Episodio 21
Narra Janeth:
¡Demonios!
Me he perdido.
¿Por dónde está la casa de
John?
Ah… lo recuerdo. Es por
Mendips. Sólo podré llegar allá si encuentro antes un W.C.
Ó al menos que apriete más
el útero, si es así como se puede uno aguantar de la meada.
“¡Carajo,
no debí de tomar tanta agua después de salir a correr!”
Me hallé en Mendips y
faltaba localizar el número en donde la casa se encontraba. Si la memoria no me
fallaba era el No. 251. Aunque finalmente no fue necesario encontrarlo porque a
John lo vi y posaba en las puertas enanas mientras me veía llegar. Qué raro no ver ahora en la entrada de su
casa, la valla blanca de la otra vez.
_ Me imagino que ya
estuviste un buen rato en esa posición. _ dije acercándome.
_ Para esperarte por casi
media hora, sí_ se cruzó de brazos. _ Quedamos a la una en punto. _ dijo algo
molesto.
_ Disculpa por mi
impuntualidad pero sólo te hice esperar unos veinte minutos. No fue mucho. Y
bien, ¿qué es lo que haremos? _ dije empujando la puerta enana para entrar.
_ Pues… yo sé que ayer te
dije que te invitaría a mi casa pero en realidad prefiero que vayamos a un
lugar abierto. Mira, hoy salió el sol, cosa que pasa muy rara vez. _ Lo escuché
decir mientras yo me sentaba en el pasto.
_ ¿Estás pensando ir a Strawberry
Filds? _ pregunté.
_ No, a otro lugar pero en
compañía de unos cuántos más. Llevaremos unas sodas y frituras para compartir.
_ sonrió.
Hice una mueca porque no
estaba muy convencida de ir con otros que no conocía. Finalmente sin mover
tanto las piernas para no orinarme, me levanté y dije _ Está bien John, ¿sólo
me dejas pasar a tu baño? Es que desde que me bajé del autobús tengo unas ganas
de mear. _ John se echó a reír _ Claro, ten la llave.
Antes de haber girado la
cerradura de la puerta con su llave, le pregunté a John si su tía estaba ahí.
Me respondió que no me preocupara porque ella salió a comprar la despensa.
Agarró un balón de fútbol y se puso a jugar.
Cuando me terminé de secar
las manos, a John lo vi desde la sala leyendo entretenidamente el diario, cosa
que se me hizo gracioso y no sé por qué.
_ ¿Ya viste este anuncio?
_ me señaló desde el periódico. _ Rebelde sin causa se estrenará este mes. _ le
quité el periódico y vi la portada. John tenía razón, la película se estrenara
a finales de octubre.
_ Espero muy pronto su
estreno y ojalá la puedan pasar en alguno de los cines de Liverpool porque ni
loca me perdería esa película. _ expresé mirando la portada. El rostro de James
Dean me provocó todavía nostálgia por tan sólo recordar la devastadora noticia
de ayer. Ni si quiera el estreno de la
película él alcanzó a ver.
_ Tu casa es la más bonita
de aquí._ comenté admirada.
_ Es verdad, nadie tiene
más bonita casa que yo _ expresó John con mucha arrogancia.
_ Ay sí, como si fuera una
mansión para decirme eso. _ le dije.
_ No la es pero cuando sea
famoso y millonario, compraré una mansión y te lo diré de esa manera. _ Lo
ignoré.
John sacó la bici y me
coloqué en el asiento de atrás, que por cierto era un asiento muy duro para
sentarse.
_ Entonces, ¿a dónde
vamos?
_ ¿Has escuchado de Quarry
Bank School?
_ Sí, tengo algunos amigos
que van ahí. ¿Pero para qué quieres ir allá si hoy es sábado?
_ Te lo explico cuando lleguemos.
_ se subió a la bici.
Después de salirnos de una
calle y continuar con la siguiente, John se empezó a quejar por lo que él se a
orilló en la banqueta.
_ Oye me he cansado, hay
que turnarnos. Así uno descansa y el otro continúa manejando _ propuso.
Acepté y entonces
intercambiamos lugares. Subí mi otro pie al pedal para avanzar pero al ver que
inmediatamente la bici se iba de lado puse de nuevo el pie para detenerme. Lo
volví a intentar pero por el peso de John me seguía desequilibrando, aparte sentía
mucha carga. Seguí con un tercer intento que no resultó por lo que John se
desesperó y me empujó la espalda con la frase diciendo que avanzara de una vez
por todas. Tenía las ganas de azotarle su bici e irme, pero guardé la calma y
me dije a mí misma de que podía avanzar. Intenté otra vez y pude. Sólo que
después la bici se volvió a ir de lado. Tuve que parar.
_ ¡No pierdas el tiempo
rubia! ¡Avanza! _ gritó de nuevo empujando mi espalda.
_ ¡Eso trato de hacer
John! ¡¿Cuál es tu jodida prisa?! _ giré a verlo muy irritada.
_ Ninguna, pero ya me
hiciste esperar veinte minutos antes, que no se te olvide.
_ No se me olvida _
respondí molesta.
Volví a intentarlo y si no
podía pues dejaría a John en la calle. Sin embargo ese último intento valió la
pena aunque ésta vez con mucho esfuerzo. Por fin pude equilibrarme con el peso
de John en su bici. Él vio que pude avanzar aunque lento pero pude, y se
mantuvo callado casi en toda la calle. Después al final de cruzar la siguiente
avenida llamada Harthill, John volvió
a molestar.
_ Eres muy lenta y eso que
no llevas a un obeso. Maneja más rápido.
_ ¡John sí pesas, no creas
que eres de vara! _ exclamé enojada _ Aparte a ti ya te toca.
_ No me digas que te has
cansado.
_ ¡Por supuesto que no! _
dije _ pero ya descansaste _ paré la bici y esperé a que se bajara.
A pesar de que ya
estábamos por llegar a
Quarry Bank School, una vez más John se quejó y me pidió
que manejara. Sentí que se estaba pasando de abusivo porque él sólo manejó la
bici a media calle.
_ Si te cansas ahora,
quiere decir que yo aguanto más que tú y eso que pesas más que yo.
_ Pero tú eres lenta _ se
reía _ y eso dice todo.
_ ¿Qué dice?
_ Que soy más rápido que
tú Janeth.
_ Te puedo demostrar que
no _ respondí. John paró la bici y giró a verme con una sonrisa.
_ ¿Me estás
desafiando?
_ Si así lo tomas… puede
que sí. _ aventé mi cabello hacia atrás para mostrarle que estaba dispuesta a
retarlo de esa manera.
_ Entonces tenemos
pendiente una carrera de bicis. _ guiñó el ojo.
Finalmente John siguió
manejando.
Cuando llegamos fuimos a
donde se oían trabajar unos cuantos chicos afuera del instituto. Uno que estaba
sentado giró a vernos. Vi que era Eric Griffiths.
_ ¡Mira, ha llegado por
nosotros John y creo que viene con una chica! _ golpeó el brazo del otro chico
que se encontraba de espaldas.
_ ¿Con una chica? _ volteó
a ver. Era un chico con gafas. _ ¿Janeth? _ acomodó sus gafas para verme mejor.
_ Sabes mi nombre, ¿quién
eres…?_ después me sorprendí llevando una mano a mi boca porque pude reconocer
al chico de gafas y era Rod Davis.
_ ¿Oye Rod esa chica sí es
Janeth?
_ Veo que sí Eric, es
ella. _ Me sonrió el chico de gafas.
_ ¿Hola? _ estaba
confundido John.
_ Ho-ola Jan _ me saludó
tímido Rod.
_ ¡Qué tal Rod! _ le
respondí.
John volteó a verme.
_ Haber, espera ¿Cómo
conoces a ellos dos? _ cuestionó.
_ Mejor dime cómo tú los
conociste.
_ Son parte de mi
pandilla. _ respondió.
_ ¿Pandilla? _ arqué una
ceja _ Interesante, cuentame más.
_ No, ahora no Janeth.
¿Dime, cómo se conocen?
_ A Janeth la conocimos en
un barrio pobre porque una vez un idiota la estaba molestando y Eric y yo
pensamos en ayudarla, pero al darnos cuenta que podía defenderse sola nos
quedamos observándola _ respondió Rod _ Janeth es muy buena peleando.
_ Sí, y esa tarde nos dio
todo un espectáculo _ agregó Eric. John los miró incrédulo.
_ ¿Ah sí?, pues cuando la
vea en una pelea y ella gane les creeré. _ me miró severamente John.
_ Ya te tocara ver _ palmé
su espalda. _ En fin. A ustedes dos extraño verlos hoy _ me dirigí a Eric y a
Rod mientras me iba a sentar a la banca que tenían en frente _ ¡Por favor
chicos es sábado!, qué diablos andan haciendo por acá.
_ Pues cumpliendo con
nuestro castigo Janeth _ dijo desanimado Rod, volviendo a lo que estaba
haciendo.
_ Por eso venimos hoy.
Desde la mañana estamos aquí._ dijo Eric _ Y tenemos que terminar de limpiar
esas pizarras que están muy sucias por el polvo del gis, y las mesas _ me
señaló las mesas de madera que estaban muy rayadas.
_ Pensé que ya habían
acabado _ dijo John sentándose a un lado mío.
_ Pues has visto que aún no
_ dijo Rod ocupándose de llevar una pizarra que ya había acabado de limpiar.
_ Se nos va ir la tarde y
entonces para qué vengo aquí. _ bufó John.
_ ¿Tú por qué no estás con
ellos? _ cuestioné.
_ Porque yo me salvé de
los maestros. _ sonrió y me subió varias veces las cejas como si se tratara de
una maldad que ocasionó. Eric y Rod lo voltearon a ver molestos.
_ Por culpa de John por
eso a nosotros nos castigaron, Jan. _ Eric me dijo un poco molesto.
_ Y es por eso que hoy… _
aclaró su garganta John _ les compararé comida y los invitaré al parque para
demostrarles que me siento tan apenado que sufran por mí. _ reí por la forma en
que lo había dicho, imitando muy chistosamente la voz de una mujer desamparada
que incluso a los chicos les hizo gracia.
_ ¡Ah, entonces con ellos
iremos al parque! _ expresé animada _ ¡Nunca pensé que tus amigos fueran los
míos! _ dije levantándome para ayudarles.
Vi que John no hacía lo
mismo.
_ Venga John, hay que ayudarles y así a lo
mejor nos podemos ir más pronto.
_ No me queda de otra. Me
iré a sentir castigado. _ respondió con un pesado fruncido de ceño.
Sólo Eric tuvo que
encargarse de limpiar las mesas porque creímos que John le ayudaría pero él se
había encontrado en el suelo un gis partido en dos, que se puso a perder el
tiempo dibujando en la pizarra no sé qué cosas tan desagradables.
Rod y yo nos encargamos de
limpiar las pizarras con los algodones que no estaban tan húmedos. Al terminar
de limpiar y recargar todas las pizarras en la pared, quedamos totalmente con
el polvo del gis en nuestras ropas, que a la vez nos hacía estornudar y que sin
embargo nos hacía reír.
_ Bien, sólo falta recoger
y acabamos. _ dijo Eric jugando con el trapo en sus manos.
_ ¡Ahí viene el director!
_ avisaron unos chicos cuando vieron avecinarse la sombra de un adulto.
_ ¡Escóndanse! _ nos dijo
Rod un poco alterado.
Inmediatamente me metí
debajo de la mesa con John.
Rod había colocado una manta blanca encima de
la mesa y la deslizo hacia abajo hasta casi arrastrarla, para asegurarnos en
que el director no se asomara y nos encontrara. A continuación únicamente
pudimos ver pies circular alrededor del patio. Los pies más cercanos que
teníamos en frente eran los de Rod, quien era el que principalmente nos estaba
ayudando a escondernos.
Los pies del director
aparecieron y sabía que eran aquéllos con zapatos de agujetas color beige.
Porque eran los que se diferenciaban al resto de los demás, y los únicos
comparados con los pies de un gorila.
_ Más vale que hayan
terminado después de verlos trabajar por cuatro horas.
_ De hecho hemos acabado señor. _ escuché la
voz de Griffiths.
_ Bueno jóvenes entonces
ya se pueden marchar a casa. _ vi los pies del director yendose hacia la
izquierda pero se detuvieron al girarse a las mesas.
_ ¡¿Pero qué niño fue el
que me dibujó con estas barbiridades?! _ estalló un tanto enojado, haciendo
aventar en el suelo una pizarra que Rod y a mí nos faltaba de limpiar. Precisamente
porque alguien la estaba ocupando y ese era John, el único que no puso para
nada de su parte.
_ Ops, sí vió mis
garabatos _ musitó John tratando de contener la risa.
Me lo quedé mirando unos
segundos molesta.
Pensé:
"¿Todo lo estaba
haciendo para meternos en problemas otra vez?"
Era momento de abandonar a John porque la risa
que se cargaba en su rostro en cualquier momento la iba dejar salir y a mí, no me iba a convenir.
Descubrí entonces un
escape debajo de la mesa. No podía quedarme al menos cerca de John para que
luego también me castigaran a mí.
Al salirme de la mesa me fui a la parte de atrás y antes, John había hecho otro gran error. Nunca debió seguirme
en el momento que yo me ocultaba en otra parte. Porque fue ahí donde el
director lo descubrió salirse de la mesa para esconderse conmigo, pero fue una
muy mala idea en que intentara seguirme. John peligraba ahora que mandaran a
llamar a su tía de inmediato. El director le sujetó de la oreja y se lo llevó
hasta la dirección. Ahora las cosas con John iban peores. Eric fue a buscarme después.
_ ¿Qué pasó con John? _
pregunté.
Eric suspiró.
_ Janeth, él se tendrá que
ir hasta que su tía llegue, y estoy seguro que después se lo llevará a casa.
También es probable que varias semanas no lo deje salir.
_ Qué mala suerte.
¿Entonces no iremos al parque?
_ Yo creo que no Janeth,
aunque Rod fue hablar con John en la dirección, para haber si al menos nos
recompensa con el dinero que tenía guardado para nosotros. Tal vez podemos ir
aunque sea sólo nosotros tres, ¿no crees?
_ No. _ negué la cabeza _
Yo pienso que con John hubiera estado más genial. _ bajé la mirada al suelo.
Narra omnisciente:
En una calle desolada y muy pocas
veces mencionada en la ciudad de París, se hallaba situado un abandonado,
enorme y antiguo edificio en donde lo alto se hacía presente la resonante
campanilla de un teléfono. Un joven que se hacía llamar Fabien Marcel se había
encargado de contestar.
_
Bonjour?
_ Muy buen día. Disculpe
las molestias que le he causado. Llamo desde Inglaterra de la ciudad de
Liverpool. _ escuchó responder en el auricular. Era una angelical y dulce voz
que venía de una menor. El joven había quedado completamente extrañado. Nunca
esperó atender a una niña casi la edad de una adolescente.
_ ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
_ El joven le había preguntado.
_ Mi nombre
es Eugenia Le Brun y he llamado para contratar un detective _ El joven soltó
una leve risa por escuchar esa tierna voz que intentaba ser más seria.
_ Oye tu voz me hace
imaginar que eres muy pequeña para hacer este tipo de llamadas. Dime ¿cómo es
que hallaste este número?
_ Me encontré con su
teléfono en la agenda de mi padre. Seguro que lo conoce de algún lado.
_ ¿Quién es tu papá?
_ Larry Le Brun.
_ Larry... _ aparecía de
repente aquél hombre en sus recuerdos después de ser mencionado._ Es verdad, a
tu padre lo conocí cuando yo sólo tenía 9 años y él casi 20. Fue una de los
pocas personas que se puede decir, realmente se preocuparon por este pobre
hombre con quien hablas. Siempre me vio como un hermano menor, me cuidaba todo
el tiempo y fue alguien de quién aprendí mucho en términos buenos. No lo veo
desde hace años. ¿Cómo ha estado?
_ Por ahora se le ha
complicado algunas cosas. Una de ellas es su trabajo, aunque con sus ganancias
al menos nos alcanza para comer.
_ ¿Y no se encuentra?
_ Está trabajando. Escuche,
necesito que abra una investigación.
_ ¿De qué trata?
_ Mi madre está desparecida
y se necesita ser encontrada lo más pronto posible, porque ella quedó
embarazada. Por favor, tiene que ayudarme.
_ Está bien, yo hablaré
esto con tu padre.
_ No lo haga. Él no sabe
de esta llamada.
_ ¿Y por qué no? Si lo que
me estás diciendo es verdad, lo tengo que arreglar primeramente con él para que
puedan contratarme y se pueda abrir la investigación.
_ Le insistí que hablara
con usted pero él piensa que es una rudicula y absurda idea. Además no sabemos
cómo pagarle después.
_ Pequeña _ dijo el
muchacho _ el ser un detective es bastante complicado y serio. Yo apenas
comencé y es seguro que no les cobraré demasiado, porque tengo poca experiencia
en este tipo de trabajo.
_ Pues para mí eso no es
importante siempre y cuando lo hagan bien. _ Luego la llamada se cortó.
_ ¿Hola? Bonjour? _ el
muchacho quedó desconcertado y colgó el auricular.
Mientras tanto Eugenia se molestó por
lo que acababa de pasar. No pudo marcar de nuevo a larga distancia ese número
porque vio que el dinero restante de sus bolsillos
sería para comprar los bolillos de ese día. Y aún así debía de abandonar el
teléfono porque afuera de la cabina, un hombre de espaldas lo hacía esperar desde hace más de diez
minutos.
Al abrir la puerta hacia adelante, con
su fuerza había empujado al hombre sin querer.
_ Oh disculpe señor. _ dijo
distraídamente.
_ ¿Me dijiste señor? Nena, tengo 16
años y vaya, no te has dado cuenta a quién has empujado _ un tanto sorprendida
se quedó, pues en varias palabras el chico acentuó con un frances que Eugenia
ya extrañaba escuchar. Giró a verlo y no pudo creer que se tratara de su amigo.
_ ¿¡Orlando!? _ expresó con los ojos bien
abiertos.
_ Así es Eugenia, hola. _ se puso a
contemplarla desde un árbol.
_ No, no eres tú.
_ Sí Eugenia, soy Orlando.
_ ¿Wilcke? _ asintió el chico riéndose.
_ Pero es que...tú... ¿cómo es que te veniste de Francia hasta este lado de Inglaterra?
_ Bueno son algunas de las tantas cosas que quiero co...
_ Además, _ interrumpió _ te vez muy diferente. ¿Qué te hiciste en el cabello y qué sucedió con esa ropa vieja y rota que solías usar? Por cierto _ se acercó a su cuello _ hueles a loción cara. Te desconozco, defenitivamente no eres Orlando.
_ Que sí soy Orlando, ¿cuántas veces más quieres que te lo diga Eugenia?
_ Es que...mirate, no eres el mismo.
_ No, no soy el de antes, el que a todo el mundo le llamaba el niño podrido.
_ Y que apestaba un buen por no bañarse. _ agregó Eugenia.
_ Vamos Eugenia, no me hagas burla con eso, también sufriste en la misma situación que cualquier otro parisino jodido.
_ Es cierto, nadie se bañaba por el agua tan contaminada que había en el drenaje. Lo siento. Pero te podías arreglar un poco la ropa y tratar de crear tú mismo un perfume. Aunque... _ se quedó pensativa _ aunque sí lo hiciste, entonces...p-p ¿por qué siempre tenías un olor tan feo? _ agachó el rostro.
_ Acuerdate por qué. _ Se cruzó de brazos Orlando.
Orlando desde niño era rechazado por la sociedad porque traía siempre un feo olor y vestía con la misma ropa de vagabundo.
Vivía en la misma pobreza extrema que su mamá. Ella sufría aún más por no poder mantener sano y fuerte a su hijo, hasta que entonces en el mismo internado donde asistieron Eugenia y Janeth, encontró ganar dinero como cocinera que hacía y servía de comer a los niños del internado. Por ser trabajadora de ahí le dieron la oportunidad de ingresar a su hijo sin ningún costo y sin ningún límite de tiempo. Sólo que Orlando odiaba el internado porque los maestros y niños nunca lo hicieron sentir bien, menos como un compañero y más por su apestoso olor que le hizo ganar aún más aislamiento. Los niños de su edad todo el tiempo le hacían burla por no tener papá, quien era un alemán y talentoso saxofonista que tocaba en las calles de la ciudad para no ser ejecutado por los nazis, ya que en la guerra jamás participó, por una incapacidad en sus ojos que le provocó varios años después la ceguera. Poco antes de morir, a Orlando le dejó un gran conocimiento a la música y una buena técnica de tocar el saxofón.
Su mamá es de nacionalidad francesa pero migró con sus padres a Alemania cuando sólo contaba con quince años.
Orlando nació el 12 de agosto del año 1939, en el mismo lugar en que su padre nació (Breman, Alemania). Y al sepultarlo, Orlando y su mamá migraron de vuelta a Francia.
A Orlando también lo excluían en los equipos de fútbol, lo aislaban tanto que pensó un día escaparse del internado y quedarse en las calles para morir de hambre y frío sin que su madre nunca supiera.
(Inicio del recuerdo)
8 de Marzo de 1950...
_ Haber niños quiero que hagan sentir a Orlando bienvenido a la clase de educación física. _ el entrenador empujó su cabeza para que Orlando diera un paso adelante. También el entrenador no tuvo mucho acercamiento físicamente al muchachito, se tapaba la nariz con su mano cada vez que lo veía.
_ Iuuuu _ expresó con tono repugnante una niña _ Ese niño huele tan feo que no se perfuma como la gente normal. Sino como un asqueroso animal del bosque _ brotaron risas después del comentario de esa niña que vestía de ropa muy cara, zapatos blancos y calcetas largas.
_ Va correr con nosotros en el campo, vamos aventarle la tierra para que se aparte y no nos pegue su tan feo olor. _ decía la misma niña de ropa rosada.
_ No te pases _ la risa de otra niña hizo que todos los niños la voltearan a ver. Se trataba de una de cabello blando, era Janeth.
_ Aparte de que te crees la gran cosa por ser sólo una rídicula burguesita, eres una tarada. Porque ningún niño puede soltar tan fácilmente su olor, más la que de un perro, gato u otro animal. _ dijo Janeth caminando hacia ella. La otra niña, molesta por lo que le había dicho respondió _ Para tu información niña grosera, cualquier ser vivo sí puede pegar su olor y sobre todo un humano. Y tengo padres de los que a tí te faltan porque al parecer no tienes educación.
_ ¡Tú no tienes padres que te mantengan por eso estás aquí niña babosa, y serás de mucha clase pero vales poca cosa! _ gritó Janeth.
_ Janeth...ya calmate. Te meterás en problemas de nuevo. _ musitó Eugenia, quien la tenía a un costado.
_ Shhh, ahora no Eugenia, ésta niña merece que la trate así.
_ ¡Por supuesto que no!_ dijo el entrenador poniéndose en frente de Janeth.
_ Entonces nadie merece el trato que todo el mundo hace con el nuevo niño. _ habló ahora Eugenia mirando a Orlando. Sin embargo no estaba segura si le había convenido defenderlo porque conocía las reglas y una de ellas era nunca responderle a un maestro en medio de una clase. Ya que se interrumpía o lo tomaban como una revelación por parte del alumno por lo que Eugenia se quedó callada después y bajó el rostro.
_ Entrenador, ¿me pregunto por qué a la burguesa sí la defiende y a Orlando no, porque ella tiene dinero?
_ Janeth... _ volvió a musitar Eugenia _ mejor ya no le digas nada al entrenador, te va a castigar. _ A pesar de lo que le advirtió su amiga, Janeth continuaba hablando.
_ A menos que usted entrenador, diga la razón por qué Orlando huele tan mal. ¿Lo sabe claramente? ¿Ó le ayudo a decir la verdad para que sepan los demás? _ Dicho de esto por Janeth, ella se puso las manos sobre su cintura. A la vez le alzó la ceja con una sonrisa.
Todos en absoluto se quedaron en silencio, esperando la respuesta del entrenador que no iba ser para nada buena.
La cara del entrenador no pudo estar más que roja de ira.
¿Cómo una niña que había cumplido ocho años ese día tenía toda la valentía de ponerse contra el entrenador?
En otras ocasiones Janeth alzó la voz con las injusticias que los demás maestros les hacían a otros niños. ¿Sólo porque eran la autoridad les daba el derecho esclavizar a los niños sin ninguna necesidad y abusar de su ingenuidad?
Janeth como tal no se quedaba callada, por eso siempre estaba en problemas y varias veces advertida en ser expulsada del internado. ¿Cómo tenía la facilidad que la pequeña Janeth dejara al entrenador con ese silencio difícil de aceptar, si lo hizo por defender a un inseguro Orlando de diez años que jamás se imaginó que se convirtiera poco después su mejor amigo?
_ De ninguna manera no te voy a permitir a que me cuestiones de esa manera. _ le cogió del cuello de su blusa blanca y la llevó al otro extremo del campo. Eugenia debió suspirar al escuchar los gritos del entrenador que iban para Janeth.
_ ¡Estás castigada! ¡Diez vueltas corriendo por todo el campo!, ¡Luego unas quince sentadillas! ¡Después veinte abdominales! ¡Veinticico lagartijas y treinta saltos de tijera!
_ Como diga mi capitán _ dijo en tono de burla y empezó a correr por el campo.
_ No debió castigarla. Ella sólo fue justa con el niño Orlando. _ volvió hablar Eugenia pero una vez más se había arrepentido, pues el entrenador volvió hacia ella y de la misma forma la castigó.
_ Tú la vas acompañar.
_ No por favor, ignoreme, me iré a cansar mucho.
_ No me importa, haber si así dejas de ser tan gorda y lenta en mis próximas clases. ¡Empieza hacerlo! _ la empujó.
Eugenia quedó un poco dañada por lo que le gritó el entrenador y se le empezaba a recorrer unas dos lágrimas por sus mejillas que había derramado.
Se decidió no llorar y alcanzar a Janeth para que amabas se apoyaran una a la otra y pronto terminaran el terrible castigo de esa tarde.
_ ¡Y cuando terminen y las haya visto sudar como puercos, se largan a la dirección! _ dijo por último el entrenador.
Los demás niños se encontraron jugando fútbol en la mitad del campo y en la otra mitad se encontraban pequeños grupos de niñas saltando la cuerda. Muchos de ellos se burlaban de las dos únicas niñas castigadas que no tenían derecho a jugar con ellos, pero Orlando las observaba, ya que nadie lo había invitado nuevamente a jugar. Él se sintió muy agradecido al ver que dos niñas intentaron defenderlo y en parte también se sentía muy culpable por verlas sufrir, haciendo toda una serie de ejercios que las dejó muy agotadas a casi desmayarse.
Pensó Orlando que por lo mucho que pudiera hacer era darles las gracias personalmente, después de que las viera salir de la dirección. Sin embargo al cruzarse en el pasillo con unos niños que lo molestaban tanto se desanimó y quedó derrumbado en el pupitre dentro de un aula. Los esos niños lo habían insultado y le habían embarrado lodo y alguna que otra botella de su orina derramado en su cabello.
Orlando se le pasó muchas cosas malas por su cabeza. Estaba cansado de tanta burla y agresión. Estaba frustrado por dejarse hundir en el miedo que tenía con sus agresores compañeros. Quería desaparecer de una vez por todas y planear su escape en la noche para después morirse en la miseria. No le importaba lo que pasara ya después con su madre, con el sufrimiento que le estaba dejando y el abandono. No le importaba su persona, ni la temprana edad que tenía para dejar el mundo. Le importaba más ser alguien olvidado. Una etapa depresiva en que pasaba el noble y pobre Orlando.
_ Es por la mierda que apestas y eres _ recordó Orlando ese insulto de los niños, y se puso a sollozar sin hacer tanto ruido. Sin embargo Eugenia y Janeth pasaron y lo vieron cubrirse la cara con sus brazos.
_ Tranquilo, haremos lo posible para que no te sientas solo y rechazado. No te vamos hacer de menos, porque acabamos de ver que los niños son los que te hacen verte tan mal y oler tan feo. _ dijo Eugenia. Su mano la había colocado en el hombro de Orlando.
_ También comprendemos la situación en que te encuentras. Tu mamá desafortunadamente no tiene lo mejor para darte, al menos hace ella el esfuerzo para que sobrevivas. _ dijo después Janeth.
Orlando alzó el rostro. Se limpió las lágrimas al verlas después en frente de su pupitre.
Sonrió avergonzado y dijo:
_ Me siento muy apenado con ustedes. Creí que me iban a dirigir la palabra con enojo por lo que ya saben ¿no? De una manera las metí en problemas y ante mano pues quiero disculparme. También agradecerles por lo que han hecho por mí.
_ No eres el primero y el último en que le pasa este tipo de cosas, hay muchos que son como tú. Que se quedan callados y no dicen nada a su favor. De veras… _ movió Janeth la cabeza negativamente _ no se saben defender y son muy dejados. Te vez mayor que yo, ¡y ve! Tuve que meter mi cuchara por ti. ¿Sabes? Te pareces mucho a mi amiga, que se llama Eugenia _ la señaló con la mirada.
Eugenia se incomodó un poco.
_ No deberías hacerlo sentir más mal Janeth. _ dijo Eugenia.
_ Miren, sepan esto. Mientras estén dentro de este internado deben aprender los dos a defenderse solos. Cuando salgan de aquí igual, se tendrán que enfrentar a muchas cosas. Y tú Orlando ya lo deberías saber. Tu madre me dijo eso. _ Orlando se quedó reflexionando.
Como casi siempre Janeth tuvo una vez más la razón. Era el momento de aprender que uno mismo se hiciera respetar.
Ahí en adelante Orlando cambió esa manera de ser tan temerosa. Se volvió un chico más seguro y aprendió a defenderse sin la necesidad de insultar a alguien como era la forma en que lo hacía Janeth, o como la forma inteligente que hacía Eugenia, sin ofender a nadie y siendo honesta con las situaciones que se encontrara. Ninguna de ellas era como se defendía Orlando. Sólo él utilizaba un gran escudo de no responderles y era simplemente, ignorándolos en absoluto, su presencia y hasta su existencia. Una muy buena forma de frustrar a sus compañeros aún más, sin responderles a sus agresiones verbales y nunca más dejarse ante las agresiones físicas por parte de sus compañeros.
(Fin del recuerdo)
_ Te vi entrar muy nerviosa a la cabina _ comentó Orlando al ver que Eugenia no decía nada. _ ¿O tenías prisa?
_ No, sólo que intentaba no tardarme.
_ Pues sí tardaste allá adentro ¿Con quién hablabas? _ Eugenia pensó no decirle nada sobre la llamada a larga distancia pero tampoco no tenía razón para inventarle cualquier cosa.
_ Oye me salí precisamente pensando en que ibas a usar el teléfono. _ dijo un poco molesta.
_ Descuida no esperaba a que el teléfono lo desocuparas, esperaba a que me vieras. _ Eugenia sonrió.
Uno de sus encantos que más se fijaba de Orlando, era su bella simpatía del muchacho.
_ No sabes el agrado que me dio de verte Eugenia. Me tengo que ir. Pásame tu teléfono y te llamo más tarde. Así platicamos un rato, ¿te parece?
_ Claro Orlando.
Después de pasarle su teléfono Orlando se fue y Eugenia quedó observándolo. A ella también le daba gusto de ver a un viejo amigo.
No sabía por dónde empezar su recorrido Eugenia para conocer la ciudad. A ella le hubiera gustado más ir acompañada de su papá o con alguien muy cercano a ella, alguien como Orlando.
Continuará...
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¡Feliz cumpleaños Janeth! Pásala muy bien con todos tus seres queridos y este capítulo va para ti (Regalo de tus 16 jajaja) Eres una gran amiga, sabes que te quiero un montón y puedes contar conmigo para lo que sea.
¡Te adoro!
¡A las demás socias pues muchas felicidades!
Sabrán muy bien porque lo digo, pues hoy es día internacional de la mujer.
Me despido con esta imagen:
_ No, no eres tú.
_ Sí Eugenia, soy Orlando.
_ ¿Wilcke? _ asintió el chico riéndose.
_ Pero es que...tú... ¿cómo es que te veniste de Francia hasta este lado de Inglaterra?
_ Bueno son algunas de las tantas cosas que quiero co...
_ Además, _ interrumpió _ te vez muy diferente. ¿Qué te hiciste en el cabello y qué sucedió con esa ropa vieja y rota que solías usar? Por cierto _ se acercó a su cuello _ hueles a loción cara. Te desconozco, defenitivamente no eres Orlando.
_ Que sí soy Orlando, ¿cuántas veces más quieres que te lo diga Eugenia?
_ Es que...mirate, no eres el mismo.
_ No, no soy el de antes, el que a todo el mundo le llamaba el niño podrido.
_ Y que apestaba un buen por no bañarse. _ agregó Eugenia.
_ Vamos Eugenia, no me hagas burla con eso, también sufriste en la misma situación que cualquier otro parisino jodido.
_ Es cierto, nadie se bañaba por el agua tan contaminada que había en el drenaje. Lo siento. Pero te podías arreglar un poco la ropa y tratar de crear tú mismo un perfume. Aunque... _ se quedó pensativa _ aunque sí lo hiciste, entonces...p-p ¿por qué siempre tenías un olor tan feo? _ agachó el rostro.
_ Acuerdate por qué. _ Se cruzó de brazos Orlando.
Orlando desde niño era rechazado por la sociedad porque traía siempre un feo olor y vestía con la misma ropa de vagabundo.
Vivía en la misma pobreza extrema que su mamá. Ella sufría aún más por no poder mantener sano y fuerte a su hijo, hasta que entonces en el mismo internado donde asistieron Eugenia y Janeth, encontró ganar dinero como cocinera que hacía y servía de comer a los niños del internado. Por ser trabajadora de ahí le dieron la oportunidad de ingresar a su hijo sin ningún costo y sin ningún límite de tiempo. Sólo que Orlando odiaba el internado porque los maestros y niños nunca lo hicieron sentir bien, menos como un compañero y más por su apestoso olor que le hizo ganar aún más aislamiento. Los niños de su edad todo el tiempo le hacían burla por no tener papá, quien era un alemán y talentoso saxofonista que tocaba en las calles de la ciudad para no ser ejecutado por los nazis, ya que en la guerra jamás participó, por una incapacidad en sus ojos que le provocó varios años después la ceguera. Poco antes de morir, a Orlando le dejó un gran conocimiento a la música y una buena técnica de tocar el saxofón.
Su mamá es de nacionalidad francesa pero migró con sus padres a Alemania cuando sólo contaba con quince años.
Orlando nació el 12 de agosto del año 1939, en el mismo lugar en que su padre nació (Breman, Alemania). Y al sepultarlo, Orlando y su mamá migraron de vuelta a Francia.
A Orlando también lo excluían en los equipos de fútbol, lo aislaban tanto que pensó un día escaparse del internado y quedarse en las calles para morir de hambre y frío sin que su madre nunca supiera.
(Inicio del recuerdo)
8 de Marzo de 1950...
_ Haber niños quiero que hagan sentir a Orlando bienvenido a la clase de educación física. _ el entrenador empujó su cabeza para que Orlando diera un paso adelante. También el entrenador no tuvo mucho acercamiento físicamente al muchachito, se tapaba la nariz con su mano cada vez que lo veía.
_ Iuuuu _ expresó con tono repugnante una niña _ Ese niño huele tan feo que no se perfuma como la gente normal. Sino como un asqueroso animal del bosque _ brotaron risas después del comentario de esa niña que vestía de ropa muy cara, zapatos blancos y calcetas largas.
_ Va correr con nosotros en el campo, vamos aventarle la tierra para que se aparte y no nos pegue su tan feo olor. _ decía la misma niña de ropa rosada.
_ No te pases _ la risa de otra niña hizo que todos los niños la voltearan a ver. Se trataba de una de cabello blando, era Janeth.
_ Aparte de que te crees la gran cosa por ser sólo una rídicula burguesita, eres una tarada. Porque ningún niño puede soltar tan fácilmente su olor, más la que de un perro, gato u otro animal. _ dijo Janeth caminando hacia ella. La otra niña, molesta por lo que le había dicho respondió _ Para tu información niña grosera, cualquier ser vivo sí puede pegar su olor y sobre todo un humano. Y tengo padres de los que a tí te faltan porque al parecer no tienes educación.
_ ¡Tú no tienes padres que te mantengan por eso estás aquí niña babosa, y serás de mucha clase pero vales poca cosa! _ gritó Janeth.
_ Janeth...ya calmate. Te meterás en problemas de nuevo. _ musitó Eugenia, quien la tenía a un costado.
_ Shhh, ahora no Eugenia, ésta niña merece que la trate así.
_ ¡Por supuesto que no!_ dijo el entrenador poniéndose en frente de Janeth.
_ Entonces nadie merece el trato que todo el mundo hace con el nuevo niño. _ habló ahora Eugenia mirando a Orlando. Sin embargo no estaba segura si le había convenido defenderlo porque conocía las reglas y una de ellas era nunca responderle a un maestro en medio de una clase. Ya que se interrumpía o lo tomaban como una revelación por parte del alumno por lo que Eugenia se quedó callada después y bajó el rostro.
_ Entrenador, ¿me pregunto por qué a la burguesa sí la defiende y a Orlando no, porque ella tiene dinero?
_ Janeth... _ volvió a musitar Eugenia _ mejor ya no le digas nada al entrenador, te va a castigar. _ A pesar de lo que le advirtió su amiga, Janeth continuaba hablando.
_ A menos que usted entrenador, diga la razón por qué Orlando huele tan mal. ¿Lo sabe claramente? ¿Ó le ayudo a decir la verdad para que sepan los demás? _ Dicho de esto por Janeth, ella se puso las manos sobre su cintura. A la vez le alzó la ceja con una sonrisa.
Todos en absoluto se quedaron en silencio, esperando la respuesta del entrenador que no iba ser para nada buena.
La cara del entrenador no pudo estar más que roja de ira.
¿Cómo una niña que había cumplido ocho años ese día tenía toda la valentía de ponerse contra el entrenador?
En otras ocasiones Janeth alzó la voz con las injusticias que los demás maestros les hacían a otros niños. ¿Sólo porque eran la autoridad les daba el derecho esclavizar a los niños sin ninguna necesidad y abusar de su ingenuidad?
Janeth como tal no se quedaba callada, por eso siempre estaba en problemas y varias veces advertida en ser expulsada del internado. ¿Cómo tenía la facilidad que la pequeña Janeth dejara al entrenador con ese silencio difícil de aceptar, si lo hizo por defender a un inseguro Orlando de diez años que jamás se imaginó que se convirtiera poco después su mejor amigo?
_ De ninguna manera no te voy a permitir a que me cuestiones de esa manera. _ le cogió del cuello de su blusa blanca y la llevó al otro extremo del campo. Eugenia debió suspirar al escuchar los gritos del entrenador que iban para Janeth.
_ ¡Estás castigada! ¡Diez vueltas corriendo por todo el campo!, ¡Luego unas quince sentadillas! ¡Después veinte abdominales! ¡Veinticico lagartijas y treinta saltos de tijera!
_ Como diga mi capitán _ dijo en tono de burla y empezó a correr por el campo.
_ No debió castigarla. Ella sólo fue justa con el niño Orlando. _ volvió hablar Eugenia pero una vez más se había arrepentido, pues el entrenador volvió hacia ella y de la misma forma la castigó.
_ Tú la vas acompañar.
_ No por favor, ignoreme, me iré a cansar mucho.
_ No me importa, haber si así dejas de ser tan gorda y lenta en mis próximas clases. ¡Empieza hacerlo! _ la empujó.
Eugenia quedó un poco dañada por lo que le gritó el entrenador y se le empezaba a recorrer unas dos lágrimas por sus mejillas que había derramado.
Se decidió no llorar y alcanzar a Janeth para que amabas se apoyaran una a la otra y pronto terminaran el terrible castigo de esa tarde.
_ ¡Y cuando terminen y las haya visto sudar como puercos, se largan a la dirección! _ dijo por último el entrenador.
Los demás niños se encontraron jugando fútbol en la mitad del campo y en la otra mitad se encontraban pequeños grupos de niñas saltando la cuerda. Muchos de ellos se burlaban de las dos únicas niñas castigadas que no tenían derecho a jugar con ellos, pero Orlando las observaba, ya que nadie lo había invitado nuevamente a jugar. Él se sintió muy agradecido al ver que dos niñas intentaron defenderlo y en parte también se sentía muy culpable por verlas sufrir, haciendo toda una serie de ejercios que las dejó muy agotadas a casi desmayarse.
Pensó Orlando que por lo mucho que pudiera hacer era darles las gracias personalmente, después de que las viera salir de la dirección. Sin embargo al cruzarse en el pasillo con unos niños que lo molestaban tanto se desanimó y quedó derrumbado en el pupitre dentro de un aula. Los esos niños lo habían insultado y le habían embarrado lodo y alguna que otra botella de su orina derramado en su cabello.
Orlando se le pasó muchas cosas malas por su cabeza. Estaba cansado de tanta burla y agresión. Estaba frustrado por dejarse hundir en el miedo que tenía con sus agresores compañeros. Quería desaparecer de una vez por todas y planear su escape en la noche para después morirse en la miseria. No le importaba lo que pasara ya después con su madre, con el sufrimiento que le estaba dejando y el abandono. No le importaba su persona, ni la temprana edad que tenía para dejar el mundo. Le importaba más ser alguien olvidado. Una etapa depresiva en que pasaba el noble y pobre Orlando.
_ Es por la mierda que apestas y eres _ recordó Orlando ese insulto de los niños, y se puso a sollozar sin hacer tanto ruido. Sin embargo Eugenia y Janeth pasaron y lo vieron cubrirse la cara con sus brazos.
_ Tranquilo, haremos lo posible para que no te sientas solo y rechazado. No te vamos hacer de menos, porque acabamos de ver que los niños son los que te hacen verte tan mal y oler tan feo. _ dijo Eugenia. Su mano la había colocado en el hombro de Orlando.
_ También comprendemos la situación en que te encuentras. Tu mamá desafortunadamente no tiene lo mejor para darte, al menos hace ella el esfuerzo para que sobrevivas. _ dijo después Janeth.
Orlando alzó el rostro. Se limpió las lágrimas al verlas después en frente de su pupitre.
Sonrió avergonzado y dijo:
_ Me siento muy apenado con ustedes. Creí que me iban a dirigir la palabra con enojo por lo que ya saben ¿no? De una manera las metí en problemas y ante mano pues quiero disculparme. También agradecerles por lo que han hecho por mí.
_ No eres el primero y el último en que le pasa este tipo de cosas, hay muchos que son como tú. Que se quedan callados y no dicen nada a su favor. De veras… _ movió Janeth la cabeza negativamente _ no se saben defender y son muy dejados. Te vez mayor que yo, ¡y ve! Tuve que meter mi cuchara por ti. ¿Sabes? Te pareces mucho a mi amiga, que se llama Eugenia _ la señaló con la mirada.
Eugenia se incomodó un poco.
_ No deberías hacerlo sentir más mal Janeth. _ dijo Eugenia.
_ Miren, sepan esto. Mientras estén dentro de este internado deben aprender los dos a defenderse solos. Cuando salgan de aquí igual, se tendrán que enfrentar a muchas cosas. Y tú Orlando ya lo deberías saber. Tu madre me dijo eso. _ Orlando se quedó reflexionando.
Como casi siempre Janeth tuvo una vez más la razón. Era el momento de aprender que uno mismo se hiciera respetar.
Ahí en adelante Orlando cambió esa manera de ser tan temerosa. Se volvió un chico más seguro y aprendió a defenderse sin la necesidad de insultar a alguien como era la forma en que lo hacía Janeth, o como la forma inteligente que hacía Eugenia, sin ofender a nadie y siendo honesta con las situaciones que se encontrara. Ninguna de ellas era como se defendía Orlando. Sólo él utilizaba un gran escudo de no responderles y era simplemente, ignorándolos en absoluto, su presencia y hasta su existencia. Una muy buena forma de frustrar a sus compañeros aún más, sin responderles a sus agresiones verbales y nunca más dejarse ante las agresiones físicas por parte de sus compañeros.
(Fin del recuerdo)
_ Te vi entrar muy nerviosa a la cabina _ comentó Orlando al ver que Eugenia no decía nada. _ ¿O tenías prisa?
_ No, sólo que intentaba no tardarme.
_ Pues sí tardaste allá adentro ¿Con quién hablabas? _ Eugenia pensó no decirle nada sobre la llamada a larga distancia pero tampoco no tenía razón para inventarle cualquier cosa.
_ Oye me salí precisamente pensando en que ibas a usar el teléfono. _ dijo un poco molesta.
_ Descuida no esperaba a que el teléfono lo desocuparas, esperaba a que me vieras. _ Eugenia sonrió.
Uno de sus encantos que más se fijaba de Orlando, era su bella simpatía del muchacho.
_ No sabes el agrado que me dio de verte Eugenia. Me tengo que ir. Pásame tu teléfono y te llamo más tarde. Así platicamos un rato, ¿te parece?
_ Claro Orlando.
Después de pasarle su teléfono Orlando se fue y Eugenia quedó observándolo. A ella también le daba gusto de ver a un viejo amigo.
No sabía por dónde empezar su recorrido Eugenia para conocer la ciudad. A ella le hubiera gustado más ir acompañada de su papá o con alguien muy cercano a ella, alguien como Orlando.
Continuará...
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¡Feliz cumpleaños Janeth! Pásala muy bien con todos tus seres queridos y este capítulo va para ti (Regalo de tus 16 jajaja) Eres una gran amiga, sabes que te quiero un montón y puedes contar conmigo para lo que sea.
¡Te adoro!
¡A las demás socias pues muchas felicidades!
Sabrán muy bien porque lo digo, pues hoy es día internacional de la mujer.
Me despido con esta imagen:
Hoy 9 de marzo por la mañana me desperté con la noticia de que Sir George Martin ha fallecido a los 90 años.
ResponderEliminarEn memoria de él quiero compartir este enlace:
https://m.youtube.com/watch?list=LL9X16Xte-BLUQvvkJlKOuqA&v=Jbz2ctecMzs
Descanse en paz el eterno quinto beatle.
Felicidades janeth :), odie a los que se burlaban a Orlando, la llamada lo hizo mas interesante :), ese John siempre en problemas.
ResponderEliminarSigue pronto!!!
¡Holaaaa, después de tanto tiempo! Y es que ninguna había subido, me ha hecho muy bien leer el día de hoy.
ResponderEliminarEspero que estés bien "my lady" (ah ya se me pegó igual)... y bueno... como toda la comunidad beatlemaniaca, estamos de luto; la verdad es que me pegó de más el hecho de que el 5to beatle se haya reunido con george y john, pero bueno... al menos dejó el legado que la música de the beatles produce.
En fin, ahora enfocándome al capítulo: ¡John, sé más caballeroso por el amor de elvis!, un chico caballeroso siempre será la debilidad de cada una, ¿o no?... bueno, como sea aún sigue siendo un niño... igual no cambió del todo, pero aún así lo amo. No sabes la pena que me dio la historia de Orlando, que por cierto, es muy interesante eso de su padre saxofonista y en fin... yo quiero leer pronto cómo es que se va a adaptar a la vida inglesa, también me cayó re groovy.
Ahhh my lady, sólo nos queda disfrutar a nuestros dos viejos Paul y Ringo, disfrutarlos al máximo... no quiero pensar en nada más.
¡Felicidades a Janeth!, e igual felicidades a ti por ser una mujer escritora muy chida, te envío buena vibra ~
Cuídate mucho,
besos y abrazos
<3
KAREN KAREN!!!
ResponderEliminarLo pensé mucho y mejor te comento ahora por blogger (es que me dijiste que te gusta que manden más comentarios en blogger) pues bueno, para que no digas que te dejo en visto pues te pondré el comentario que te hice en wattpad :3
Prácticamente son tus capítulos hermosos y que le dediques a uno es lo mejor que le puede pasar a una socia, creeme que a mí me pasa esto así que... Karen, muchas gracias por este capítulo, de verdad significa mucho para mí que te hayas acordado de mi cumpleaños, de verdad gracias, me siento muy especial y feliz, GRACIAS!
Tú lo sabes, que también puedes contar conmigo y platicarme todas tus cosas, pues amigas aunque no las vea son importantes para mí, tú eres una de ellas y sabes que yo también te adoro y mucho más de lo que tú me adoras a mí. Eres la unica amiga que soporta todo mi vocabulario grosero :p y que siempre está para mí. Que pinche persona más linda eres Karen, me cae que sí. :))
Muchas felicidades Janeth, qué bueno que naciste un 8 de marzo día que se conmemora a la mujer y yo te admiro a ti por ser una mujer valiente, atrevida y audaz.
EliminarDebido a que mi otro comentario no felicité a mi amiga Janeth, también quiero desearle que se la haya pasado muy bien el día de su cumpleaños.
EliminarFelices dulces 16 Janeth!
El capítulo me pareció interesante, pues fue agradable que Eugenia encontrara a Orlando tan cambiado, y que Janeth conviviera con John y sus otros amigos, a pesar de que no le ayudó a limpiar las mesas y pizarras y fue chistoso de que el profesor se lo llevara de la oreja.
ResponderEliminarSube pronto!!
Karensita!!
ResponderEliminarHace una semana que has escrito y yo apenas comentando, no pos qué pena me da contigo pero ahora con la semana santa vuelvo a leerte :DDDD
Un capítulo muy extenso, bastante extenso para que la lectura se hubiera disfrutado en un lugar tranquilo sin distracciones. Karen...¡sigue escribiendo capítulos así de largos, se disfruta más tu historia!
Me agrada mucho Orlando y su historia excepto lo que pasó en el internado, qué niños más groseros y nefastos haya conocido ORlando dentro del internado.
Me pone triste que con Janeth no pudieron salir las cosas como las tenía planeados este John pero ahí bueno, se lo buscó o no?
Qué rápido se pasó el año de 1955, ojalá la continúes porque el año que se vino trae acotecimientos importantes y me encantaría que las mencionaras en tu fic a tu estilo y a ese realismo que le queda muy bien con la vida de Eugenia, Jan, Karla, andrea y Orlando, aunque falto yo :( qué pasó conmigo? si es cierto que tendré mi gemela?????? me dejas con la intriga Karen!!!
Besos!!
Holis karen me gusta el nuevo personaje que pusiste, sip Orlando O//O y sigue escribiendo porfis este me gustó pero fue muy largo que casi me duermo jejeje
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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