo y fue alguien de quién aprendí mucho en términos buenos. No lo veo desde hace años. ¿Cómo ha estado?
_ Por ahora se le ha complicado algunas cosas. Una de ellas es su trabajo, aunque con sus ganancias al menos nos alcanza para comer.
_ ¿Y no se encuentra?
_ Está trabajando. Escuche, necesito que abra una investigación.
_ ¿De qué trata?
_ Mi madre está desparecida y se necesita ser encontrada lo más pronto posible, porque ella quedó embarazada. Por favor, tiene que ayudarme.
_ Está bien, yo hablaré esto con tu padre.
_ No lo haga. Él no sabe de esta llamada.
_ ¿Y por qué no? Si lo que me estás diciendo es verdad, lo tengo que arreglar primeramente con él para que puedan contratarme y se pueda abrir la investigación.
_ Le insistí que hablara con usted pero él piensa que es una rudicula y absurda idea. Además no sabemos cómo pagarle después.
_ Pequeña _ dijo el muchacho _ el ser un detective es bastante complicado y serio. Yo apenas comencé y es seguro que no les cobraré demasiado, porque tengo poca experiencia en este tipo de trabajo.
_ Pues para mí eso no es importante siempre y cuando lo hagan bien. _ Luego la llamada se cortó.
_ ¿Hola? Bonjour? _ el muchacho quedó desconcertado y colgó el auricular.
Mientras tanto Eugenia se molestó por lo que acababa de pasar. No pudo marcar de nuevo a larga distancia ese número porque vio que el dinero restante de sus bolsillos sería para comprar los bolillos de ese día. Y aún así debía de abandonar el teléfono porque afuera de la cabina, un hombre de espaldas  lo hacía esperar desde hace más de diez minutos.
Al abrir la puerta hacia adelante, con su fuerza había empujado al hombre sin querer.
_ Oh disculpe señor. _ dijo distraídamente.
_ ¿Me dijiste señor? Nena, tengo 16 años y vaya, no te has dado cuenta a quién has empujado _ un tanto sorprendida se quedó, pues en varias palabras el chico acentuó con un frances que Eugenia ya extrañaba escuchar. Giró a verlo y no pudo creer que se tratara de su amigo.
 _ ¿¡Orlando!? _ expresó con los ojos bien abiertos.
_ Así es Eugenia, hola. _ se puso a contemplarla desde un árbol.



_ No, no eres tú.
_ Sí Eugenia, soy Orlando. 
_ ¿Wilcke? _ asintió el chico riéndose.
_ Pero es que...tú... ¿cómo es que te veniste de Francia hasta este lado de Inglaterra? 
_ Bueno son algunas de las tantas cosas que quiero co...
_ Además, _ interrumpió _ te vez muy diferente. ¿Qué te hiciste en el cabello y qué sucedió con esa ropa vieja y rota que solías usar? Por cierto _ se acercó a su cuello _ hueles a loción cara. Te desconozco, defenitivamente no eres Orlando.
_ Que sí soy Orlando, ¿cuántas veces más quieres que te lo diga Eugenia?
_ Es que...mirate, no eres el mismo. 
_ No, no soy el de antes, el que a todo el mundo le llamaba el niño podrido.
_ Y que apestaba un buen por no bañarse. _ agregó Eugenia.
_ Vamos Eugenia, no me hagas burla con eso, también sufriste en la misma situación que cualquier otro parisino jodido.
_ Es cierto, nadie se bañaba por el agua tan contaminada que había en el drenaje. Lo siento. Pero te podías arreglar un poco la ropa y tratar de crear tú mismo un perfume. Aunque... _ se quedó pensativa _ aunque sí lo hiciste, entonces...p-p ¿por qué siempre tenías un olor tan feo? _ agachó el rostro.
_ Acuerdate por qué. _ Se cruzó de brazos Orlando.

Orlando desde niño era rechazado por la sociedad porque traía siempre un feo olor y vestía con la misma ropa de vagabundo. 
Vivía en la misma pobreza extrema que su mamá. Ella sufría aún más por no poder mantener sano y fuerte a su hijo, hasta que entonces en el mismo internado donde asistieron Eugenia y Janeth, encontró ganar dinero como cocinera que hacía y servía de comer a los niños del internado. Por ser trabajadora de ahí le dieron la oportunidad de ingresar a su hijo sin ningún costo y sin ningún límite de tiempo. Sólo que Orlando odiaba el internado porque los maestros y niños nunca lo hicieron sentir bien, menos como un compañero y más por su apestoso olor que le hizo ganar aún más aislamiento. Los niños de su edad todo el tiempo le hacían burla por no tener papá, quien era un alemán y talentoso saxofonista que tocaba en las calles de la ciudad para no ser ejecutado por los nazis, ya que en la guerra jamás participó, por una incapacidad en sus ojos que le provocó varios años después la ceguera. Poco antes de morir, a Orlando le dejó un gran conocimiento a la música y una buena técnica de tocar el saxofón. 
Su mamá es de nacionalidad francesa pero migró con sus padres a Alemania cuando sólo contaba con quince años. 
Orlando nació el 12 de agosto del año 1939, en el mismo lugar en que su padre nació (Breman, Alemania). Y al sepultarlo, Orlando y su mamá migraron de vuelta a Francia.
A Orlando también lo excluían en los equipos de fútbol, lo aislaban tanto que pensó un día escaparse del internado y quedarse en las calles para morir de hambre y frío sin que su madre nunca supiera.

(Inicio del recuerdo)

8 de Marzo  de 1950...

_ Haber niños quiero que hagan sentir a Orlando bienvenido a la clase de educación física. _ el entrenador empujó su cabeza para que Orlando diera un paso adelante. También el entrenador no tuvo mucho acercamiento físicamente al muchachito, se tapaba la nariz con su mano cada vez que lo veía.
_ Iuuuu _ expresó con tono repugnante una niña _ Ese niño huele tan feo que no se perfuma como la gente normal. Sino como un asqueroso animal del bosque _ brotaron risas después del comentario de esa niña que vestía de ropa muy cara, zapatos blancos y calcetas largas.
_ Va correr con nosotros en el campo, vamos aventarle la tierra para que se aparte y no nos pegue su tan feo olor. _ decía la misma niña de ropa rosada.
_ No te pases _ la risa de otra niña hizo que todos los niños la voltearan a ver. Se trataba de una de cabello blando, era Janeth. 
_ Aparte de que te crees la gran cosa por ser sólo una rídicula burguesita, eres una tarada. Porque ningún niño puede soltar tan fácilmente su olor, más la que de un perro, gato u otro animal. _ dijo Janeth caminando hacia ella. La otra niña, molesta por lo que le había dicho respondió _ Para tu información niña grosera,  cualquier ser vivo sí puede pegar su olor y sobre todo un humano. Y tengo padres de los que a tí te faltan porque al parecer no tienes educación.
_ ¡Tú no tienes padres que te mantengan por eso estás aquí niña babosa, y serás de mucha clase pero vales poca cosa! _ gritó Janeth.
_ Janeth...ya calmate. Te meterás en problemas de nuevo. _ musitó Eugenia, quien la tenía a un costado.
_ Shhh, ahora no Eugenia, ésta niña merece que la trate así.
_ ¡Por supuesto que no!_ dijo el entrenador poniéndose en frente de Janeth.
_ Entonces nadie merece el trato que todo el mundo hace con el nuevo niño. _ habló ahora Eugenia mirando a Orlando. Sin embargo no estaba segura si le había convenido defenderlo porque conocía las reglas y una de ellas era nunca responderle a un maestro en medio de una clase. Ya que se interrumpía o lo tomaban como una revelación por parte del alumno por lo que Eugenia se quedó callada después y bajó el rostro.
_ Entrenador, ¿me pregunto por qué a la burguesa sí la defiende y a Orlando no, porque ella tiene dinero?
_ Janeth... _ volvió a musitar Eugenia _ mejor ya no le digas nada al entrenador, te va a castigar. _ A pesar de lo que le advirtió su amiga, Janeth continuaba hablando.
_ A menos que usted entrenador, diga la razón por qué Orlando huele tan mal. ¿Lo sabe claramente? ¿Ó le ayudo a decir la verdad para que sepan los demás? _ Dicho de esto por Janeth, ella se puso las manos sobre su cintura. A la vez le alzó la ceja con una sonrisa.
Todos en absoluto se quedaron en silencio, esperando la respuesta del entrenador que no iba ser para nada buena.
La cara del entrenador no pudo estar más que roja de ira. 
¿Cómo una niña que había cumplido ocho años ese día tenía toda la valentía de ponerse contra el entrenador? 
En otras ocasiones Janeth alzó la voz con las injusticias que los demás maestros les hacían a otros niños. ¿Sólo porque eran la autoridad les daba el derecho esclavizar a los niños sin ninguna necesidad y abusar de su ingenuidad?  
Janeth como tal no se quedaba callada, por eso siempre estaba en problemas y varias veces advertida en ser expulsada del internado. ¿Cómo tenía la facilidad que la pequeña Janeth dejara al entrenador con ese silencio difícil de aceptar, si lo hizo por defender a un inseguro Orlando de diez años que jamás se imaginó que se convirtiera poco después su mejor amigo?
_ De ninguna manera no te voy a permitir a que me cuestiones de esa manera. _ le cogió del cuello de su blusa blanca y la llevó al otro extremo del campo. Eugenia debió suspirar al escuchar los gritos del entrenador que iban para Janeth.
_ ¡Estás castigada! ¡Diez vueltas corriendo por todo el campo!, ¡Luego unas quince sentadillas! ¡Después veinte abdominales! ¡Veinticico lagartijas y treinta saltos de tijera!
_ Como diga mi capitán _ dijo en tono de burla y empezó a correr por el campo.
_ No debió castigarla. Ella sólo fue justa con el niño Orlando. _ volvió hablar Eugenia pero una vez más se había arrepentido, pues el entrenador volvió hacia ella y de la misma forma la castigó.
_ Tú la vas acompañar.
_ No por favor, ignoreme, me iré a cansar mucho.
_ No me importa, haber si así dejas de ser tan gorda y lenta en mis próximas clases. ¡Empieza hacerlo! _ la empujó.
Eugenia quedó un poco dañada por lo que le gritó el entrenador y se le empezaba a recorrer unas dos lágrimas por sus mejillas que había derramado. 
Se decidió no llorar y alcanzar a Janeth para que amabas se apoyaran una a la otra y pronto terminaran el terrible castigo de esa tarde.
_ ¡Y cuando terminen y las haya visto sudar como puercos, se largan a la dirección! _ dijo por último el entrenador.
Los demás niños se encontraron jugando fútbol en la mitad del campo y en la otra mitad se encontraban pequeños grupos de niñas saltando la cuerda. Muchos de ellos se burlaban de las dos únicas niñas castigadas que no tenían derecho a jugar con ellos, pero Orlando las observaba, ya que nadie lo había invitado nuevamente a jugar. Él se sintió muy agradecido al ver que dos niñas intentaron defenderlo y en parte también se sentía muy culpable por verlas sufrir, haciendo toda una serie de ejercios que las dejó muy agotadas a casi desmayarse. 
Pensó Orlando que por lo mucho que pudiera hacer era darles las gracias personalmente, después de que las viera salir de la dirección. Sin embargo al cruzarse en el pasillo con unos niños que lo molestaban tanto se desanimó y quedó derrumbado en el pupitre dentro de un aula. Los esos niños lo habían insultado y le habían embarrado lodo y alguna que otra botella de su orina derramado en su cabello.
Orlando se le pasó muchas cosas malas por su cabeza. Estaba cansado de tanta burla y agresión. Estaba frustrado por dejarse hundir en el miedo que tenía con sus agresores compañeros. Quería desaparecer de una vez por todas y planear su escape en la noche para después morirse en la miseria. No le importaba lo que pasara ya después con su madre, con el sufrimiento que le estaba dejando y el abandono. No le importaba su persona, ni la temprana edad que tenía para dejar el mundo. Le importaba más ser alguien olvidado. Una etapa depresiva en que pasaba el noble y pobre Orlando.
_ Es por la mierda que apestas y eres _ recordó Orlando ese insulto de los niños, y se puso a sollozar sin hacer tanto ruido. Sin embargo Eugenia y Janeth pasaron y lo vieron cubrirse la cara con sus brazos.
_ Tranquilo, haremos lo posible para que no te sientas solo y rechazado.  No te vamos hacer de menos, porque acabamos de ver que los niños son los que te hacen verte tan mal y oler tan feo. _ dijo Eugenia. Su mano la había colocado en el hombro de Orlando. 
_ También comprendemos la situación en que te encuentras. Tu mamá desafortunadamente no tiene lo mejor para darte, al menos hace ella el esfuerzo para que sobrevivas. _ dijo después Janeth.
Orlando alzó el rostro. Se limpió las lágrimas al verlas después en frente de su pupitre.
Sonrió avergonzado y dijo:
_ Me siento muy apenado con ustedes. Creí que me iban a dirigir la palabra con enojo por lo que ya saben ¿no? De una manera las metí en problemas y ante mano pues quiero disculparme. También agradecerles por lo que han hecho por mí.
_ No eres el primero y el último en que le pasa este tipo de cosas, hay muchos que son como tú. Que se quedan callados y no dicen nada a su favor. De veras… _ movió Janeth la cabeza negativamente _ no se saben defender y son muy dejados. Te vez mayor que yo, ¡y ve! Tuve que meter mi cuchara por ti. ¿Sabes? Te pareces mucho a mi amiga, que se llama Eugenia _ la señaló con la mirada. 
Eugenia se incomodó un poco.
_ No deberías hacerlo sentir más mal Janeth. _ dijo Eugenia. 
_ Miren, sepan esto. Mientras estén dentro de este internado deben aprender los dos a defenderse solos. Cuando salgan de aquí igual, se tendrán que enfrentar a muchas cosas. Y tú Orlando ya lo deberías saber. Tu madre me dijo eso. _ Orlando se quedó reflexionando. 
Como casi siempre Janeth tuvo una vez más la razón. Era el momento de aprender que uno mismo se hiciera respetar. 
Ahí en adelante Orlando cambió esa manera de ser tan temerosa. Se volvió un chico más seguro y aprendió a defenderse sin la necesidad de insultar a alguien como era la forma en que lo hacía Janeth, o  como la forma inteligente que hacía Eugenia, sin ofender a nadie y siendo honesta con las situaciones que se encontrara.  Ninguna de ellas era como se defendía Orlando. Sólo él utilizaba un gran escudo de no responderles y era simplemente, ignorándolos en absoluto, su presencia y hasta su existencia. Una muy buena forma de frustrar a sus compañeros aún más, sin responderles a sus agresiones verbales y nunca más dejarse ante las agresiones físicas por parte de sus compañeros. 

(Fin del recuerdo)

_ Te vi entrar muy nerviosa a la cabina _ comentó Orlando al ver que Eugenia no decía nada. _ ¿O tenías prisa?
_ No, sólo que intentaba no tardarme.
_ Pues sí tardaste allá adentro ¿Con quién hablabas? _ Eugenia pensó no decirle nada sobre la llamada a larga distancia pero tampoco no tenía razón para inventarle cualquier cosa.
_ Oye me salí precisamente pensando en que ibas a usar el teléfono. _ dijo un poco molesta.
_ Descuida no esperaba a que el teléfono lo desocuparas, esperaba a que me vieras. _ Eugenia sonrió. 
Uno de sus encantos que más se fijaba de Orlando, era su bella simpatía del muchacho.  
_ No sabes el agrado que me dio de verte Eugenia. Me tengo que ir. Pásame tu teléfono y te llamo más tarde. Así platicamos un rato, ¿te parece?
_ Claro Orlando.  

Después de pasarle su teléfono Orlando se fue y Eugenia quedó observándolo. A ella también le daba gusto de ver a un viejo amigo.
No sabía por dónde empezar su recorrido Eugenia para conocer la ciudad. A ella le hubiera gustado más ir acompañada de su papá o con alguien muy cercano a ella, alguien como Orlando. 

Continuará...

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¡Feliz cumpleaños Janeth! Pásala muy bien con todos tus seres queridos y este capítulo va para ti (Regalo de tus 16 jajaja) Eres una gran amiga, sabes que te quiero un montón y puedes contar conmigo para lo que sea.

¡Te adoro!
¡A las demás socias pues muchas felicidades! 

Sabrán muy bien porque lo digo, pues hoy es día internacional de la mujer.

  Me despido con esta imagen:







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